Integrar un gabinete, combinando los criterios de paridad de género, idoneidad técnica, descentralización y representación política, señalados por el presidente electo, no es una tarea fácil. Sobre todo, cuando resulta más que evidente que su coalición original no cuenta con mayoría parlamentaria para darle un sustento política que requiere de una mayor amplitud
La teoría de los anillos concéntricos, con grados diferenciados de participación entre los partidos que apoyaron a Gabriel Boric en segunda vuelta, es del todo insuficiente, como lo reconoce el propio presidente electo.
La negativa de Apruebo Dignidad para ampliar las fronteras de su coalición a otros sectores que lo apoyaron en segunda vuelta obliga al mandatario a pensar en fórmulas creativas para asegurar un apoyo efectivo de quienes suman una contribución constructiva al éxito de su futura administración
Así la interrogante es si Boric integrará institucionalmente a partidos más allá de su coalición. La fórmula de un gobierno y dos coaliciones es compleja y bastante inédita, pero podría funcionar (aun cuando la Democracia Cristiana aún debe resolver si se define como un partido de oposición, sin pactos con la centro derecha, como ha afirmado), o bien ratifica la línea de colaboración constructiva, al igual como la ha hecho el eje socialista y Nuevo Trato. Y si el nuevo pacto social ratifica su vigencia.
La otra opción es que, en uso de sus facultades privativas, convoque a independientes o militantes que no son parte de su coalición (a lo cual nadie podría negarse) transitando por un pacto de gobernabilidad a nivel parlamentario sustentado en la convergencia programática con las candidaturas de Provoste y Marco Enríquez.
No tiene mucho sentido especular con la composición del futuro gabinete, que se conocerá en pocos días más, aunque sea un deporte nacional. Todo apunta a que el presidente electo aún está en proceso de consultas y reflexión. Y fuera de pedir algunas propuestas a los miembros de su propia coalición, no ha entrado a la discusión de nombres con ninguno de los partidos de su coalición o fuera de ella. Bien pudiera haber sorpresas a la hora de las nominaciones.
Las prioridades políticas del nuevo gobierno
El primer año de gobierno es muy relevante. No tan sólo para definir prioridades sino también para marcar la relación con los diversos actores políticos y sociales, señalar un camino y fijar una hoja de ruta. El presidente electo ha insistido en la necesaria gradualidad buscando los consensos más amplios posibles.
La priorización no es fácil de resolver, teniendo a la vista la acumulación de múltiples expectativas, conflictos latentes, demandas y situaciones críticas en el ámbito económico y social. Todo en el marco de una estrecha caja fiscal, modestas proyecciones de crecimiento para los próximos dos años y el clima de incertidumbre que algunos sectores estimulan. Son parte de aquel inventario la conflictividad en la macrozona sur y las amenazas de nuevos rebrotes de la pandemia.
Las reformas del sistema previsional, como en salud y educación constituyen exigencias más que sensibles para el nuevo gobierno. El proyecto de pensión universal garantizada, presentado en las postrimerías del actual gobierno, constituye un gran triunfo de la oposición, que había venido planteando esta propuesta desde hace años, pero es más que evidente que implica destinar ingentes recursos para su financiamiento, que no estarán disponibles para otras prioridades.
Ello obliga a poner el acento en una nueva reforma tributaria, que sea compatible con las exigencias de crecimiento económico, y que requiere de amplios consensos para su rápida tramitación. Esta reforma se transformará en un verdadero test no tan sólo de la disposición de la derecha para ejercer una oposición constructiva, sino también para el sector empresarial.
¿Qué tan largo puede ser el período de gracia?
En verdad, puede ser muy corto. En buena medida depende de como se rearticule la derecha, que ha iniciado un áspero proceso de reordenamiento, plagado de recriminaciones, críticas y auto críticas, que no apuntan sólo al rol de JAK y su vapuleado partido Republicano, sino también a Sebastián Piñera, a quien muchos sindican como uno de los principales artífices de la derrota, a Sebastián Sichel y su renuente apoyo en segunda vuelta, además de quienes desde filas partidarias del sector reconocen no haber votado por JAK en segunda ronda.
Las aguas están mas que revueltas. Mario Desbordes amenaza con renuncia a RN por fuertes diferencias con la directiva de Francisco Chahuán. Mientras el exministro Ignacio Briones ha abierto todo un debate en Evopoli respecto de la necesidad de profundizar su definición ideológica liberal.
La interrogante abierta es si el nuevo gobierno conseguirá algún tipo de diálogo para acuerdos puntuales con sectores de la derecha o si, por el contrario, el conjunto del sector buscará atrincherarse en el verdadero empate de fuerzas a nivel parlamentario para intentar bloquear el proceso de cambios.
Ello no tan sólo depende de la derecha, son también de la capacidad de gestión política que demuestre el nuevo gobierno. Por ello resulta tan relevante la integración del equipo político del gabinete. Incluso más que el equipo económico, por más que el sector empresarial espere ansiosamente algunas señales en ese ámbito.
Por lo señalado resulta clave el rol del ministro secretario general de la Presidencia, encargado de las relaciones con el parlamento. Y naturalmente la figura del ministro del Interior como jefe de gabinete, responsable de las relaciones políticas y del orden interno.
No aparece en el horizonte la desacreditada política de los consensos o democracia de los acuerdos, reduciendo toda la acción política a la negociación parlamentaria. La amplia mayoría electoral alcanzada por el presidente electo en segunda vuelta implica un gran apoyo ciudadano al programa de gobierno ofrecido al país. Y esa mayoría debe expresarse a la hora de debatir los grandes temas de la agenda gubernamental.