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Ya no le puedo decir te amo con locura
a mi bella novia de juventud.
Ya no puedo saludar a los poetas
que vienen de la lejana isla de Japón.
Ya no puedo maldecir a los asesinos
de mi hermano menor.
Ya no puedo gritar con alegría
el triunfo de mi equipo favorito.
Ya no puedo contar aquellos cuentos
de súper héroes a mis nietos.
Ya no puedo entonar la hermosa canción
“Imagine” de John Lennon.
Ya no puedo recitar un poema
en el Congreso de los Poetas Malditos.
Y lo más triste es que ya no puedo leer
el discurso de despedida de mi querida madre.