Mi mundo de hoy trascurre entre la familia, el tratamiento de pacientes críticos y la docencia quirúrgica. Está muy lejos de los tiempos en que el mismo se compartía intensamente con responsabilidades sociales y políticas. Si bien opté por este, no dejé de observar el otro. Esto me convierte en una suerte de espectador con perspectiva.
Mirado desde hoy tuve un período corto pero intenso de participación política. Llegué a aquello buscando alcanzar una añoranza, hacer realidad sueños de justicia. Poner los beneficios del progreso al alcance de la mayoría. Así definí hace mucho el sentido de ser médico. Fue un intenso aprendizaje, hice la experiencia, pagué los costos. Mucho menores, por cierto, que los de mis compañeros a quienes quitaron la vida por tratar de tocar las estrellas con la mano.
Me aparté del mundo político. Ya en los tiempos en que nos reorganizábamos para iniciar la reconquista de la democracia, puesto en una posición de liderazgo, alguien, con más experiencia, me previno: son distintas las conductas dependiendo del período.
Dijo: cuando elijes un segundo, enfrentando una dictadura, eliges el mejor porque de él puede depender tu vida. Cuando se administra el poder aparece aquella pasión por mantenerte en la cúpula y entonces elijes un segundo que no te haga sombra, que no sea que dispute tu lugar. Es la némesis del éxito. Es lo que produce el progresivo deterioro del núcleo dirigente. No me interesa esa lucha por el poder. Conseguida la democracia opté por mi mundo quirúrgico.
Hay, con todo, un sesgo de egoísmo en esa opción. En el mundo social y político los resultados tardan décadas en alcanzarse, si es que se alcanzan. En mi mundo enfrentado a una persona gravemente lesionada, amenazada su existencia, debes hacer el diagnóstico, diseñar una estrategia terapéutica, realizarla con tus manos y en unos días, algunas semanas, cuando más unos meses, tienes el resultado. La retroalimentación es rápida y gratificante. Te pasa que un día caminas por la calle, alguien que no reconoces te abraza y lo oyes decir, gracias, me salvaron la vida. Eso no tiene precio. Adicionalmente están tus testigos, pacientes, sus familiares y discípulos que día a día evalúan tu consistencia y te ayudan a no perder la línea.
Ese es mi mundo de hoy. Desde él observo procesos y trayectorias. Unas no me sorprenden. Las de aquellos que estuvieron dispuestos a matar o a encubrir los asesinos para proteger sus intereses. Que usen el poder económico acumulado para cooptar, corromper, pervertir, amenazar, que estén dispuestos a estafar, cobrar de más y luego convertir en rehenes a los estafados para exigir no cumplir con la ley y ser “salvados” por el Gobierno a costa de todos nosotros sin que se les caiga la cara de vergüenza, resulta esperable.
Otras me entristecen. Las de quienes en su juventud caminaron a nuestro lado, algunos incluso nos condujeron y más tarde, en procesos que no conocemos, se fueron deslizando hasta las antípodas de sus antiguas posiciones hasta hacerse parte de la llamada elite. Cierto es que ya no existen las grandes definiciones del pasado que daban marco y sentido a la actividad política. Pero la ética debiera ser fundamente suficiente y bastar para guiar el comportamiento.
Son estrechas estas líneas para comentar los procesos hasta llegar al estallido de octubre, que sorprendió a unos, era esperable para otros y abrió paso al proceso constitucional que vi con esperanza y terminó, o va terminando en frustración. Aunque hay que reconocer que ha conseguido avanzar en desnudar flaquezas y desembozar intereses.
Se rechazó el primer proyecto no satisfizo a los electores. Arriesgo mi opinión. Este nuevo se volverá a rechazar. Pareciera que quedaríamos donde mismo estábamos en octubre. Creo que no. Hay frustración. Espero que también habrá aprendizaje.
Espero que las elites, a pesar de su disociación con nosotros los de a pie no se equivoquen. Puede ser la misma constitución, pero es diferente el escenario.
Suelo ir, a solicitud de alguno de mis discípulos, a intervenir algún paciente complejo a algún hospital. Lo he hecho por años. He visto cambiar el escenario. Hace cuarenta años operé por primera vez en el Félix Bulnes, el de Quinta Normal. Hace pocos días fui al nuevo en Cerro Navia. Un mundo de diferencia. Parece clínica se decía antes. Ahora no. Ahora es un nuevo hospital público. Debimos esperar para ingresar. Estaba lleno el muy amplio estacionamiento. A pesar de todo los beneficios del progreso van llegando a la mayoría. De eso no habrá retroceso. Son derechos conquistados.
No encontré el ambiente crispado, enervado y enervante que nos muestran los medios. Con tranquilidad todos abocados a sus tareas. El tema constitucional no era tema. Pareciera que ya todos adivinan el resultado. El centro de la preocupación era nuestro paciente. Venía de una zona rural de la región metropolitana a ejercer su derecho a atención de calidad. No esperaba menos y debíamos estar a la altura de sus expectativas. Puede ser la misma Constitución, pero es otro Chile.
3 comments
Le pones palabras al sentir de muchos
Lúcida interpretación de las experiencias vividas en ls historia de nuestro Chile
Que excelente reflexión Dr. Villegas, como siempre un lider de opinión, no solo en su vida personal ,como profesional y especialista en pacientes con quemaduras
Nunca olvidaré cuando atendió y le salvó la vida a Carmen Gloria.
Con los años nos acercamos a tenerla misma visión,desde un camino recorrido no tan diferente, con tremendos dolores vividos en dictadura, como mujer, nieta, enfermera y madre. Muchas felicitaciones Dr. Jorge Villegas
Liliana
Que excelente reflexión Dr. Villegas, como siempre un lider de opinión, no solo en su vida personal ,como profesional y especialista en pacientes con quemaduras
Nunca olvidaré cuando atendió y le salvó la vida a Carmen Gloria.
Con los años nos acercamos a tenerla misma visión,desde un camino recorrido no tan diferente, con tremendos dolores vividos en dictadura, como mujer, nieta, enfermera y madre. Muchas felicitaciones Dr. Jorge Villegas
Liliana