No deja de ser paradójico que en un país que ha registrado un inédito estallido social y sostenida movilización en contra de los abusos y las desigualdades, demandando cambios y transformaciones la derecha mantenga la primera opción para ganar las elecciones del próximo mes de abril (incluyendo la de integrantes la Convención Constituyente) poco después que la opción por el apruebo y una convención íntegramente elegida se impusiera con el 80 % de las preferencias. Ello ocurre contrariando también las expectativas de cambio para la contienda presidencial y parlamentaria del próximo mes de noviembre.
Un pronóstico que ciertamente contrasta con la realidad de un gobierno prematuramente agotado y fracasado, que registra un apoyo paupérrimo en las encuestas (un 7 %, cercano al margen de error). En un país con tan aguda crisis sanitaria, económica y social es todo un contrasentido,
Un pronóstico que ciertamente contrasta con la realidad de un gobierno prematuramente agotado y fracasado, que registra un apoyo paupérrimo en las encuestas (un 7 %, cercano al margen de error). En un país con tan aguda crisis sanitaria, económica y social es todo un contrasentido,
Ello sólo lo explicaría la fragmentación y división opositora, que parece plasmarse (con suerte) en dos polos, con diferencias aparentemente irreconciliables. Así se manifestaría en una alianza de centro izquierda, que va desde la DC hasta los partidos que se reconocen en una matriz socialista y democrática, agrupados hoy en lo que se conoce como Unidad Constituyente, con la posibilidad de integrar a sectores desgajados del Frente Amplio, incluido el Partido Liberal, y, en contraste, un polo de izquierda, constituido por el Partido Comunista y sus aliados de Chile Digno, al que han resuelto concurrir los partidos que aún integran el Frente Amplio.
Las resoluciones del reciente Congreso del Partido Comunista reafirman la voluntad de avanzar en la conformación de un frente antineoliberal (sin medias tintas), que no busca la unidad de la oposición, “La realidad impone la diferenciación nítida con quienes administraron el modelo neoliberal durante 47 años” Más claro echarle agua.
La renuncia de dos parlamentarios de Revolución Democrática, así como la salida del Partido Liberal del Frente Amplio, es una reacción a la voluntad de los partidos que aún lo conforman para concurrir a una alianza con el Partido Comunista y sus aliados, como quedara refrendado en la consulta interna realizada por Revolución Democrática( votaron menos de 800 militantes ,el 2 % de su padrón), que mayoritariamente ratificó concurrir a dicho acuerdo.
Ciertamente es una opción legítima, que encuentra reparos mayores en el resto de la oposición, como lo manifestara el Presidente del PS acusando un grave error político al obsequiarle a la derecha minoritaria un poder de veto en la futura Convención Constituyente, el eventual control de la mayoría de las gobernaciones y municipios, pavimentando el sendero para su proyección y sobrevivencia futura, a partir de la pragmática alianza que la derecha acostumbra aplicar más allá de sus conocidas discrepancias internas..
La línea divisoria
La línea divisoria estaría marcada por una sesgada lectura de los últimos treinta años que imputa a los partidos que integraron la Concertación de haberse limitado a administrar y perfeccionar el modelo neoliberal heredado de la dictadura, subyaciendo una crítica radical al pacto que posibilitó el proceso de transición.
El debate en torno a los últimos treinta años no profundiza en sus evidentes limitaciones e insuficiencias tras 17 años de dictadura y su pesada herencia. Más allá de los reconocidos errores se acentúa una lectura crítica del pasado con ojos del presente. En ese sendero se tiende a exonerar a la derecha y el rol que cumplió para defender la institucionalidad heredada y el modelo neoliberal al amparo de los enclaves autoritarios. En ese sendero se minimizan los notables avances y transformaciones alcanzados por el país.
El debate en torno a los últimos treinta años no profundiza en sus evidentes limitaciones e insuficiencias tras 17 años de dictadura y su pesada herencia. Más allá de los reconocidos errores se acentúa una lectura crítica del pasado con ojos del presente.
Ciertamente hubo déficits, errores e insuficiencias, que sectores de la propia ex Concertación fueron los primeros en señalar en una lacerante polémica, que dividió a autocomplacientes y flagelantes. No puede ocultarse que el conglomerado de centroizquierda perdió parte de su vocación transformadora en el prolongado y desgastante ejercicio del poder, agotando un ciclo. Posteriormente la Nueva Mayoría no logró plasmarse en una verdadera coalición, producto de sus contradicciones y diferencias.
