Para los que creían o tenían esperanzas de que los nuevos tiempos fuesen pacíficos han bastado los primeros meses de este año para decepcionarse.
De hecho, nuestro planeta se encuentra más cerca que nunca a precipitarse en guerras que nos lleven a la destrucción completa. Tal cual. Como en los peores momentos de la Guerra Fría. Porque todo indica que los conflictos bélicos actuales tienen la capacidad de extenderse como una fatídica mancha de aceite que se escurre fatalmente matando, como en todas las guerras, mayoritariamente, a los más indefensos e inocentes.
El conflicto en Gaza ha dejado de ser una reacción del estado israelí contra el demencialmente criminal ataque del movimiento Hamas contra los kibutzim situados en la frontera de Palestina, con el resultado de 1200 muertos y 240 rehenes, para convertirse en operaciones de exterminio de la población palestina.
Todo parece indicar que las operaciones militares del ejército israelí que supera los 30.000 muertos casi todos civiles y la mayoría niños buscan vaciar de palestinos el estado judío empujándolos hacia territorio egipcio, y dispersándolos por el desierto de Neguev o hacia la península del Sinaí.
Si esto es verdad, es decir, si el objetivo de Israel es eliminar a los palestinos de su territorio y la estrategia de Hamas sería el pretexto para consumarlo, habría que concluir que la creación del estado de Israel constituyó un gran error histórico.
Hasta ahora las advertencias claras y firmes del secretario general de la ONU Antonio Guterres, así como del encargado de las relaciones exteriores de la Unión Europea, el español Josep Borrell y del presidente español Pedro Sánchez han sido desoídas por Benjamín Netanyahu. A esta posición resueltamente contraria al exterminio se ha sumado el presidente de Brasil Ignacio Lula da Silva, que de momento ha congelado completamente las relaciones con el estado judío.
El primer ministro israelí ha reaccionado en abierta rebelión con estas opiniones, amenazando con diversas medidas sancionatorias contra esos líderes y sobre todo contra las ONG que prestan ayuda humanitaria a la martirizada población palestina.
Las tímidas reacciones del presidente de EE.UU. J. Biden, advirtiendo que la entrada de tropas judías en Rafah, deben realizarse garantizando la seguridad de la población civil han tenido idéntico resultado: A Netanyahu, todas las advertencias le entran por un oído y le salen por el otro.
Las consecuencias -además de la obvias de toda operación de exterminio- es inevitable: La guerra se extiende por medio oriente y más allá. Desde luego hacia el Líbano pues allí operan las milicias de Hezbolá armadas y financiadas por Irán, de igual modo que Hamas en Palestina. Y, aunque ahora no se han desplegado en toda su capacidad los cien mil milicianos del Hezbolá apostados allí, Israel se ve obligado a dispersar sus esfuerzos bélicos ante la necesidad de invadir el Líbano para proteger sus fronteras del norte y este, si ello fuese necesario.
Y, como estos movimientos fundamentalistas no suelen extraviarse al buscar al enemigo mayor no han tardado en atacar a soldados estadounidenses en Siria. Y ya se ha visto a J. Biden recibiendo las primeras bolsas de plástico que envuelven los cadáveres de los primeros soldados norteamericanos víctimas de los ataques de milicianos proiraníes que solidarizan militarmente con los palestinos. Y, por supuesto, la reacción de USA no se ha hecho esperar: la Fuerza Aérea estadounidense ha bombardeado supuestas o verdaderas bases de terroristas iraníes emplazados en Siria.
Y todo pareciera volver a empezar, aunque con actores nuevos, en el escenario de las guerras que se desatan como consecuencia de las políticas de exterminio de Netanyahu. Los Hutíes, que desde el año 2015 participan en las guerras civiles del Yemen, luchando fieramente contra la intervención de Arabia Saudita solidarizan con los palestinos y han realizado decenas de ataques en el mar rojo frente a las costa de Eritrea en la boca del canal de Suez obligando a desviar a los barcos con el consiguiente encarecimiento del comercio internacional. Y, aunque, otra vez, desde los barcos norteamericanos atacan a los campamentos guerrilleros de los Hutíes, el resultado es el que éstos buscan: extender el conflicto para desgastar la alianza USA-ISRAEL.
