Por Jaime
Gazmuri
Académico Universidad de Talca
El último mes ha sido particularmente complejo para el Presidente Bolsonaro y la diplomacia brasileña. Los incendios desatados principalmente en la selva amazónica han causado honda consternación en el país y en todo el mundo.
Sao Paulo, ubicado a miles de kilómetros de la Amazonía se vio envuelta en una densa nube negra proveniente de los bosques incendiados: millones de brasileros tomaron conciencia que la devastación de la mayor selva tropical del mundo, tocaba a la puerta de su casa. Las imágenes se esparcieron por todo el mundo, causando una evidente y legítima reacción en una opinión pública mundial cada vez más consciente de las amenazas que el calentamiento global plantea para la conservación de los equilibrios ecológicos del planeta.
La Amazonía, de cuya superficie un 60% está en territorio brasileño, es el mayor reservorio de reducción de gas carbónico y de liberación de oxígeno de la tierra y es decisiva para regular el régimen de lluvias tanto del Brasil como de toda la cuenca del Plata, y por lo tanto para la sustentación de los sistemas agrícolas del Paraguay, Uruguay y la Argentina.
La Amazonía, de cuya superficie un 60% está en territorio brasileño, es el mayor reservorio de reducción de gas carbónico y de liberación de oxígeno de la tierra y es decisiva para regular el régimen de lluvias tanto del Brasil como de toda la cuenca del Plata, y por lo tanto para la sustentación de los sistemas agrícolas del Paraguay, Uruguay y la Argentina.
La deforestación de la Amazonía no es un hecho nuevo. Además, normalmente en esta época se producen incendios tanto en el llamado cerrado del centro oeste como en la selva amazónica, originados en varias causas, y favorecidos por corresponder a una estación seca.
El problema es que la deforestación producida en los primeros siete meses de este año ha aumentado en un 67% respecto del año anterior según los datos de la agencia espacial brasileña. Ello se produce después del éxito en detener la deforestación conseguido durante los Gobiernos de Lula y Dilma, que entre 2005 y 2012 la redujeron en un 80%. Esto, producto del fortalecimiento de la institucionalidad ambiental, un mayor control de la tala ilegal con fines agrícolas o mineros, la delimitación de las reservas indígenas, la prevención y reforestación. Se contó también con apoyo financiero internacional, principalmente de Noruega y Alemania.
Se plantea la cuestión política del grado de responsabilidad que tiene el Gobierno de Bolsonaro en el espectacular aumento de la deforestación en 2019. Y resulta evidente que sí la tiene, directa e indirectamente.
Se plantea la cuestión política del grado de responsabilidad que tiene el Gobierno de Bolsonaro en el espectacular aumento de la deforestación en 2019. Y resulta evidente que sí la tiene, directa e indirectamente. Para comenzar, el Presidente cree que el calentamiento global es una invención de oscuras fuerzas internacionales que, entre otros propósitos, tiene el de amenazar la soberanía brasileña sobre la Amazonía. En segundo lugar, ha ido desmantelando la institucionalidad ambiental, negando la veracidad de los datos de sus propias instituciones. Propone ampliar las explotaciones agrícolas y mineras en la selva, llegándose a autoproclamar “capitán moto sierra”, lo que, junto a la paralización de la demarcación de las reservas, estimula desde la Presidencia, la tala, quema y ocupación ilegales. Asimismo, clausuró la colaboración noruega y alemana, señalando que con esos recursos podrían reforestar Europa.
Propone ampliar las explotaciones agrícolas y mineras en la selva, llegándose a autoproclamar “capitán moto sierra”, lo que, junto a la paralización de la demarcación de las reservas, estimula desde la Presidencia, la tala, quema y ocupación ilegales.
Al inicio de la emergencia, Bolsonaro sugirió que los incendios podrían estar siendo provocados por activistas de las ONG ambientalistas con el objeto de dañar su Gobierno. Ante la evidencia de la magnitud de la catástrofe y de una fuerte reacción interna, se vio obligado a rectificar, movilizó a 40.000 efectivos de las Fuerzas Armadas y envió un representante a la reunión de mandatarios de los países amazónicos para enfrentar de conjunto la preservación de las selvas.
De Europa, Piñera pasó a Brasil y fue recibido por Bolsonaro, supuestamente en su calidad de Presidente de PROSUL. Del resultado de sus gestiones, hasta ahora, no se han tenido noticias.
Invitado el Presidente Piñera a la cumbre de la G7 en Francia en su calidad de anfitrión de la COP25, y ante la negativa de Bolsonaro a aceptar una donación del orden de unos 22 millones de euros para colaborar con la detención de los incendios, se ofreció -o le ofrecieron, no ha quedado claro- para realizar una mediación entre la UE y Brasil y dar curso a la colaboración entre ambos. De Europa, Piñera pasó a Brasil y fue recibido por Bolsonaro, supuestamente en su calidad de Presidente de PROSUL. Del resultado de sus gestiones, hasta ahora, no se han tenido noticias.
Todo este vistoso episodio muestra las debilidades de la actividad internacional del Presidente Piñera que parece buscar protagonismo y liderazgo regional.
Recién regresado a Santiago, el Presidente tuvo que enfrentar las consecuencias de unas desafortunadas declaraciones realizadas por Bolsonaro a raíz de una advertencia de Michelle Bachelet, en su calidad de Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU, por el aumento de la violencia policial en Brasil. El Presidente de Brasil defendió el Golpe de Estado de Pinochet en 1973 y atacó duramente no solo a la ex Mandataria sino a su padre, el General Bachelet. Era evidente que el Gobierno no podía sino reaccionar ante una afrenta de ese calibre a una ex Presidenta de Chile. Piñera rechazó los ataques, pero innecesariamente relativizó las afirmaciones de la Alta Comisionada sobre los excesos policiales y el juicio de Bolsonaro sobre el Golpe del 73.
Es más, como lo ha señalado el Foro Permanente para la Relaciones Internacionales, el actual Gobierno parece abandonar algunos de los principios que caracterizaron e hicieron respetable y creíble la política exterior de Chile en los últimos decenios. }
Todo este vistoso episodio muestra las debilidades de la actividad internacional del Presidente Piñera que parece buscar protagonismo y liderazgo regional, pero que no obedece a un diseño definido ni se fundamenta en una política que recoja los múltiples problemas y desafíos que enfrenta América Latina, y que le permita jugar un papel positivo en la región. Es más, como lo ha señalado el Foro Permanente para la Relaciones Internacionales, el actual Gobierno parece abandonar algunos de los principios que caracterizaron e hicieron respetable y creíble la política exterior de Chile en los últimos decenios. En las actuales condiciones parece particularmente necesario retomar el concepto de “convergencia en la diversidad” para orientar nuestra política regional.
Bastará que se cumpla el pronóstico de la próxima elección argentina y que Alberto Fernández asuma la presidencia, para que el proyecto estrella de Piñera y Duque, el PROSUL, entre en hibernación.
Bastará que se cumpla el pronóstico de la próxima elección argentina y que Alberto Fernández asuma la presidencia, para que el proyecto estrella de Piñera y Duque, el PROSUL, entre en hibernación. Porque no es posible construir instituciones regionales sólidas con pies de barro, basadas en las coincidencias ideológicas de Presidentes por definición transitorios. Si el Presidente aprende esta lección fundamental, podrá jugar un papel positivo en nuestra convulsionada región.
Si el Presidente aprende esta lección fundamental, podrá jugar un papel positivo en nuestra convulsionada región.