La cultura es la mejor manera de defender el valor de la libertad y la herramienta para acercarnos y dar a conocer las diferencias que siempre se entrecruzan. Esa fe en la diplomacia cultural es la que debería estar en el corazón de la política de nuestro tiempo.
Entre los días 6 y 15 de noviembre se efectuó en la ciudad de Trieste, la XXXVI versión del Festival de Cine Íbero-Latino Americano que desde hace 36 años reúne a muchos de sus principales exponentes, quienes tienen la oportunidad de mostrar sus obras al público italiano. También el Festival incluye una sesión dedicada a la península ibérica, es decir se presentan creaciones de España y Portugal. Este año la Sala Lutazzi y el Museo Revoltella, fueron los lugares donde realizadores, productores, actores, periodistas y naturalmente el público en general, tuvieron oportunidad de disfrutar de 90 películas y documentales, junto con interesantes presentaciones y conversaciones con los asistentes. Todas las películas exhibidas, así como los diálogos con el público contaban con subtítulos al italiano y traducción simultánea gracias a la cooperación existente entre el Festival y la Universidad de Trieste junto a su prestigiada facultad de estudios de lenguas modernas para intérpretes y traducciones. Asimismo, colabora con las universidades de Udine, Padova, Venecia, Boloña y Salerno, junto a otras instituciones.
La película chilena “La mirada incendiada” (2021), de la realizadora Tatiana Gaviola, se adjudicó este año el premio al mejor largometraje del concurso oficial, otorgado por el jurado compuesto por Luigi Cuciniello, Enric Bou y Alberto García Ferrer. Basada en un hecho real, ocurrido en una protesta contra la dictadura militar de Pinochet, en 1986, narra la historia del joven fotógrafo, quien trabajaba para una agencia internacional, Rodrigo Rojas de Negri y su compañera Carmen Gloria Quintana. Ambos fueron rociados con gasolina por una patrulla militar y quemados vivos. Rodrigo falleció producto de las heridas y Carmen Gloria sobrevivió quedando con su cuerpo y rostro deformados.
Argentina obtuvo el premio a la mejor dirección con “El silencio del cazador” (2020), de Martín Desalvo, mientras que México se llevó el premio al mejor guion con “Amalgama” (2021), de Carlos Cuarón. República Dominicana obtuvo el premio especial del jurado con “Malpaso” (2020), del realizador Héctor Valdez.
Para el público que acompañó el Festival la mejor película fue “Mapa de sueños latinoamericanos” (2020), del realizador argentino, Martín Weber. Debe destacarse también la riqueza de los documentales presentados que nos muestran realidades de hechos históricos de la vida política y social de la región. Toda la información y programación del Festival se puede revisar en cinelatinotrieste.org donde se describen las diferentes categorías de concurso, descripción de las películas, perfiles de los miembros del jurado y de los realizadores, entre otros aspectos del festival.
América Latina sigue siendo una región lejana y desconocida para buena parte de Italia por lo que un festival de esta característica ofrece la oportunidad de acercar los países y su diversidad cultural a Europa. Además, el Festival efectúa una labor educativa de extensión llevando muestras de lo que fue la última versión, películas ganadoras, a diversas ciudades de Italia.
Definitivamente Trieste ha pasado a ser un referente indispensable para los realizadores de América Latina. Representa una de las pocas ventanas de entrada a este continente rico en creaciones y cultura cinematográfica que ha sido y continúa siendo escuela para muchísimos de los cineastas latinoamericanos, así como para las nuevas generaciones que exploran este universo infinito del arte. Asimismo, para el público italiano representa una oportunidad para seguir la evolución de la industria cinematográfica de una parte lejana del mundo que ha crecido y desarrollado una mirada propia, particular, rica en historia y creatividad. Para la ciudad de Trieste es también una ocasión de proyectarse internacionalmente y una oportunidad para ingresar al imaginario latinoamericano a través de las notas de prensa, entrevistas y reportajes que genera la presencia de realizadores de América Latina en cada uno de sus países.
