«¡Thank you!… ¡Viva la mariguana! ¡Viva Príapo! / Por favor amo / Por favor amo puedo tocar su mejilla / Por favor amo puedo arrodillarme a sus pies / Por favor amo puedo aflojar sus pantalones azules / Por favor amo puedo mirar su vientre de vello dorado / Por favor amo puedo bajar suavemente sus calzoncillos / Por favor amo puedo tener sus muslos desnudos frente a mis ojos …” (fragmento del poema que Ginsberg envió por carta, años después de su visita a Chile a Stella Díaz).
Mucho se habla de Stella Díaz Varín, sus amores, sus borracheras, escándalos y también su irreverencia… la gran amistad o enemistad con toda una generación de poetas entre los cuales rara vez se destaca su gran calidad de poeta, pese a que en los últimos años en Chile se han escrito un par de libros sobre ella y varias tesis se han realizado en Estados Unidos. Quizás la mayoría la conoce como la destinataria del poema La víbora que, dicen, le dedicó Nicanor Parra luego de una tormentosa relación amorosa, también por su romance con Jodorowzky o por su escandalosa relación con Allan Ginsberg durante su prolongada visita a Chile en los años ’60 y a quien alojó en su casa pese a la oposición de su marido, el arquitecto Luis Viveros Jacques.
Una sola será mi lucha
Y mi triunfo;
Encontrar la palabra escondida
aquella vez de nuestro pacto secreto
a pocos días de terminar la infancia.
Debes recordar
dónde la guardaste
Debiste pronunciarla siquiera una vez…Fragmento de La palabra, Stella Díaz Varín.
En aquellos años de fines de los 50 y comienzos de los 60 había una gran efervescencia cultural en Chile y se realizaban con frecuencia congresos de escritores… Allen Ginsberg (que por entonces tenía 34 años y había obtenido fama generacional con su poema Aullido) fue uno de los poetas de la generación beatnik invitado en 1960 al Primer Encuentro de Escritores Americanos que se realizó en Concepción y entre cuyos organizadores estuvo Gonzalo Rojas. Llegó a Chile hablando un español a lo Tarzán que había aprendido años antes trabajando en centroamérica y, según dicen los chismes de la época, a su arribo declaró que venía a Chile “a coger”. Según las versiones alternativas, se dice que el escritor vino a Chile para expandir su conciencia, para buscar un empuje sicodélico que le permitiera terminar Kaddish, ese largo poema con el que despidió a su madre que vivió y murió presa de problemas mentales y que lo elevaría a la categoría de gran poeta americano en la senda de Walt Whitman y William Carlos Williams.
Como ya mencioné era una época de gran auge cultural en Chile y escritores como Enrique Lihn, José Donoso, Jorge Teillier, Enrique Lafourcade Mariano Latorre, Pablo Neruda, Alejandro Jodorowsky, Nicanor Parra y Stella Díaz Varín se juntaban en El Bosco y el café Iris y no solo Santiago, sino otras grandes ciudades de Chile mantenían círculos literarios y fomentaban actividades para promover el desarrollo de la literatura y la poesía. Stella Díaz Varín es una de las pocas, por no decir la única poeta mujer que no solo por su voz propia y original, sino por su personalidad excepcional es mencionada entre los escritores de la época. Es más, en la actualidad, en la Sociedad de Escritores de Chile solo dos mujeres poetas figuran en foto o retrato entre un sinnúmero de hombres poetas: Gabriela Mistral y Stella Díaz Varín
Ginsberg venía solo por unos días y pidió a los organizadores dos pasajes porque, supuestamente viajaría acompañado, pero llegó solo, no dio explicaciones al respecto y se quedó tres meses en Chile. Se dice que, previo a su viaje a Chile conversó con William Burroughs, también integrante del grupo contracultural de los beatniks en Estados Unidos y autor de El almuerzo desnudo, que ya había visitado América Latina en 1953, y le comentó que aprovecharía la invitación como excusa para viajar y drogarse. Burroughs le hizo el siguiente comentario: «Si ves algo horrible, no te aferres. Si ves algo hermoso, tampoco te aferres». Así, gran parte del tiempo lo dedicó a recorrer el sur en busca de nuevas “hierbas” que expandieran la mente, encontrando el chamico, una yerba ancestralmente usada por el pueblo mapuche.
