La resuelta apuesta de la derecha, con carta jugada desde el inicio del proceso constituyente por el Rechazo, es arriesgada y le puede salir el tiro por la culata. Las encuestas no tienen valor predictivo y la batalla por el plebiscito ratificatorio aún no se inicia. Con todo, son demasiados los frentes que el nuevo gobierno tiene abiertos.
La pandemia no termina y se anuncian nuevos rebrotes para las próximas semanas. Una mala noticia para los comerciantes, el turismo, el comercio y la actividad económica. La violencia recrudece. En la Araucanía y en el país. La inflación llega la 10 %, con fuerte impacto en los alimentos y combustibles. Se acentúa la campaña por el rechazo al proceso constituyente. Los camioneros en pie de guerra en contra del gobierno. El oficialismo desordenado.
Nadie dijo que la tarea era fácil, pero este gobierno la tiene particularmente difícil, tal como lo ha reconocido el propio presidente. No tan sólo por las “turbulencias” o errores no forzados. Fundamentalmente por un delicado escenario económico internacional, debilidades políticas de sus dos coaliciones y un gabinete de compleja instalación – que descansa en las habilidades de un núcleo donde destaca el ministro de Hacienda – con dificultades a la hora de desplegar su agenda. Ante una derecha dura, que defiende sus intereses y privilegios, no dudando en recurrir a las campañas del terror. En el contexto del proceso constituyente en curso, amenazado por la activada opción del rechazo.
¿Cuánto crece el Rechazo?
El gobierno y el oficialismo están preocupados por el futuro del proceso constituyente. El propio presidente admitió la posibilidad que se impusiera la opción por el rechazo. Es más que evidente que ella ha crecido, en la misma medida de la desconfianza por la convención constituyente. Lo dicen las encuestas. No todas de derecha. Algunas bastante más independientes. Y se palpa en la calle. Gente que aprobó el proceso constituyente que hoy expresa dudas acerca de cómo votará en el plebiscito de salida.
La fuerte campaña de descrédito de la derecha ha sido eficaz, no tan solo para instalar la desconfianza e incluso el temor hacia el proceso constituyente, sino para confundir a vastos sectores que ciertamente votaron a favor de aquella salida de emergencia para la administración de Piñera en bancarrota el 2019. A muchos se les olvida y otros prefieren olvidar.
La convención no tan sólo ha enfrentado la ofensiva de la derecha y los poderes fácticos, También el llamado “fuego amigo”. Desde una importante franja de la DC hasta sectores del PS y el PPD. Con apoyo indeseado de convencionales que, con ruido maximalista, aunque sus propuestas sean mayoritariamente rechazadas, aportan lo suyo a la confusión.
La carta abierta a los convencionales, suscrita por las fundaciones Chile 21 y por la democracia (vinculada al PPD), afirmando que la convención no ha estado a la altura de los desafíos y llamando a asumir los cuestionamientos a algunos de sus acuerdos, expresa una preocupación legítima, compartida por amplios círculos en el oficialismo, pero le entrega argumentos al rechazo. Habría servido mejor a sus declarados propósitos que ella hubiese sido de carácter privado y destinada a los convencionales que apoyan el proceso.
Nadie puede predecir lo que ocurriría de imponerse el rechazo que frustraría las expectativas de una inmensa mayoría nacional que aprobó el proceso constituyente como una salida política e institucional al estallido social. Ninguna de las alternativas propuestas tiene la legitimidad para imponerse como solución. Desde luego, la idea de convocar a una nueva convención es algo patética. Más aún la idea de recurrir a la propuesta de nueva constitución impulsada por el gobierno de Michelle Bachelet y escondida por el de Piñera. El parlamento, fragmentado como está y con una derecha que recuperaría su derecho a veto que le concede su empate a nivel del Senado no tiene legitimidad para un tránsito constitucional. El rechazo sería un salto al vacío, que arriesga un largo período de inestabilidad institucional y graves tensiones sociales y políticas.
La única opción del gobierno y el oficialismo es aprobar la propuesta de nueva constitución, como la de la derecha es jugarse por el rechazo
De alguna manera el gobierno se juega su futuro y su programa en el proceso constituyente. Así, no tiene otra opción que jugarse firmemente por la opción del apruebo de la propuesta de nueva constitución. Aún si no es un “príncipe azul”, como afirmara el presidente. Es infinitamente mejor aprobar la propuesta de nueva constitución, sin perjuicio que pueda ser perfeccionada a futuro, en base a los nuevos quórums propuestos para su reforma, que una tercera vía del todo inviable con la que especula la derecha que nunca creyó en el proceso constituyente.
La única opción de la derecha, junto a los poderes fácticos y sus nuevos aliados en la centroderecha, es jugarse por el rechazo a la propuesta de nueva constitución, a sabiendas que la constitución de 1980, con sus múltiples modificaciones, está muerta. Su apuesta es negociar una fórmula institucional que le permita salvar parte de sus privilegios y lo que se pueda rescatar del actual modelo económico.
Es una apuesta más que arriesgada en la que le puede salir el tiro por la culata. Las encuestas no tienen valor predictivo y la batalla por el plebiscito ratificatorio aún no se inicia. Esa batalla no la decidirán los partidos o los poderes fácticos, por poderosos que estos sean. La decidirán los ciudadanos, que constituyen el poder soberano. Los mismos que se movilizaron durante las protestas y aprobaron el inicio del proceso constituyente, que obligatoriamente deberán concurrir a votar el próximo 4 de septiembre.
Más que el gobierno, es el país que enfrenta esta encrucijada. Es mucho lo que se juega en el plebiscito de salida. No tan sólo la posibilidad de tener una nueva constitución redactada en democracia, que deje definitivamente atrás el pasado autoritario y le abra el camino a los cambios y transformaciones que una amplia mayoría nacional demanda. Es la posibilidad de construir una democracia moderna, que reconozca a sus pueblos originarios, que aporte a una verdadera descentralización y regionalización del país Que reconozca nuevos derechos garantizados para sus ciudadanos, Que fije el norte de un estado social y democrático de derechos. Con igualdad de géneros, reconocimiento de los pueblos originarios.
Todas estas razones validan jugarse por el apruebo. Aún si no se comparten todas y cada una de las propuestas. La misma nueva constitución establece los mecanismos para su perfeccionamiento.