Ciertamente hubo déficits, errores e insuficiencias, que sectores de la propia ex Concertación fueron los primeros en señalar en una lacerante polémica, que dividió a autocomplacientes y flagelantes.
Probablemente se deba excluir de este análisis crítico y autocrítico, a los sectores del Frente Amplio (no a todos. Algunos de sus militantes provienen de la ex Concertación) que nacieron a la vida política en democracia, representando un difuso pero extendido malestar social en contra de los abusos, malas prácticas y un orden injusto, buscando la renovación de la política. Una tarea pendiente como lo reconoce uno de sus ideólogos. Y no deja de ser sensible que a escasos años de su fundación, haya sufrido tantos quiebres y escisiones internas.
Las elecciones como una batalla por el futuro
Siendo muy relevante este debate sobre el pasado reciente y no tan sólo los últimos treinta años, las elecciones son una batalla por el futuro, en donde se juegan proyectos y alternativas que no terminan de aparecer con nitidez frente al país.
En lo fundamental, en las elecciones del próximo mes de abril se juega la suerte del proceso constituyente. La derecha ha explicitado su decisión de unirse, incluso con los republicanos liderados por José Antonio Kast, para constituirse en la primera minoría y defender la actual institucionalidad. En palabras de Pablo Longueira, “para defender, artículo por artículo, la Constitución de Jaime (Guzmán)”.
En lo fundamental, en las elecciones del próximo mes de abril se juega la suerte del proceso constituyente. La derecha ha explicitado su decisión de unirse, incluso con los republicanos liderados por José Antonio Kast, para constituirse en la primera minoría y defender la actual institucionalidad. En palabras de Pablo Longueira, “para defender, artículo por artículo, la Constitución de Jaime (Guzmán)”.
El proceso constituyente enfrenta riesgos. Más aún si prima la lógica de confrontación y vetos cruzados antes que los esfuerzos por construir consensos amplios para redactar una nueva Constitución que acoja la amplia diversidad política, social y cultural del país.
Aprovechando la división opositora, la derecha apuesta a ganar la mayoría de las alcaldías y gobernaciones regionales. Así lo manifiesta el acuerdo entre Joaquín Lavín, Evelyn Matthei y Mario Desbordes para suscribir una verdadera tregua en la disputa por el liderazgo oficialista y asegurar un triunfo en las elecciones de abril, asumiendo que en estas elecciones de juega el futuro de su sector,
Aprovechando la división opositora, la derecha apuesta a ganar la mayoría de las alcaldías y gobernaciones regionales. Así lo manifiesta el acuerdo entre Joaquín Lavín, Evelyn Matthei y Mario Desbordes para suscribir una verdadera tregua en la disputa por el liderazgo oficialista y asegurar un triunfo en las elecciones de abril, asumiendo que en estas elecciones de juega el futuro de su sector,
Un razonamiento elemental que aparentemente un sector de la oposición no termina por asumir, privilegiando la distinción y competencia por sobre la indispensable cooperación.
Las alternativas en juego
En estos tiempos de crisis, incertidumbre y malestar social, la ciudadanía espera de las elites políticas no tan sólo propuestas viables para superarla sino también alternativas de futuro confiables, apoyadas por una clara mayoría social y política. Una oposición dividida y fragmentada no está en condiciones de ofrecer esa alternativa de mayorías.
Una oposición dividida y fragmentada no está en condiciones de ofrecer esa alternativa de mayorías.
Tampoco la derecha está en condiciones de ofrecer una salida que asegure la gobernabilidad futura del país, pese a que hoy aparecen con la mejor opción de mantenerse en el poder gracias a la dispersión opositora. Lavín ha hablado de “un gobierno de convivencia nacional”, que concilie las ideas de una nueva derecha con el ideario “social demócrata” a su dudoso saber y entender. Sectores de la izquierda insisten en la idea de un amplio acuerdo, sin exclusiones, del progresismo en su más amplia diversidad.
Tampoco la derecha está en condiciones de ofrecer una salida que asegure la gobernabilidad futura del país
Y subyace la tentación de una aventura populista, de izquierda, de derecha, o todo lo contrario. Como las que han vivido varios países no tan sólo en nuestra región. Y en estos tiempos algunas encuestas- con todas sus limitaciones – manifiestan señales en ese sentido.