Tomás Vio Alliende
En momentos en que el planeta vive de soledades, alejamiento e introspección es imposible no acordarse de los cuadros de Edward Hopper (1882 – 1967), pintor estadounidense que nunca imaginó que su obra se acercaría tanto al fenómeno del nuevo coronavirus con lienzos desolados o gobernados por muy poca gente, donde destaca la urbanidad de espacios cerrados y abiertos, el distanciamiento social, las habitaciones iluminadas o semivacías y en penumbra. En su obra no son necesarios los datos de los muertos, los contagiados, las mascarillas o los guantes para que el fenómeno del COVID – 19 se respire en cada uno de sus trazos.
En su obra no son necesarios los datos de los muertos, los contagiados, las mascarillas o los guantes para que el fenómeno del COVID – 19 se respire en cada uno de sus trazos.
En los años 30 y 40, en pleno siglo XX, la obra de Hopper destaca por mostrar elementos que se inscriben dentro del “realismo sucio”, conocido en la literatura o el cine norteamericano. Se trata de la escenificación de una realidad que, pudiendo elegir cualquier situación, escoge los lugares y espacios menos atractivos, pero que reflejan mejor lo que el artista está viviendo en ese momento.
La crisis económica del año 29 es la que marca la historia pictórica de Hopper. Desde ese entonces el retrato de la sociedad estadounidense se convierte en un efecto directo en sus pinceladas. A través de ellas se ve la soledad del artista, el coronavirus interior en sus cuadros, donde reina la melancolía, la desolación. El pintor tiene la facultad de conmover de tal manera, que hace que el que observa tome un rol activo y se cuestione el valor de su existencia. Destacable es la obra “Noctámbulos”, de 1942, donde solo cuatro personas se encuentran en un inmenso mesón de un dining room o de una cafetería de Nueva York que actualmente no existe. El panorama es oscuro, pero el juego de luz y sombra engrandece al lienzo de tal manera que le entrega un carácter y un tono especial. Los personajes no hablan unos con otros y permanecen inscritos dentro de la famosa “distancia social” que hoy en día mantiene al mundo segmentado, al borde del colapso.
el coronavirus interior en sus cuadros, donde reina la melancolía, la desolación.
En algunos casos, en las obras de Hopper solo aparecen casas o carreteras perdidas que podrían ser extraídas de la imagen viva de una pandemia. Fue su obra “Casa junto a la vía del tren”, la que inspiró al director Alfred Hitchcok para crear el famoso inmueble que más tarde se convertiría en el ícono de la película “Pisicosis”. Siguiendo esta misma línea, los hoteles con personas tranquilas o angustiadas también forman parte de las obras de Hopper como símbolo del, en ese entonces, nuevo ciudadano itinerante, aquel que vive y sufre entre viajes y el ir y venir entre cuatro paredes extrañas. Hopper siempre tuvo más sintonía con la vida de su natal Estados Unidos, pese a haber vivido en Europa por algún tiempo, donde aprende en vivo y en directo a observar el talento de Degas y del impresionismo de Manet y Monet, entre otros pintores.
Fue su obra “Casa junto a la vía del tren”, la que inspiró al director Alfred Hitchcok para crear el famoso inmueble que más tarde se convertiría en el ícono de la película “Pisicosis”.
A través de imágenes urbanas o rurales, donde predomina el silencio y la magia, Hopper logra que el espectador piense y pueda meterse en una composición potente, integrada por luces opacas y brillantes que muestran el camino de una atmósfera perfecta, con un dejo de artificialidad que entrega a sus pinturas una sensación de inconformismo y ansiedad muy difícil de lograr.
Introvertido y silencioso, Hopper fue poco amigo de las declaraciones grandilocuentes, siempre decía que la respuesta “estaba en el lienzo”. Fue conservador en la política y temas sociales, aceptaba la vida tal cual le llegaba. Sus conocidos decían que era demasiado serio y concentrado en su trabajo.
“La pintura tendrá que lidiar más completamente y menos indirectamente con la vida y el fenómeno de la naturaleza antes de que pueda ser grande de nuevo”,
“La pintura tendrá que lidiar más completamente y menos indirectamente con la vida y el fenómeno de la naturaleza antes de que pueda ser grande de nuevo”, señaló Hopper en su biografía. Posiblemente se refería a que los lienzos deben hablar por sí mismos, y que, a pesar de los años, las historias también se repiten, especialmente cuando el arte es capaz de mostrar las grandes crisis y pandemias que obligan al aislamiento, al dolor y también a la introspección.
especialmente cuando el arte es capaz de mostrar las grandes crisis y pandemias que obligan al aislamiento, al dolor y también a la introspección.