Entretanto, los otrora aliados históricos de Estados Unidos en la región como Arabia Saudita Jordaniay Emiratos Arabes Unidos, –al que ahora debe agregarse Egipto por las repercusiones directas que la guerra tiene en su territorio- ya no se muestran tan dispuestos a prestar apoyo a los que por activa o pasiva sostienen al gobierno genocida de Netanyahu.
Así las cosas, el gobierno de Biden se encuentra frente al conflicto, aislado de sus socios europeos y también árabes, en el momento en que parecía poder aislar a su enemigo principal: Irán. Esto hace que el apoyo del presidente norteamericano a los israelíes acabe por ser un pésimo negocio para éste con las elecciones presidenciales a finales de este año.
Y como las malas noticias suelen ir acompañadas, la Rusia de Putin han conseguido recuperar la ciudad de Advidka, clave para el dominio de la zona del Donetsk, en Sur este de Ucrania. Vale decir la Federación Rusa no solo consigue detener la contraofensiva de los ucranios sino ponerse a la ofensiva de la batalla por el control de las zonas en disputa desde el 2014.
Ni las sanciones económicas de los aliados de Zelensky ni su apoyo económico y militar parecen afectar la política expansionista del autócrata ruso.
Y por eso, como si lloviera sobre mojado el senado de mayoría republicana ha postergado nuevamente la aprobación de la ayuda militar de 105 mil millones de dólares que los ucranios reclaman para frenar el avance de la Federación Rusa.
Sería injusto, sin embargo, convertir estos reveses de la guerra, en el anuncio de la capitulación de Kiev y menos aún en el abandono de Europa a la defensa de Ucrania. Recordemos que tras la invasión de Putin a los ucranios en el 2022 varios agoreros vaticinaban que Europa se dividiría y terminaría cruzada de brazos contemplando la toma de Kiev por los rusos. Algo parecido a lo que ocurrió con la toma de Crimea por Rusia en el 2014. Pero esta vez, la Unión Europea reaccionó rápido: acogió a millones de refugiados de ese país; aprobó un paquete de sanciones directas a Putin; desacopló el suministro de gas de Rusia, proveyendo ayuda militar y económica a Zelensky, de magnitudes desconocidas hasta ahora.
En este contexto no parece que un futuro inmediato prospere iniciativas de paz en Medio Oriente o Europa. Lo que sí se puede apreciar, en cambio, es que si ello llega a producirse sólo será un preludio de largos y sangrientos conflictos futuros que se desaten en las zonas ocupadas por los vencedores. Como si la historia quisiera torcer la célebre sentencia del Che “dos, tres, muchos Vietnam” y la cambiara por: “dos, tres, muchos Belfast”.
En el mundo actual de la hegemonía global financiera la guerra se soluciona con más guerras.
Esta tendencia presenta, sin embargo, un problema: los pueblos en general y también el norteamericano acaban por cansarse y siempre hay alguien que espera al otro lado del cansancio.
Porque del expresidente Trump se dirá cualquier cosa menos que no sepa aprovechar el cansancio de la gente. Si en vísperas de las elecciones, el gobierno de Biden no muestra liderazgo para solucionar o al menos conseguir pactos o acuerdos para impedir que las guerras se extiendan terminará convirtiéndose en el sepulturero de los demócratas. Y para eso Trump solo necesitará cambiar el sentido de su “American first” ayer dirigido a privilegiar los intereses norteamericanos respecto a la amenaza de la industria China y convertirla en anteponer los intereses del país americano por sobre los intereses de defensa de los europeos, o del Medio Oriente.
De allí el sentido de la sentencia de Trump respecto a la inutilidad de la OTAN e instar a los europeos ha contribuir efectivamente a su defensa.
