La pandemia continúa, llevará tiempo detenerla. Hay nuevas realidades: buenas y malas. Se necesitan estrategias políticas que ls aborden de frente sin pavonearse ni en el gesto ni en la palabra.
Hace pocos días una amiga me indicaba que cuando veía una película o una serie le parecía extraño apreciar que la gente aparecía sin mascarillas. Reaccionaba entre divertida y preocupada pues la película que estaba viendo era anterior al coronavirus. Yo he vivido situaciones similares en este proceso de adaptación a la pandemia. Siento las limitaciones, las malvivo, pero en esencia hago lo mismo que, más o menos, todos: aprecio como sobrevivo junto a las personas más cercanas, tratando de ayudarnos entre todos.
Estoy convencido de que sobrevivir también es vivir. Sin dejar de añorar costumbres que no puedo practicar a entera libertad salvo que quiera arriesgar mi vida. Es un problema personal, cierto, pero no puedo hacerlo con la de los demás sin su consentimiento. No creo que exista un número relevante de personas, a nivel global, a las que les dé lo mismo contagiarse o contagiar a los demás. Así, soy uno más de los que entienden y respetan las indicaciones objetivas para no contagiarse. Lo que no es poco, pues éstas cambian parte de la vida que hemos tejido todos durante cientos de años. Incluye a quienes deben moverse todos los días, a veces más de una vez, para conseguir comida.
Desde hace más de un año nos movemos llenos de contradicciones personales y colectivas por mantener una sana distancia. Es muy difícil hacerlo en lo personal, familiar y también en lo laboral, sea en la producción o en los servicios. Más ahora que movilizarse se convirtió en un riesgo. Con la pandemia se consolida el teletrabajo, la educación y comercio a distancia, la administración, la dirección y gestión, lo que podría reducir la movilidad multitudinaria con atochamientos y apretujamientos. Muchas personas cambiarán para siempre su manera de trabajar y con ello una parte importante de cómo se relacionan con otros. Eso puede extrañarnos y paralizarnos durante un tiempo, pero también abre nuevas dimensiones reales y concretas.
Yo coincido con quienes señalaron desde un inicio que no sabían exactamente cómo vencer a la pandemia, sin embargo, recomendaron tomar prevenciones sociales, sana distancia y mascarillas. Al percibir la fuerza global de la enfermedad entendieron la magnitud de su expansión previendo largos periodo de contagio, hasta que la humanidad, la sociedad global tenga cierto control y conocimientos para sobrevivir al virus. Se requiere tiempo para avanzar en la ciencia y la implementación de sus soluciones y vacunas, entre otros antídotos. También parece indispensable destrabar una estructura política controlada por la debilidad de una economía basada en las finanzas y sus sostenedores. Con este estornudo de la naturaleza quedaron a la intemperie. Su situación es riesgosa. Incluidos quienes aumentaron sus patrimonios financieros sin capacidad de detener ni acortar la pandemia, ni menos el malestar y desesperación provocado por el frenazo global de la economía.
Sin cortar la expansión del virus con vacuna, sana distancia, mascarillas, y renta básica universal es difícil detener la pandemia. La lucha contra las oleadas, rebrotes y variantes es y será larga. Es la naturaleza de la enfermedad y una de sus peores consecuencias, el negacionismo de personas unidimensionales en lo económico y/o lo religioso. La sobrevivencia requiere un comportamiento global. Si no hay sincronía en las costumbres y actividades con los resguardos, el contagio continuará con sus oleadas y rebrotes, prolongando por años sus efectos y consecuencias sociales.
Para quienes tienen una mentalidad de costo – beneficio como definición de su éxito en la vida, esta realidad innegable es una pesadilla que cuestiona sus habilidades y forma de vida.
La política que vive un proceso de reordenamiento de liderazgos, alianzas, ideas y programas, requiere salir de la inmediatez que la atrapa mediáticamente en una chicharra que activa “por horas” a grupos de partidarios y rivales. Para poder pensar y comunicar a la población sus visiones de las nuevas realidades generadas con la pandemia y el frenazo económico global. Ojalá sin confundir las urgencias con la dimensión y duración efectiva de la catástrofe. Los desafíos son las nuevas realidades que exigen esfuerzos constantes. Nadie puede prometer volver al pasado sin ser enjuiciado como demagogo. Este periodo político será difícil, hay una conciencia reivindicativa muy extendida en las generaciones intermedias, capturadas con la oferta inmediata, con la primera finta y votan en consecuencia. Será difícil cohesionar estrategias si no se les plantea a todos los habitantes y de frente las nuevas realidades: las buenas y las malas.
El escenario político 2021 requiere de estrategias políticas. No será un debate de políticas públicas asépticas el que nos conduzca a sortear las dificultades y reacciones en un cuadro de realidad lleno de sorpresa. Antes hay que saber apreciar cómo se agruparon las fuerzas con los cambios generados por las movilizaciones sociales y el contagio. Parece un desafío mayor para quienes hacen gala de ningún esfuerzo por saber o entender lo que viene por delante.