«El bloqueo a Huawei y el 5G golpea en la línea de flotación del modelo chino»

por La Nueva Mirada

LPO entrevistó a Osvaldo Rosales, economista, exdirector de la División de Comercio Internacional e Integración de la Cepal y autor del libro «El sueño chino» sobre el centenario del Partido Comunista de China.

Entrevista realizada por Augusto Taglioni (Buenos Aires)
07/07/2021


China celebró los 100 años de la fundación del Partido Comunista con un impresionante despliegue militar, una manera poco sutil de exhibir su flamante condición de super potencia.

Los festejos tuvieron al presidente Xi Jinping como referencia máxima, por encima de los liderazgos históricos como Mao o Deng Xiaoping. En su discurso Xi destacó que «el Partido Comunista Chino y el pueblo chino, a través de una lucha heroica y tenaz, han mostrado al mundo que la materialización de la gran revitalización de la nación china se ha convertido en un proceso histórico irreversible».

Osvaldo Rosales analiza el devenir chino como potencia, la disputa con Estados Unidos por el liderazgo mundial y los desafíos de cara a otro centenario esperado: los 100 años de la República Popular en 2049.


  • ¿Cómo llega el Partido Comunista a estos 100 años?

Lo primero que hay que decir es que el centenario del Partido Comunista chino encuentra a China en un estatus de potencia económica, compitiendo a la par de Estados Unidos en las tecnologías del siglo XXI y con una serie de honores. De acuerdo a la medición de poder de paridad de compra, el PIB chino es el más grande del mundo, China es el principal exportador de bienes del mundo, el principal acreedor de Estados Unidos, medidos por su nivel de capitalización de los cinco principales bancos del mundo, cuatro son chinos y así tenemos una larga lista.

En segundo lugar, creo que hay que destacar los impresionantes logros en tecnologías e infraestructura, sobre todo en trenes de alta velocidad y haber mantenido un proceso largo de crecimiento con tasas altísimas que no tienen parangón en la historia. Son cuarenta años creciendo al 8.8 o 9 por ciento anual. Todo debería enorgullecerlos, pero también hay situaciones nuevas derivadas de este renacer que provoca tensión con Occidente y plantea este conflicto, primero desde lo comercial, y después en lo tecnológico y por la hegemonía mundial con EEUU que arrancó con Trump, pero continúa con Biden.

En ese sentido hay una serie de eventos como la última cumbre del G7 que muestra a los países europeos que miran a China como un competidor sistémico o directamente como un rival. Por tanto, yo diría que el centenario del PC chino encuentra a China en una situación dual, expectante por sus logros, pero al mismo tiempo con la amenaza de un Occidente que parece articularse en contra de las aspiraciones de llegar al 2049 con el sueño chino realizado.

  • ¿Puede entrar en crisis ese rol de comprador principal de bienes o seguirá teniendo influencia a pesar de los vaivenes del mundo?

Yo creo que hay que hacer una distinción entre el período previo a las reformas económicas y el actual. El mundo occidental tiende a hacer siempre la comparación a las tasas de crecimiento de dos dígitos que venía teniendo antes de las reformas. Con esto lo que se buscó fue un nuevo contexto para el crecimiento que significa mejorar la eficiencia de las inversiones, apostar a la innovación, el desarrollo del mercado doméstico y en lo productivo pasar de la manufactura pesada a la liviana y de ahí a los servicios. Y eso significa que la elasticidad de empleo del producto, es decir, el porcentaje de empleo que se genera por cada punto del PIB mejoraron con esas reformas.

Dicho de otra forma, si antes de las reformas China necesitaba crecer en un 10, 11 o 12 por ciento para generar 11 millones de empleos urbanos que se requieren para mantener la tasa de desempleo constante, hoy en día eso lo consigue con una tasa de crecimiento 5 puntos. Los que dicen que China no crece al 10 por ciento y eso es una muestra de debilidad no entienden lo que en verdad está pasando, porque además la crítica a la reforma apuntaba a que ese crecimiento a dos dígitos estaba generando conflictos ambientales y distributivos muy serios, por lo tanto, no se podía seguir por esa senda.

