Economías latinoamericanas. El impacto de la guerra comercial

por La Nueva Mirada

Por Osvaldo Rosales

Un lector desprevenido podría pensar que siendo la “guerra comercial” una disputa entre USA y China, no es algo que nos afectaría y, por tanto, la región debiera mantenerse al margen de ese conflicto. Sin embargo, la realidad es distinta. La guerra comercial y luego la disputa por la hegemonía tecnológica (caso Huawei y redes 5G) están afectando severamente las perspectivas económicas globales de corto y mediano plazo.

Por de pronto, caen las proyecciones globales de actividad económica y expansión del comercio; se introduce una elevada cuota de incertidumbre en mercados y sectores económicos claves, frenando la inversión y afectando las cadenas de suministro o cadenas de valor. Como esta disputa bilateral pasa por encima de las normativas de la OMC, el multilateralismo se va haciendo impotente para lidiar en el conflicto, estimulando reacciones unilaterales que sólo agravan el escenario.

Como esta disputa bilateral pasa por encima de las normativas de la OMC, el multilateralismo se va haciendo impotente para lidiar en el conflicto, estimulando reacciones unilaterales que sólo agravan el escenario.

Frente a tal cuadro, la región no debiera permanecer indiferente. No se trata de alinearse con alguna de las potencias, pero sí se trata de comprometerse en un esfuerzo de preservación y renovación del multilateralismo, adecuándolo a los nuevos desafíos del cambio tecnológico, del cambio climático y de la nueva correlación de fuerzas económicas que nos trae el siglo XXI. En esta tarea, la convergencia de la Alianza del Pacífico y Mercosur es fundamental, ojalá favoreciendo un acercamiento con la UE para ir delineando el nuevo marco institucional del comercio y las inversiones para este nuevo siglo.

Impactos de la guerra comercial sobre América Latina 

Los impactos de la guerra comercial sobre nuestras economías dependen de: i) el grado de escalamiento del conflicto (número de productos y de países involucrados en la guerra arancelaria), ii) intensidad de las medidas (cuantía e impactos específicos de ellas) y iii) de los ámbitos involucrados (comercial, financiero, cambiario).

Tratándose de las dos principales economías del mundo es claro que el efecto es sustantivo, si bien ello dependerá del número de productos afectados con sobretasas y de la intensidad específica de las medidas. En efecto, mediáticamente se pueden aplicar tasas muy elevadas a productos que son marginales en el comercio o se pueden aplicar tasas menores o trabas a rubros que sí son muy relevantes en el intercambio. El efecto neto, por tanto, debe ser examinado con atención. De la misma forma, distinto será el impacto si las repercusiones se quedan sólo en el ámbito comercial o si éstas también afectan temas financieros y cambiarios.

Tales impactos dependen también de algunos rasgos estructurales de cada economía. El impacto será mayor, cuanto mayor sea la apertura comercial; mayor el grado de vínculo comercial con China y Estados Unidos y menor la diversificación exportadora. En efecto, si el comercio depende excesivamente de productos que se exportan en alto porcentaje a las economías en disputa, el impacto en exportaciones será mayor.

Tales impactos dependen también de algunos rasgos estructurales de cada economía. El impacto será mayor, cuanto mayor sea la apertura comercial; mayor el grado de vínculo comercial con China y Estados Unidos y menor la diversificación exportadora.

Como se mencionaba, si la disputa sólo genera impactos comerciales (precio o cantidades demandadas), el impacto es menor que cuando ello va acompañado de movimientos bruscos en las bolsas de valores y los tipos de cambio. Dependiendo también de cuan preparadas estén las economías para absorber estos shocks externos, el impacto será diferenciado. Las turbulencias bursátiles o en el tipo de cambio serán mayores en economías con mayor desequilibrio externo (requeridas de financiamiento externo para cubrir su déficit en cuenta corriente) o con déficit fiscal relevante, requerido también de ser financiado.

La incertidumbre asociada a la guerra comercial afecta particularmente a aquellas economías más requeridas de ahorro externo (aquellas con mayor déficit en cuenta corriente).

