Desafíos mayores al proceso constituyente

por La Nueva Mirada

El paso en falso de Pablo Longueira en su agresivo retorno a la política activa ha salpicado al conjunto del oficialismo.  La más dura fue Evelyn Matthei, que le recordó que tenía un juicio pendiente por financiamiento ilegal de la política, aprovechando de paso de proclamar su candidatura presidencial. Iván Moreira puso lo suyo y Jacqueline Van Rysselberghe desestimó la propuesta precisando que no existe esa alternativa en el acuerdo del 15 de noviembre. Y como es obvio, la comisión política de la UDI reafirmó su opción por el rechazo.

No es un misterio que en el dividido oficialismo es un dato de la causa la derrota de los sectores liderados por la UDI y adláteres (léase desde JAK hasta Andrés Allamand) en el plebiscito del 25 de octubre. Encuestas de dudosa procedencia y credibilidad, publicadas por El Mercurio, estimulan a los decepcionados a priori con datos menos desmovilizadores que aquel pronóstico dominante de un apabullante traspié en las urnas. 

La verdadera batalla por la defensa de la actual institucionalidad la derecha dura pretende darla en la convención constituyente, sea mixta o elegida íntegramente.

La verdadera batalla por la defensa de la actual institucionalidad la derecha dura pretende darla en la convención constituyente, sea mixta o elegida íntegramente. Apuestan pragmáticamente a una lista única de candidatos a convencionales, que incluso podría sumar a los republicanos comandados por José Antonio Kast, más allá del malestar de quienes arrugan la nariz desde Evópoli y RN. El objetivo es claro: elegir algo más de un tercio de los constituyentes, en tanto que la oposición, disgregada en cuatro o más listas, sin contar con los independientes, podrían elegir al resto, con un grave riesgo de dispersión, lo cual entregaría a la derecha un enorme poder de negociación.

Un segundo tema, no menos importante, dice relación con la masiva participación de la ciudadanía en el plebiscito. Es más que evidente que una baja afluencia conspiraría en contra de la legitimidad del proceso. Tal como lo demuestran anteriores elecciones, en las comunas del barrio alto de Santiago y sectores acomodados en el país se registran los mayores índices de participación, en contraste con lo que sucede en comunas populares.

Un segundo tema, no menos importante, dice relación con la masiva participación de la ciudadanía en el plebiscito.

Y si bien las condiciones sanitarias han mejorado, la cifra de contagiados tiende a estabilizarse en torno a los 1500 y 2000 por día, con preocupantes incrementos en algunas regiones, lo que lleva a algunos expertos a hablar de una endemia, que sucedería a la pandemia, acompañándonos por largo tiempo, hasta que se certifique una vacuna o tratamiento eficaz, que la OMS predice para cerca de 2 años.

Es más que evidente que no son las mejores condiciones para realizar un plebiscito, pero nada indica que ellas puedan mejorar en el futuro inmediato. Y así transitamos por una nueva y compleja (a)normalidad para volver al trabajo, reabrir negocios y retornar a las escuelas, lo que incidirá en el ejercicio ciudadano, por lo demás intenso en el próximo período.

Es más que evidente que no son las mejores condiciones para realizar un plebiscito, pero nada indica que ellas puedan mejorar en el futuro inmediato. Y así transitamos por una nueva y compleja (a)normalidad para volver al trabajo, reabrir negocios y retornar a las escuelas, lo que incidirá en el ejercicio ciudadano, por lo demás intenso en el próximo período.

El proceso constituyente, que ha generado grandes expectativas en los millones de chilenos que se movilizaron para demandar una nueva constitución, hoy se encuentra amenazado. No tan sólo por la firme voluntad de la derecha de rescatar y mantener todo lo que se pueda de la actual institucionalidad, como lo sostiene Longueira, sino también por la propia fragmentación y división de la oposición.

Es evidente que no basta con ganar el plebiscito de octubre. Es necesario hacerlo por una amplia mayoría, para lo cual resulta indispensable asegurar una masiva participación, en las condiciones más seguras posibles. Y a estas alturas no es posible generar mecanismos para posibilitar la participación a distancia de personas contagiadas o enfermas, independientemente que se puedan debatir fórmulas que les permitan ejercer sus derechos en futuras elecciones.

