En aquellos tiempos, en que presumíamos de no caer en la calificación leninista de marxistas vulgares, uno de mis mejores amigos decía que Mao Zedong, o Mao Tse Tung como se usaba entonces, decía obviedades con palabras raras, mofa al líder de la revolución china que conseguía una gran aceptación en ese pequeño grupo. Yo no participaba de esa descalificación. Por el contrario, pensaba que Mao representaba justamente lo contrario, pues explicaba cuestiones conceptualmente complejas de un modo que pudiese ser entendido por los millones de campesinos pobres que se unían a los comunistas después de la Larga Marcha.
Con un mínimo de sinceridad debo reconocer que, por entonces, leía con verdadera devoción, las célebres: “Intervenciones en el foro de Yenán sobre arte y literatura”, admiraba y sigo admirando la forma simple pero eficaz que usaba el revolucionario chino para explicar, por ejemplo, como se expresan las contradicciones en la vida cotidiana de las aldeas chinas y la forma como estas influyen en sus pensamientos. Recuerdo que uno de sus artículos se llamaba “Sobre la contradicción” donde se expresaba con silogismos sugerentes y expresivos el núcleo dialéctico del pensamiento marxista.
Desde entonces, han transcurrido casi cincuenta años. Mucha agua bajo el puente. Agua turbia, también, que llevó la actitud desleal y traicionera del gobierno chino al momento del golpe de estado en Chile, entre otras. También, por supuesto, nuestra desafección al marxismo-leninismo toda una fórmula estalinista para encausar al marxismo revolucionario por las sendas adecuadas.
Sin embargo, y más allá de estos trasnochados presupuestos ideológicos, la República Popular China (RPCH) es noticia. Y no solo noticia por los últimos acontecimientos en Shanghái y otras ciudades que protestan por la política de Covid cero, sino porque a diferencia de lo que ocurría hace cincuenta años atrás, China es un factor tan primordial, que son pocos los que no reconocen que el mundo, en gran medida, depende de lo que allí ocurra o deje de ocurrir.
Medio siglo, en la historia del mundo es poco tiempo. Y en este corto período de tiempo histórico la RPCH se convirtió en la segunda economía del mundo. Según los datos estimados por el Fondo monetario Internacional, llegará el próximo año a un PIB cercano a los 12,2 billones de dólares y solo superado por EE. UU. que llegará a los 18,6 billones de dólares en este mismo periodo de tiempo. Europa tendrá un PIB similar, aunque menor.
Mucho dinero, y cuando se tiene tanto un país puede hacer varias cosas. Invertir en mejorar la infraestructura, para apalancar el desarrollo: con mejores puertos, aeropuertos, carreteras, ferrocarriles, transporte urbano y rural, se puede producir y distribuir más y mejor. Invertir en mejorar la salud, educación y vivienda del pueblo, y no solo para mejorar las condiciones de vida sino porque ello repercute directamente también en la riqueza y el desarrollo. Invertir en mejorar las Fuerzas Armadas, para dotarlas de mejores equipos, armas y recursos humanos, y asegurarla como potencia militar. Y también invertir en ciencia y tecnología, así como en cultura. Y todo ello, lo ha hecho el gigante asiático en medio siglo. Los resultados están a la vista y no solo medidos en PIB: La RPCH pasó de tener cerca de un noventa por ciento de sus habitantes en la pobreza extrema a exhibir el resultado de sacar de este estado más de setecientos millones de chinos. Se podrá discutir si este se hizo llevando pobreza del ámbito rural a las ciudades, pero el dato duro está allí. Y por eso se constituyó en el logro estrella del 20° Congreso del Partido Comunista de China.
China es hoy, el país con mayor infraestructura del mundo. Solo en el ámbito de carreteras, se están culminando siete autovías que conectarán Beijing con el resto del país y las líneas ferroviarias aumentarán en 30.000 kilómetros. Las poblaciones conectadas con vías pavimentadas llegarán al 90 por ciento del país. China tendrá 45 aeropuertos civiles nuevos. En materia de infraestructura Hong Kong merece un capítulo aparte pues se ha transformado en una fuente para hacer negocios con China gracias a su inmensa capacidad de transporte y almacenamiento: los proyectos de transporte agregarán 5.200 kilómetros de nuevas líneas ferroviarias, 100 nuevos atracadores marítimos para barcos de 10.000 toneladas o más.