La aversión al riesgo crece en esos casos (sube el riesgo-país) y los capitales nacionales y externos tienden a emigrar de esas economías, acentuando tales desequilibrios. Influye también el set de políticas económicas en vigor pues, por ejemplo, la flotación cambiaria atenúa los movimientos de capitales y en la tasa de interés versus una política de tipo de cambio fijo que, en presencia de shocks externos relevantes, podría conducir a elevadas tasas de interés para defender el valor de la moneda. En algún sentido, esta última fue la experiencia chilena con la crisis asiática, ocasión en que la tasa de interés llegó a niveles de tres dígitos, asestando un daño considerable a las Pymes que en esos momentos debían refinanciar su capital de trabajo.

Como es conocido, la mejor defensa frente a estas contingencias externas es contar con una buena posición fiscal, un déficit externo reducido, una banca bien capitalizada y calzada en plazos y monedas, así como una deuda moderada en los hogares.Por cierto, fácil no es conseguir que converjan todas estas características. Por de pronto, Argentina, Brasil y Colombia aún muestran desequilibrios fiscales importantes (de 3 a 5 puntos del PIB) y en el caso  de Colombia se agrega un desequilibrio externo de casi 3% del PIB. En ese escenario, las turbulencias generadas por la guerra comercial afectan las expectativas de consumidores e inversionistas, limitando la capacidad de crecimiento.

Aunque los promedios regionales de crecimiento están muy afectados por los magros resultados de Argentina, Brasil y la dramática contracción de Venezuela, no es menos cierto que el pobre desempeño económico de A Latina lleva varios años. Según proyecciones del BBVA, AL crecerá 1.7% este año y 2,3% en 2020. De este modo, en 2019 se cumplirán seis años con crecimiento promedio inferior al 2%, en tanto el lapso 2011-2020 mostrará un crecimiento promedio de 1.9%, un resultado incluso inferior al de la “década perdida”, cuando fue de 2,2%. 

En un escenario de acentuada interconexión entre las economías y de conflicto entre las dos principales economías del mundo, prácticamente no hay economías que escapen a los impactos de esa disputa.

 El primer impacto es un menor crecimiento en la actividad económica mundial y en el comercio internacional. En el bienio 2018-2019, el comercio mundial está creciendo menos que el PIB mundial, rasgo inédito en la posguerra, dado que por décadas la tasa de crecimiento del comercio mundial ha tendido a duplicar la del producto mundial.

 El primer impacto es un menor crecimiento en la actividad económica mundial y en el comercio internacional.

En el caso chileno, las exportaciones en valor (precio por cantidad) caen 6% en el primer semestre 2019 respecto de igual lapso 2018 (con una drástica caída de 15% en el mes de junio y de 14% en las exportaciones de cobre), en tanto el BC estima que el volumen de exportaciones permanecerá prácticamente estancado este año.

En el caso chileno, las exportaciones en valor (precio por cantidad) caen 6% en el primer semestre 2019 respecto de igual lapso 2018 (con una drástica caída de 15% en el mes de junio y de 14% en las exportaciones de cobre), en tanto el BC estima que el volumen de exportaciones permanecerá prácticamente estancado este año.

Un segundo impacto se aprecia en los términos de intercambio para los países exportadores de materias primas, explicado esto tanto por el menor crecimiento en la economía china, principal actor en la demanda mundial por dichos bienes, así como por la volatilidad en el precio de estos commodities, varios de ellos utilizados como activos de especulación financiera. Así, en el primer semestre 2019, el precio del cobre se ha movido como en una “montaña rusa”, desde un precio de 3 dólares la libra a inicios de marzo a otro de 2,61 dólares a fines de junio, volviendo al nivel de fines de 2018. Con esto, el precio promedio del primer semestre 2019 fue un 10% inferior al del mismo período de 2018.  Estas bruscas oscilaciones en el precio del cobre no se relacionan con el balance de oferta-demanda en este mercado sino con los vaivenes de la guerra comercial, dado que además China es el principal consumidor de cobre. El precio del cobre sube cuando bajan las tensiones comerciales y cae cuando se agudizan. Adivinar su evolución es pues campo propicio para especuladores, lo que agrega un factor adicional a la inestabilidad.

Un segundo impacto se aprecia en los términos de intercambio

Los impactos de la guerra comercial operan a través de canales reales y financieros, siendo los segundos los más relevantes. El impacto en el canal real opera a través de menor demanda por exportaciones o menores precios de éstas. Por cierto, en aquellas economías más dependientes de estos commodities, con menor diversificación exportadora, este efecto será más intenso pues las menores exportaciones afectarán la evolución de las inversiones, reduciendo el ritmo de crecimiento del PIB y con ello del empleo y los salarios.