Allí la actual oposición deberá resolver si privilegia la competencia y la diferenciación, con perfiles propios

Recién nos aproximamos al primer paso del inédito proceso constituyente. El segundo paso, también decisivo, es la elección de los constituyentes. Allí la actual oposición deberá resolver si privilegia la competencia y la diferenciación, con perfiles propios, o, por el contrario, pone por delante la unidad y la colaboración, en base a mínimos comunes, abriendo espacios en sus listas a independientes, dirigentes sociales y expertos, que puedan hacer un aporte al proceso constituyente En esa instancia se juega el futuro de este proceso.

¿Las alternativas de futuro?

Según las anticipadas encuestas, el país tendería a una polarización entre el alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín, militante de la UDI y el alcalde comunista de Recoleta, Daniel Jadue, con porcentajes que no superan el 15 o 16 %. Pero es muy dudoso que estas opciones representen a la mayoría del país.

Pero es muy dudoso que estas opciones representen a la mayoría del país.

Desde luego, esta nueva versión de Lavín, devenido en social demócrata, difícilmente puede representar a la derecha más dura, conformada por la UDI y la mayoría de Renovación Nacional. Y menos a la ultraderecha representada por José Antonio Kast.

Como tampoco Daniel Jadue puede aspirar a representar al diverso espectro de la centroizquierda.

Ciertamente la gran duda es la representatividad del actual espectro político para el conjunto de la sociedad. Los partidos enfrentan una profunda crisis de credibilidad y descrédito, también de representación, como lo señalan las encuestas, acentuada por su evidente fragmentación

Ciertamente la gran duda es la representatividad del actual espectro político para el conjunto de la sociedad.

La derecha lo manifiesta a través de sus partidos (UDI, RN, Evopolis, PRI y Republicanos) con corrientes de ultraderecha, derecha dura y la llamada derecha social. Hasta hoy para este sector ha sido más viable y conducente el pragmatismo para superar las querellas internas, que siempre se han manifestado, imponiéndose la defensa esencial del poder y los intereses dominantes.

En cambio, la izquierda y el llamado progresismo se han tendido a fragmentar, con presencia de factores históricos, ideológicos y también generacionales. Así se manifiestan las distancias entre centro, centroizquierda, izquierda en diferentes orgánicas distanciadas como el Partido Comunista y el Frente Amplio, en relación a los provenientes de la antigua Concertación.

Las lecturas de la prolongada transición democrática, con épocas muy diferentes entre sí, fundamentan, en buena medida, el surgimiento, desarrollo y crisis de las diferentes organizaciones políticas inscritas formalmente en el actual concepto opositor, heredero ya lejano de la lucha contra la dictadura cívico militar.

En ese contexto cobran algún sentido las severas críticas a los últimos treinta años, que no pocos asumen como una historia marcada por abusos y mera administración del modelo neoliberal (no son los 30 pesos del alza del metro, son los 30 años de abusos). Sin lugar a dudas una interpretación sesgada que no da cuenta de la pesada herencia del régimen militar y los evidentes avances, cambios y transformaciones experimentados por el país durante este período, sin negar los déficits, errores e insuficiencias a la vista y expresadas con singular fuerza desde el llamado estallido social de 2019.

Es más que evidente que la Concertación de Partidos por la Democracia, que unía al centro con el socialismo democrático cumplió su ciclo y se agotó, dando paso a un pacto político y programático que iba desde la democracia cristiana hasta el Partido Comunista, que mostró sus límites en las llamadas reformas estructurales impulsadas en el gobierno de Michelle Bachelet.

La irrupción del Frente Amplio, una muy diversa y heterogénea alianza que recorre desde el Partido Humanista hasta nuevas organizaciones políticas surgidas de organizaciones universitarias, inspiradas por la filósofa belga Chantal Mouffe, con algún ingrediente populista de izquierda, terminó con el bipartidismo que caracterizó la transición y el proceso de consolidación democrática

 El centro se ha fragmentado por sucesivas escisiones de la Democracia Cristiana y la irrupción de sectores liberales.