«Viajé por todo Chile. Estuve en Ancud en la casa de un poeta de allí. Su familia tenía una envasadora de pescado, y comí mucho pescado en tarro. Salí a pescar. Crucé Los Andes hacia Bariloche. También fui a Temuco. Me interesaban los araucanos y sus hierbas. Así que las busqué hasta que las encontré. Esas hierbas eran muy celebradas en la época. Producían efectos novedosos». Entrevista de Sergio Marras a Ginsberg en Apsi, 1987
En todo caso, Allen era pop cuando no existía el pop, parecía un rockstar cuando el rock daba sus primeros pasos y fue activista gay cuando en el mundo no existía el gay power y en Chile era impensable declararse públicamente como tal. Lo suyo era la poesía beat y su presentación en el congreso de Concepción, ante un público de más de mil personas fue electrizante. Entonces recitó poemas de Aullidos que Fernando Alegría traducía. Pero no solo declamaba, hacía una verdadera performance con su presentación, algo no habitual en el estirado ambiente de los poetas chilenos que estaban muy ligados a la política y posaban de vates serios. Algo que años más tarde Nicanor Parra se encargaría de desacralizar.
«urgentemente necesario importar algunos kilos de marihuana para los escritores chilenos a fin de despertar su dormida percepción», Ginsberg respondiendo a la pregunta sobre su parecer sobre la intelligentsia chilena.
Luego viajó a Santiago donde se quedó más de un mes en casa de Nicanor Parra, quien, desesperado por la larga estancia, la drogadicción intensa del padre de la “Beat Generation” y su promiscuidad, en una visita que hicieron juntos a la casa de Stella, simplemente desapareció abandonándolo ahí donde fue recibido con agrado por Díaz Varín, pero reticentemente por su esposo que al correr de unas semanas encontró al escritor encaramado en lo alto de un peral rogando por un “cogollou” de marihuana por lo que el marido (ya muy cabreado con la relación íntima que se había desarrollado entre Ginsberg y Stella) le gritó amenazante, “¡A balazos te voy a bajar huevón!”.
Lo que haya sucedido entre ambos poetas es algo que solo ellos podrían contar, porque no ha quedado registro escrito de ello, salvo fragmentos de poemas y cartas o los comentarios en círculos literarios. Pero la poeta punk, la Bukowski chilena o la boxeadora y, por supuesto, la Colorina, que son los nombres por los que mejor se conoce a la poeta, y que son una forma de no reconocer a una de las voces más originales de la poesía de mitad del siglo pasado, que anticipó un movimiento de poesía feminista que hoy nos convoca en Latinoamérica, congenió plenamente con Allen que, entre sus rarezas, visitó la calle San Diego donde se compró un overol azul que vestía sin nada debajo. Stella fue de las pocas poetas con la personalidad suficiente para reconocer a Pablo de Rokha como un gran poeta, pero también para opinar públicamente que su mujer, la poeta Winett de Rokha (Luisa Anabalón Sánchez) era mejor poeta que él, aunque haya sido muy poco reconocida y solo en estas últimas décadas validada en el mundo literario chileno.
«tengo miedo de que el gato no haya salido del auto, pero veo que se escabulle por la ventana —un gato chico y negro como el de la poeta chilena borracha Stella— quien se escabulló por la ventana de su casa”. Sueño relatado por Ginsberg
Stella no solo fue una extraordinaria poeta, cuya voz ha sido opacada muchas veces por las anécdotas de su vida. También fue una gran activista política partidaria de la Unidad Popular, trabajando en la Editorial Quimantú y ejerciendo como dirigente del cordón obrero Regional Cordillera. Luego del golpe de estado fue detenida y torturada y al ser liberada fue atropellada por un vehículo de la policía secreta que la dejó en estado grave. Fue perseguida y amenazada durante años y sufrió frecuentes allanamientos de su departamento. Pero esta breve nota no pretende contar la vida y obra de la poeta, tan solo una de las tantas anécdotas de su vida y de paso, algo de la visita de Ginsberg que escasamente está registrada en los anales del país.