El precio del cobre sube cuando bajan las tensiones comerciales y cae cuando se agudizan. Adivinar su evolución es pues campo propicio para especuladores, lo que agrega un factor adicional a la inestabilidad.

Un tercer impacto opera entonces vía la volatilidad financiera asociada a este conflicto, con movimientos disruptivos en las bolsas de valores, afectando la estabilidad del tipo de cambio y las tasas de interés, induciendo también movimientos de capitales que complican la gestión de la política económica. Considerando que la economía y el comercio mundial están creciendo muy lentamente, cualquier evento de este tipo puede ocasionar impactos complejos para las economías emergentes Es lo que le aconteció a Argentina cuando la Fed inicio el proceso de normalización monetaria, elevando gradualmente las tasas de interés, evento que, sumado a errores internos de política económica, catapultó la salida de capitales, acelerando la devaluación del peso y forzando a conseguir un cuantioso préstamo del FMI para frenar las corridas cambiarias y estabilizar el peso. Transcurridos seis meses, la economía argentina sigue en recesión, la inflación, acicateada por la devaluación, alcanza el 50% anual y la tasa de interés anual se ubica en un 60%.

Un tercer impacto opera entonces vía la volatilidad financiera

Con todo, en el mediano plazo, el principal daño a la región radica en la amenaza del proteccionismo y el deterioro del multilateralismo, incluyendo el debilitamiento de la OMC. Existe el riesgo de transitar desde un comercio regido por normas a otro donde las decisiones de comercio e inversión puedan politizarse, esto es, un momento en que el poder económico podría imponerse en las transacciones comerciales, agregando incertidumbre e imprevisibilidad a las decisiones de comercio internacional. Esta es una muy mala noticia para las economías en desarrollo, particularmente para aquellas más dependientes del comercio internacional.

Con todo, en el mediano plazo, el principal daño a la región radica en la amenaza del proteccionismo y el deterioro del multilateralismo, incluyendo el debilitamiento de la OMC.

No se trata sólo del riesgo de politización del comercio sino también de politizar las inversiones. Hay cierta evidencia de la presión norteamericana para que gobiernos de la región incorporen en su institucionalidad un mecanismo de monitoreo y filtro de las inversiones extranjeras, por motivos de “seguridad”. Típicamente esta sugerencia apunta al tendido de redes 5G y a la presencia de Huawei en tales operaciones. Si estas presiones se van concretando, estaríamos ingresando a una nueva Guerra Fría, ahora en el siglo XXI.  Si ese fuese el escenario, la región reduciría su espacio para iniciativas de diálogo y cooperación con sus principales socios, perdería oportunidades de comercio e inversión; retardaría su ingreso a las redes 5G y la debilitada integración regional se volvería aún más raquítica, dada la tutela política a la que estaría expuesta. 

No se trata sólo del riesgo de politización del comercio sino también de politizar las inversiones. Hay cierta evidencia de la presión norteamericana para que gobiernos de la región incorporen en su institucionalidad un mecanismo de monitoreo y filtro de las inversiones extranjeras, por motivos de “seguridad”.

En síntesis, la región se está viendo afectada en sus perspectivas de crecimiento, limitando las posibilidades de abordar reformas pro-innovación y productividad que son tan necesarias. De la misma forma, un magro crecimiento, cercano al 2%, no sólo es un escenario adverso para avanzar en innovación y productividad, sino que además puede inducir retrocesos en reducción de la pobreza. La región además enfrenta un desafío político considerable: evitar que nos incorporen en la nueva Guerra Fría, tarea para lo cual es imprescindible reforzar la convergencia entre la Alianza del Pacífico y Mercosur, avanzando en construir propuestas de revitalización del multilateralismo, en conjunto con la UE y con todas las naciones que estén dispuestas a combatir el proteccionismo, apuntando a un escenario que asegure tanto normas estables y consensuadas en la gobernabilidad del comercio y las inversiones globales y que, al mismo tiempo, estén en armonía con las exigencias del cambio climático y la responsabilidad social empresarial. 

La región además enfrenta un desafío político considerable: evitar que nos incorporen en la nueva Guerra Fría, tarea para lo cual es imprescindible reforzar la convergencia entre la Alianza del Pacífico y Mercosur, avanzando en construir propuestas de revitalización del multilateralismo, en conjunto con la UE y con todas las naciones que estén dispuestas a combatir el proteccionismo

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