CONTRAPUNTO. Mitos y realidades del CPTPP.

por La Nueva Mirada

Por José Miguel Insulza
Partido Socialista
Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado

Aunque el nombre básico es el mismo (Alianza Transpacífico – Transpacific Partnership) en realidad, hay dos TPP. El primero, negociado a lo largo del primer gobierno de Sebastián Piñera y la primera parte del gobierno de Bachelet, concluyó sus negociaciones a fines de 2015 y fue suscrito por nuestro país el 4 de febrero de 2016. Aunque ese acuerdo era entre doce países, la posición dominante en él la tenía Estados Unidos. Era lógico: la economía norteamericana era, en términos generales, equivalente a la suma de todas las demás economías participantes.

Pero con el cambio de mando en la Presidencia de Estados Unidos, ese tratado perecería. Donald Trump ya lo había denunciado como un pésimo acuerdo, lesivo para la economía de Estados Unidos. Pocos meses después, el 18 de enero de 2016, Trump retiró la firma del TPP, probablemente pensando que con eso la mayor parte de los miembros no seguiría participando. Sin embargo, dado que la idea original había surgido más de una década antes, como una iniciativa de algunas economías pequeñas y medianas, entre las cuales estaba Chile, los demás firmantes del TPP se negaron a dar por cancelado el acuerdo y lo rehicieron, eliminando de paso una serie de cláusulas, especialmente de propiedad intelectual, que habían sido requeridas por Estados Unidos y que los miembros restantes no consideraban de su interés. Surgió así un nuevo acuerdo, que mantuvo el nombre inicial, agregando al comienzo los términos de “Comprehensivo y Progresista” para señalar su decisión de seguir avanzando en la materia, aun sin la participación de la potencia mayor.

Chile y su presidenta fueron determinantes en esta decisión, hasta el punto que el acuerdo CPTPP se apresuró para ser firmado en Santiago de Chile el 8 de marzo de 2018, tres días antes de concluir el período presidencial. En efecto, fue nuestro país el que actuó con rapidez para impedir que la decisión de Trump de retirarse del Tratado afectara nuestros intereses y los de las naciones emergentes del Asia Pacifico.

Las mayores objeciones de diversos sectores del país surgieron con fuerza durante el periodo de negociación del primer TPP que incluía como protagonista a Estados Unidos. Era evidente, dada la preocupación natural que provocaba la insistencia norteamericana en proteger excesivamente sus patentes farmacéuticas y otros aspectos de propiedad intelectual; y de manera más general por la sola presencia de un país dominante en el Pacifico que buscaba forjar una alianza económica que, al excluir a China, adquiría un evidente tinte estratégico.

Lo sorprendente ha sido la prolongación de la crítica, hasta violenta en redes sociales, hacia un acuerdo entre países intermedios que no tienen ninguna capacidad ni voluntad hegemónica, en un área como el Asia Pacífico a la cual Chile ha destinado esfuerzos muy importantes desde hace tres décadas. Que un Tratado que se suscribe con naciones como Nueva Zelandia, Japón, Malasia, Canadá, México, Australia y Vietnam y fue suscrito en sus dos versiones por la presidenta socialista de Chile, sea presentado como una traición sin precedentes a los intereses del país, parece ilógico y carente de toda proporción.

Por ello, aprobado el TPP11 en la Cámara de Diputados, en la Comisión del Relaciones Exteriores del Senado optamos por abrir el debate a todos quienes quisieran venir a nuestras audiencias para exponer sus razones en favor o en contra del Tratado. A ese llamado concurrieron partidarios y detractores y ninguno de ser escuchado.

Las objeciones presentadas fueron de carácter particular y general. Las de carácter particular consistían en interpretaciones y aprehensiones sobre el texto, especialmente en temas como la posibilidad de “retorno” de Estados Unidos al TPP, el alcance de las normas sobre temas laborales, la posible apropiación de semillas originarias, el tema de las patentes de invención, la prohibición de acceso al país de productos transgénicos, la participación de las Pymes, la posibilidad de que el Tratado sea usado para impedir o limitar las inversiones y la solución de controversias.

Escuchadas las objeciones y las explicaciones de los responsables del Tratado en el gobierno anterior y el gobierno actual se redactó un Acuerdo de Entendimiento suscrito por todos los miembros de Comisión y el Ministro de Relaciones Exteriores. El Acuerdo responde a cada una de las interrogantes planteadas: si Estados Unidos o cualquier otro país quiere adherir al TPP debe negociar nuevamente con cada uno de los países miembros, incluido Chile; la ley laboral chilena es plenamente respetada y se le agregan las normas contra el trabajo infantil, fortaleciendo así nuestra posición; todos los temas de patentes que eran preocupantes quedaron excluidos con la marginación de Estados Unidos; no pueden patentarse semillas originarias chilenas ni sus derivados; no pueden ingresar al país productos transgénicos; el tratado contiene un tratamiento especial para las Pymes; nada en el Tratado contradice las normas chilenas actuales o futuras en materia de inversiones; y el sistema de solución de controversias no presenta ninguna innovación respecto de los que Chile ya tiene en casi todos sus Tratados sobre la materia.

A fines de este año se realizará en Chile la reunión de APEC, que reúne por segunda vez en Chile a todos los países del Asia Pacifico, entre ellos los diez que han suscrito el TPP11. Entre ellos, siete son economías emergentes de Asia, la zona de mayor crecimiento en el mundo, con la cual podemos aumentar sustantivamente nuestro intercambio, en momentos de debilitamiento de nuestra economía y nuestro comercio exterior. No es imaginable que los recibamos con la noticia de que Chile se ha apartado de ellos, para abrazar una política proteccionista, que sólo puede aumentar la crisis de nuestra economía.

Chile adoptó de manera decidida una política de libre comercio que ha marcado nuestro desarrollo como nación por las últimas tres décadas. Esa política se expresa en un gran número de Tratados con todos nuestros socios de América latina, con los tres países de América del Norte, con la Unión Europea y hace menos tiempo con la mayor parte de los países del Asia Pacífico, que llegaron incluso a modificar sus políticas más tradicionales para suscribir esos Acuerdos con nosotros.

Hasta hace pocos años, esta política formó parte de nuestros consensos en materia de Política Exterior de Estado. Todos nuestros Tratados Comerciales han sido apoyados por amplias mayorías en este Congreso. Corresponde ahora debatir si continuaremos en esa línea que ha traído beneficios al país, en un marco internacional en que, desde vario lados, se cuestiona la globalización, se pone énfasis en sus limitaciones, crecen tendencias proteccionistas y se reviven nacionalismos también en el plano económico y comercial. Esa es la política de Trump, no la nuestra.

Lo que ocurre en Chile no es nuevo. También en Estados Unidos, en países del Este de Europa, en partes de Asia, se reniega de los instrumentos que se han elegido en materia comercial. No se trata sólo de cuestionar aspectos de ellos, que ciertamente podrían mejorarse, se trata de eliminarlos, atribuyendo a ellos todos los males que pueden sufrir nuestras economías, aunque sea evidente que son otras las causas de esos males.

Espero que llevemos adelante esta discusión con altura de miras y mucha participación. Que el actual debate sea serio y respetuoso e ilumine adecuadamente la decisión que adoptaremos a nombre del país.

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