El hecho de que China consiga tasas del 5 por ciento lo que hace es generar estabilidad para la economía mundial y ser al mismo tiempo demandante de materias primas y recursos naturales.

Desde el punto de vista de Latinoamérica, China es el principal socio comercial de la mayoría de los países y hay quienes dicen que esa dependencia atenta contra la dinámica intraregional. ¿No es posible que convivan ambas ideas?

No sólo puede, sino que deben. No se le puede cargar a China la responsabilidad porque la región no avanza en la integración, es una aberración que nunca había escuchado. La integración no avanza porque estamos viviendo una ausencia de liderazgo que es patética. No encuentro otro momento en la historia en donde los liderazgos nacionales sean tan mediocres y, por tanto, el desafío está en definir una agenda de cooperación con China. Cuando se realizó la Cumbre Celac-China, Pekin buscó la relación con el conjunto de los países y después del encuentro decidió crear una oficina especial de seguimiento. Ningún país y ninguna instancia, ni Mercosur ni la Alianza del Pacífico creó algo similar. La pelota está en nuestra cancha. Nadie puede pedirle a China que defina las prioridades regionales, si compra cobre a Chile o soja a Argentina bienvenido sea.

Nosotros somos los que tenemos que definir la política industrial para permitir diversificar la producción y mejorar los contenidos de tecnología de nuestras exportaciones. Si nuestros liderazgos y partidos no lo asumieron, la culpa es nuestra.

  • ¿Qué se puede decir de los liderazgos chinos en estos 100 años, sobre todo de Deng Xiao Ping?

Deng fue el gran arquitecto de las reformas económicas, líder de la transformación económica del país. Muy cercano a Mao en los inicios de la revolución, pero también muy enfrentado y cuatro años relegado y detenido en su casa en el marco de la revolución cultural.

Cuando vuelve tras la muerte de Mao, entra en su bitácora mental un balance de lo mal que estaba yéndole a al país en materia económica y la mala calidad de vida de los campesinos a quien conocía intensamente durante su periodo de relegación. Allí llega a la conclusión que el socialismo chino no estaba dando respuestas a las necesidades de la población y al mismo tiempo se enteraba de lo que estaba pasando en el sudeste asiático, como países como Corea del Sur o Hong Kong y Singapur que se estaban desarrollando. Ahí definió un golpe de timón en 1978. Deng es una figura que debe ser estudiada, un estadista, estratega y gran planificador.

  • ¿Y Xi Jinping?

Es un continuador de la lógica de reforma y apertura, pero claramente ha roto con algunos preceptos de la herencia de Deng. Producto de lo que él sufrió con el fracaso económico de mediados de los años 50 llamado «Gran salto adelante» y la revolución cultural de mediados de los 60, Deng transmitió tres principios:

1-Que las autoridades no deben ser eternas y tanto en el partido como en el estado solo deben cumplir periodos de 5 o 10 años como máximo en los cargos.

2-Evitar la concentración de cargos en una sola persona como ocurrió con Mao que era presidente, líder del partido y líder de la comisión militar.

3-China no debe evitar sobresalir demasiado de la escena internacional hasta cumplir su sueño. Mantener perfil bajo.

Estos tres puntos de la herencia de Deng no fueron respetados por Xi y habrá ver cómo evoluciona eso en el tiempo.

Homenaje a Deng Xiaoping en las celebraciones por el centenario del Partido Comunista Chino.

  • ¿Se podría decir que Xi le dio un giro autoritario a su liderazgo?

Menos colectivo y más personalista, sin ninguna duda.

  • China es una potencia, hay una reivindicación de sus logros, pero es un partido único que no respeta los parámetros democráticos de Occidente. ¿Qué se puede decir del sistema democrático chino?