Sus resultados en educación son aún más impresionantes: según el programa para la evaluación internacional de alumnos respaldados por la OCDE que mide las habilidades y conocimientos de los estudiantes de 15 años en lectura, matemáticas, y ciencias la RPCH encabeza el Ranking en las tres especialidades, por delante de Singapur, Estonia, Finlandia y Japón. Éxito que contrasta con el de la sanidad pública, pues contra lo que pudiera pensarse la salud pública en China no es ni universal ni gratuita. En gran parte se financia mediante seguros pagados por las empresas contratantes en el caso de trabajadores, por el Estado en las zonas urbanas para los que no tengan cobertura y por las cooperativas en las zonas rurales. No es gratuita porque existe un sistema de copago que importa el 30% o más de los gastos sanitarios que son, como en todas partes, muy caro. Para muchos excesivamente caro y por eso se estudia la posibilidad de permitir la entrada de agentes empresariales no chinos que a cambio de su enorme mercado estén dispuestos para abaratar los costes. Es, en todo caso, una fuente de descontento social, sobre todo, por las irritantes diferencias entre el campo y la ciudad.
El sistema de viviendas en China es único en el mundo: más del 80 % de los chinos son propietarios de sus viviendas y eso forma parte de la consigna: “Prosperidad Común”, para resolver las desigualdades o parecer que lo hacen. Algo así como el sueño americano chino: la vivienda propia. Pero a diferencia de otros países no se compra con niveles importantes de endeudamiento. En realidad, se adquiere frecuentemente pagando la mitad de ellas o al contado. ¿el secreto? Aparte de la conocida capacidad de ahorro de los chinos es el banco de los padres. Si. La ayuda que estos hacen a los hijos para que puedan casarse. Pero hay otro secreto: el uso del suelo es del Estado y por consiguiente éste es el único que puede especular con su valor. Y por eso, precisamente se ha podido desarrollar extraordinariamente el mercado inmobiliario sin hacerlo desde el endeudamiento.
Pero como el exceso de mercado siempre es un problema el gobierno está cada vez más complicado con la crisis del gigante inmobiliario Evergrande Group, que es su metáfora actual. Tiene 1,5 millones de viviendas paralizadas por falta de financiamiento y liquidez para continuar los proyectos. Una burbuja crediticia, a la que de momento el gobierno se niega a respaldar.
Las inversiones en ciencia y tecnología y sus resultados también ponen a China en un indiscutido liderazgo. El gasto en ese ámbito es de un 2,5% del PIB, y como ese PIB es gigantesco sus inversiones también. Sobre sus resultados recordemos que antes del 2011 China no tenía uno solo de los mayores superordenadores del mundo y hoy cuenta con 74 de los 500 de su especie, lo que permite hacer investigación de vanguardia en áreas como la militar, farmacéutica, modelos climáticos, y criptoanálisis. Se está planeando también la construcción del computador más rápido del mundo. China es el mayor productor y consumidor de máquinas herramientas, y disputa los primeros lugares de robots producidos e instalados en el planeta. Entre sus objetivos a corto plazo China aspira a convertirse en líder mundial de la medicina regenerativa.
Tu Youyou, fue la primera científica china en obtener el premio Nobel de Medicina, por su contribución a las investigaciones sobre las posibilidades de la medicina tradicional china en el tratamiento de la Malaria y otras enfermedades. Lo destaco porque estas investigaciones fueron despreciadas en su día por la OMS por la relación entre estos científicos y la alianza de China con Vietnam, que fue el primero en utilizar este fármaco en las tropas vietnamitas.
En fin, sería demasiado largo -y también un poco aburrido-, describir los avances en ámbitos tan amplios del desarrollo de China, y probablemente innecesario ya que nadie discute en serio los avances espectaculares en casi todos ellos. Baste decir que en pocos años la RPCH será la que tenga más y mejores satélites, estaciones y vuelos espaciales; las últimas tecnologías médicas y sanitarias; la mayor infraestructura; el mayor PIB del mundo; las mayores industrias y robótica; los mejores medios de transporte, de almacenamiento; los más poderosos centros de inteligencia artificial y la mayor conectividad del mundo. De igual modo liderará las fuentes de energía renovables y un control determinante de las tradicionales, etc.
Pero para mí, sin embargo, sigue siendo importante intentar vislumbrar las grandes contradicciones que importa ese progreso.
Sospecho, en primer lugar, que a occidente le cuesta entender a China desde sus lógicas internas como casi todo lo que no es occidental. Como ocurría con mi amigo no muy amigo de Mao. Para China las contradicciones no suponen necesariamente la oposición de los contrarios en una irreconciliable lucha como la lucha de clases.