El ideario socialista y democrático no tiene una casa común, aunque la llamada convergencia progresista represente un esfuerzo por aglutinar a los tres partidos afiliados a la internacional socialista, Hoy, más bien, aparece como un actor atrapado en la polarización entre la derecha y el Partido Comunista, que mantiene una extraña alianza con el PRO, liderado por Marco Enríquez y el partido regionalista verde, buscando alianzas con el Frente Amplio, con quienes comparten críticas y reparos a la experiencia concertacionista de las décadas pasadas.

En paralelo a partidos legalmente constituidos coexisten más de una veintena de organizaciones de diferente inspiración en proceso de formación partidaria.

Sin lugar a dudas este proceso de fragmentación política que vive el país no tan sólo afecta su gobernabilidad sino también la conformación de alianzas de mayoría que la aseguren.

Sin lugar a dudas este proceso de fragmentación política que vive el país no tan sólo afecta su gobernabilidad sino también la conformación de alianzas de mayoría que la aseguren.

A ello se añade un evidente vacío de liderazgos. Emblemáticos liderazgos históricos como Allende, Frei, Aylwin, Lagos o Bachelet cumplieron sus etapas, emergiendo perfiles de popularidades mediáticas y liderazgos locales como algunos alcaldes (Lavín, Matthei, Jadue, Codina, etc.) y dirigentes sociales, como los exdirigentes estudiantiles que asumieron liderazgos en el Frente Amplio, o la más actual presidente del Colegio Médico, Iskia Siches, a quienes muchos visualizan como opciones mayores para la conducción del país, incluso más allá de las apuestas personales de ellos mismos.

Es más que evidente que en este cuadro de fragmentación política, la derecha puede sacar ventajas para constituirse en la primera minoría, con capacidad de representar algo más de un tercio del electorado, ganar la mayoría de las alcaldías y gobernaciones regionales y sostener alguna proyección a futuro.

Tan sólo la unidad amplia y sin exclusiones de los sectores progresistas permitiría constituir una mayoría social y política para ganar la convención constituyente, obtener la mayoría de las alcaldías y gobernaciones regionales y disputar, con perspectiva de éxito las próximas elecciones presidenciales. Hoy por hoy esa unidad se ve esquiva, distante y difícil.

Tan sólo la unidad amplia y sin exclusiones de los sectores progresistas permitiría constituir una mayoría social y política para ganar la convención constituyente, obtener la mayoría de las alcaldías y gobernaciones regionales y disputar, con perspectiva de éxito las próximas elecciones presidenciales. Hoy por hoy esa unidad se ve esquiva, distante y difícil.

La unidad, que necesariamente debe fundarse en mínimos comunes en materias programáticas, no excluye la legítima y necesaria competencia. A condición, por cierto, que ella sea regulada y se subordine a los intereses superiores del país.

A falta de un liderazgo indiscutido, ellos se construyen en procesos políticos democráticos. Las primarias legales amplias y sin exclusiones ofrecen un camino. En la eventualidad que ello no fuese posible, la oposición puede dirimir su competencia por el mecanismo de primera vuelta con un compromiso vinculante para apoyar al candidato o candidata que pase a segunda vuelta, con un acuerdo programático en los temas esenciales.

A falta de un liderazgo indiscutido, ellos se construyen en procesos políticos democráticos.

Tal como lo ha afirmado el diputado Gabriel Boric, el país no entendería que, fruto de sus diferencias y divisiones, el progresismo, en su más amplia diversidad, le entregara nuevamente el poder a la derecha, frustrando, de paso, las expectativas de una nueva constitución redactada en democracia que le abra paso a los cambios y transformaciones que el país necesita y una mayoría ciudadana demanda.

Tal como lo ha afirmado el diputado Gabriel Boric, el país no entendería que, fruto de sus diferencias y divisiones, el progresismo, en su más amplia diversidad, le entregara nuevamente el poder a la derecha, frustrando, de paso, las expectativas de una nueva constitución redactada en democracia que le abra paso a los cambios y transformaciones que el país necesita y una mayoría ciudadana demanda.

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