El festival ha logrado un sólido prestigio gracias al trabajo y esfuerzo de su fundador y director, Rodrigo Díaz, quien llegó a Italia como uno de los tantos refugiados que escaparon de la larga noche de terror y sangre provocada por la dictadura militar chilena, que encabezó Augusto Pinochet. Italia no solo le abrió las puertas si no las autoridades italianas han contribuido a ser posible este festival que con mucho esfuerzo y sacrificio se inició en el siglo pasado, en 1985, gracias al apoyo de la ciudad de Trieste y la región, Friuli Venezia Giulia. Hoy existe una alianza que puede y debe afianzarse aún más por la rica colaboración que entregan sus autoridades y la Universidad de Trieste junto a todo el apoyo logístico que recibe de diversas instituciones tanto públicas como privadas. Más importante aún es el generoso e incondicional apoyo que entregan decenas de estudiantes que trabajan voluntariamente durante nueve días, acompañando a los invitados, traduciendo, repartiendo material e informaciones del Festival. Trieste se ha ganado un lugar en el corazón del mundo del cine íbero latinoamericano y la ciudad ha enriquecido su vida cultural con un Festival que ya ha ganado prestigio y por donde han desfilado los grandes nombres del cine de América Latina, especialmente, y también de la literatura, como el fallecido escritor Luis Sepúlveda, quien siempre entregó su apoyo a este espacio para mostrar el trabajo de los creadores de América Latina. El profesionalismo que ha adquirido el Festival es mérito del trabajo en equipo y del celo con que su director ha defendido su independencia, resistiendo algunas veces presiones de algunos países a través de sus embajadas en Roma.
Además, desde el año 2003 el Festival entrega el “Premio Salvador Allende” a diversas personalidades de la cultura, el cine, el arte, la ciencia y la política. Entre otras podemos destacar al periodista Roberto Savio, los cineastas Carmen Castillo y Patricio Guzmán, el científico Fernando Quevedo o la fundadora de la asociación “Madres de la Plaza de Mayo” de Argentina, Vera Vigevani Jarach. Como reconocimiento a la lucha por el respeto a los derechos humanos en América Latina, se entregó el premio de manera póstuma, al ex primer ministro de Italia, Bettino Craxi y al diplomático Tomasso de Vergottini, quien en 1973 no vaciló en abrir las puertas de la embajada italiana en Santiago a cientos de hombres y mujeres perseguidos por la dictadura militar chilena.
La paradoja para América Latina es que el Festival de Cine Íbero- Latinoamericano de Trieste permite ver películas que no llegan a los circuitos comerciales de la región, donde en la mayoría de los casos están dominados por las grandes distribuidoras estadounidenses que solo actúan con criterio de mercado. Tampoco existen incentivos o acuerdos entre gobiernos para presentar las creaciones producidas en los diversos países y generar a través del cine un mayor conocimiento que contribuya a una real integración. Así, Trieste permite en nueve días de Festival, poder ver películas que difícilmente llegarán a las pantallas de las salas de cine latinoamericanas.
Mucha de la profundidad e inteligencia de esta «mirada» le debemos al director Rodrigo Díaz y al equipo de jóvenes que le acompañan en la organización del Festival. La idea de involucrar al mundo de las escuelas en este trabajo –principalmente la de intérpretes– para dar a conocer, a través del Festival la riqueza de la cultura de América Latina crea un puente entre dos continentes. Nos parece que en este esfuerzo que se prolonga durante 36 años, hay otra convicción importante: que la cultura es la mejor manera de defender el valor de la libertad y ser la herramienta para acercarnos y dar a conocer las diferencias que siempre han estado entrecruzadas. Esa fe en la diplomacia cultural es la que debería estar en el corazón de la política de nuestro tiempo.
(*)Fernando Ayala, ex embajador de Chile en Italia y actual subdirector de desarrollo estratégico de la Universidad de Chile.
Massimo Bray, exministro de cultura de Italia y actual director de la Enciclopedia Italiana.