Mas bien, inspirados en el pensamiento de Lao Tse, el taoísmo enseña que los contrarios básicos de la vida, el YIN y el YANG no son los contrarios irreconciliables hegelianos que se enfrentan y de su mutua destrucción hacen síntesis, sino vienen a ser tensiones necesarias y recíprocas que permiten la perpetuidad del cambio. Uno y otro pueden sustituirse, incluso, en sus posiciones. Y a diferencia de las concepciones marxistas no hay ganadores garantizados históricamente (proletariado). Porque si todo lo que nos rodea se compone de dos fuerzas opuestas que se unifican en armonía para favorecer el movimiento, y, a su vez, el cambio, entonces, habría que observar cuándo y por qué el YIN que representa lo oscuro, el agua, lo intuitivo y los nutrientes que viabilizan la vida permite que el YANG, que representa lo luminoso, la expansión y el fuego, pueden facilitar el progreso. Y así, por ejemplo, cuando el desarrollo capitalista (YANG) se puede desbocar en sus pulsiones, tiene que haber un Partido Comunista Chino (YIN) que vele por la armonía de los contrarios. Eso permite comprender algunas cosas que no fueron malos inventos: observar el concurso abierto y permitido de la economía de mercado para desarrollar al país, pero adhiriendo a este el principio no tan declarado como efectivo de que el que es rico no tiene poder y el que tiene poder no puede ser rico. ¿Qué no siempre funciona? Seguro. Como casi nada tratándose de seres humanos. Pero sirve bastante, al menos para que los niveles de corrupción y abuso no sean comparables a los que vemos por aquí. Y, sobre todo, evitar que el desarrollo capitalista en su obsesión psicótica por concentrar las riquezas termine por dominarlo todo.
Y habría que reconocer que la República Popular China no tiene en su desarrollo una historia envilecida como otros. Me refiero a la Europa y sus holocaustos de esclavos e indígenas sobre cuyos cadáveres americanos se levantó la industrialización europea. Tampoco ha utilizado sus posiciones de gran potencia imperialista para invadir a otros países, como lo han hecho Europa, EE. UU., e incluso Rusia. De hecho, en estos tiempos convulsos de los últimos cincuenta años la RPCH no invadió país alguno so pretexto de los tipos de gobiernos o regímenes de otros países, y con la sola excepción de su intervención militar en Vietnam, que antes había invadido a Camboya, los chinos no han sacado fuerzas armadas fuera de sus fronteras, desde su fundación en 1949.
Sin embargo, a mi juicio, la gran contradicción para el futuro de China es la que se vive hoy. En tiempos de internet, de transparencia de la información, de contactos con todos los países, todas las culturas, y las formas de vida ¿es posible mantener verdades oficiales? ¿Es posible que otras interpretaciones sobre el modelo político del país no penetren entre las elites, los grupos de interés, y hasta a los cuadros del propio Partido Comunista chino? ¿Es posible mantener a los pueblos en la ignorancia y cerrar todas las vías de comunicación en este mundo, en la que RPCH sea líder tecnológica del mundo de las telecomunicaciones con la tecnología 5G? ¿Es posible que se impida la manifestación de los ciudadanos chinos en su descontento por el autoritarismo del régimen comunista? ¿Es posible que las violaciones a los derechos humanos en China sean ignoradas o desconocidas por sus dirigentes? ¿Podrán impedir la participación de los ciudadanos en su rebelión ante la estrategia extremista de enfrentar la pandemia encerrando ciudades enteras como se hacía en la edad media?
No parece que el todopoderoso Xi Jinping lo tenga fácil. La gran contradicción de un pueblo educado, sano, y culto pero acrítico es una contradicción que tendrá que resolverse más temprano que tarde. Y ya estamos viendo en Hong Kong, Shanghái, que las críticas empiezan a realizarse directamente al Partido Comunista y su líder.
Como se resolverán esas contradicciones en el seno del pueblo es algo que ignoramos, pero lo que sí sabemos es que comprometerá en el futuro las estrategias del partido, el gobierno y el propio liderazgo de Xi Jinping que no podrá desconocer lo que acaba de desconocer el 20° congreso del Partido Comunista de China: el progreso económico no es suficiente si no se tiene libertad y no se garantiza la participación democrática de los ciudadanos. Sospecho que habrá nuevas y animadas conversaciones entre los nuevos y viejos dirigentes comunistas chinos. Es posible, también, que alguno se inspire en las viejas lecturas y en sus noches de insomnio relea las intervenciones en el foro de Yenán.