Es evidente que no habrá paz en los próximos tiempos. Y peor que eso; las demenciales actitudes que ayer llevaron al mundo al chantaje atómico vuelven a repetirse. Pero esta vez los rusos hablan abierta y desembozadamente de la posibilidad de utilizar armamento nuclear como hasta hace poco lo hiciera el expresidente ruso Dmitri Medvédev que advirtiera directa y claramente a la OTAN que la derrota de Rusia en Ucrania se saldaría con el uso de armas nucleares allí. A su vez, el autócrata ruso lo hace velada, pero indubitablemente en su entrevista al periodista norteamericano Tucker Carlson haciendo referencia a los misiles hipersónicos que desde el espacio y con una carga nuclear podría anular las defensas norteamericanas frente a ataques de misiles rusos.
En esa misma entrevista, Putin considera a Ucrania un estado artificial. En su última comparecencia ante el parlamento ruso previno con consecuencias trágicas la participación de soldados europeos en el conflicto
Asistimos a un mundo más convulso y polarizado, más violento.
Y es imposible conseguir la paz en tanto las partes en conflicto pretendan ganar antes de negociar. Israel es el ejemplo de esto último. Todos sus argumentos se reducen finalmente a uno: no puede haber paz en palestina mientras el movimiento Hamas no sea eliminado. Pero Hamas no es una bacteria que puede eliminarse con bombardeos, de antibióticos. En esta metáfora es más bien un virus. Un virus que se reproduce cada vez que muere un niño, un anciano, una madre protegiéndolos. Los milicianos de Hamas se multiplican con cada hospital envuelto en llamas, con cada edificio que se derrumba con sus moradores dentro. Se multiplica gracias al hambre, la falta de agua potable, de medicamentos. Y se expande con la misma tormentosa velocidad de la diáspora de palestinos hacia ninguna parte.
Con la guerra de Ucrania ocurre algo similar, aunque no unilateralmente: Solo Rusia desconoce a Ucraniay por ende su derecho a pertenecer a las alianzas y pactos militares que desee conforme a sus actos de soberanía respaldados en el principio del Derecho a la Autodeterminación de las Naciones.
El mundo ha cambiado, y, sin embargo, esto pareciera deliberadamente ignorado por los principales actores de los conflictos bélicos: La pretensión de aislar a Rusia olvida que las alianzas se han ampliado en un paisaje atomizado. Rusia puede aliarse permanente o temporalmente con China, Irán y Corea del Norte. Estas nuevas alianzas han tenido un efecto directo y evidente en el suministro de municiones, drones y artillería que Rusia ha utilizado para contrarrestar los avances ucranios.
En el otro lado, Suecia, liberada de la oposición del húngaro Orban, hace su entrada en la OTAN, aportando un gran y sofisticado complejo militar, gracias a la invasión de Putin a Ucrania. Otro más para la guerra.
Nadie puede ganar estas guerras insensatas. Los israelíes no eliminarán a los milicianos y estos no acabarán con el estado de Israel. Rusia puede ganar la guerra y quedarse con los territorios conquistados, pero no conseguirá jamás la adhesión del pueblo ucranio: tendrá que someterlo por la fuerza.
En esta guerra interminable unos y otros sobrevivirán en medio de la muerte, la destrucción y la pobreza.
El mundo actual, global y digitalizado, es, además de violento, distópico, inasible en sus lógicas internas. Sus alianzas se presentan frágiles, transitorias. Si como parecen mostrar los resultados de las primarias del partido republicano y la decepción de los demócratas con Biden, por incapacidad de frenar las sanguinarias operaciones militares de Netanyahu, Trump vuelve a la Casa Blanca, el mundo estará a merced de líderes ambiciosos inescrupulosos y con pocas luces de los problemas estructurales de la tierra.
Como en un guion siniestro de juegos on line de niños bobos, la vida dependerá de todos los demás, incluidos entre ellos, el líder de la República Popular China Xi Jinping, hasta ahora, el que parece ser el más cuerdo en esta jauría histérica.
Termino de escribir mientras veo la ayuda humanitaria caer desde aviones jordanos, egipcios y norteamericanos mientras unos niños y niñas palestinos observan inmóviles, sin fuerzas para recogerlos y perdida toda esperanza de esperar algo, mientras yo, como tantos y tantas, sentimos deseos de pedir perdón por haber asistido cobarde y pasivamente a tanta muerte inútil. Algo dentro de mí grita: ¡No los perdones Señor, porque sabían lo que hacían!