Es totalmente distinto al modelo liberal occidental que se promueve, al menos en el discurso. En sus cinco mil años de historia, China no ha conocido un sistema al estilo liberal-occidental y eso abre preguntas respecto a los que sostiene que el único modelo que conocemos es el de EEUU o en Europa.

Xi tiene un liderazgo menos colectivo y más personalista que Deng, cuya herencia no fue respetada en el aspecto que cuestionaba que las autoridades fueran eternas y concentraran el poder, como ocurrió con Mao.

Las réplicas de los académicos es que ese modelo occidental tiene 200 años y eso en una historia de cinco mil es poco. Hay un desafío y un tema pendiente, pero lo que detecto es que en China encontramos un pacto social implícito, la ciudadanía demanda del Estado y el partido: crecimiento económico, calidad de vida, bienestar y combate a la corrupción, y en la medida que eso esté garantizado, los espacios de demanda por democracia occidental tienden a ser menores. Pero eso es un tema que está en proceso, las nuevas generaciones son especiales, no conocieron la recesión, el año de la pandemia no hubo recesión, tienen la impresión de que todos los años la calidad de vida mejora, es un ascenso sostenido y es una generación de hijo único que en la medida que mejora su vida va adquiriendo un estilo occidental. Hablamos de 200-300 millones de personas que tiene acceso a bienes de lujos y un consumo sofisticado que pueden entrar en colisión con el sistema.

  • ¿Cuánto puede seguir escalando el conflicto con Estados Unidos?

Lamentablemente todo indica que este conflicto nos acompañará por décadas. Los que pensaban que con Biden esto iba a terminar deberían asumir que se equivocaron. El proyecto legislativo que en la prensa estadounidense llaman «proyecto China», es un proyecto de política industrial millonaria que no tiene parangón en décadas y Biden comparó con el viaje a la luna. Está orientado en frenar el avance chino en las nuevas tecnologías poniendo a EEUU a la cabeza: la red 5G, Inteligencia Artificial, la robótica, son temas que le permitieron a Washington fortalecer su relación con países europeos como Alemania para definir a China como competidor sistémico, bloquear sus inversiones en las áreas tecnológicas e impedir el acceso a ciertos insumos claves que son fundamentales para las nuevas tecnologías.

De ahí la respuesta China con la estrategia de doble circulación, donde pone el énfasis en la innovación doméstica. Este es un proceso en marcha y hay que seguirlo con mucha atención. Reforzar la necesidad de cooperación regional para evitar tomar posición ante esta pugna hegemónica será fundamental para lo que viene.


     °El conflicto también tiene su faceta en las vacunas…

Sin duda. La guerra de las vacunas es un capítulo más de esta larga saga de disputa internacional. Hay una campaña comunicacional muy severa y es evidente. Habrá que esperar unos años para que los historiadores lo definan, hoy es la coyuntura y la información no es del todo fiable, de ninguno de los dos lados.

  • ¿Cuáles son los desafíos que China tiene por delante?

China tiene desafíos macroeconómicos, entre ellos el de la burbuja inmobiliaria y la elevada deuda pública de las regiones. Debe seguir innovando para garantizar tasas de crecimiento con menor gasto en inversión y por ende ampliando espacio al consumo. Para esto tiene que gastar en redes de seguridad social mucho más robusta de lo que hay actualmente para que las familias ahorren menos y consuman más. También tiene desafíos ambientales, energéticos y distributivos. La distribución del ingreso ha empeorado y, por último, tiene un desafío demográfico que comenzó en 2013 con un estancamiento en la población. Todos esos desafíos exigen un incremento en la productividad y para eso es clave la innovación. Por eso, el bloqueo a las nuevas tecnologías, todo lo que pasa con Huawei y el 5G golpea en la línea de flotación del modelo chino y en la dinámica para seguir expandiéndose en los próximos años. 

LPO SA/ 2021.

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