El feminismo es míoo… Me lo quieren quitar… Por Mónica Silva Monge

por La Nueva Mirada

Por ahí por los años 80 a 90, ser feminista en Chile y más encima reconocerlo era ser objeto de insultos, descalificaciones y sospechas. Ante la avalancha de mitos –unos risibles y otros más bien feroces– muchas feministas se hicieron clandestinas.

Hoy en día, sin embargo, más de alguien ha observado que todo el mundo quiere ser feminista. Diferentes concepciones de feminismo flotan en los más diversos cerebros, a fin de intentar un aggiornamento e ir con la corriente, claro que ajustando las ideas lo más posible –poda mediante– a las propias creencias, para no disonar cognitivamente.

Jacqueline feminista

Se nos aparece entonces, una J. van Rysselberghe declarándose feminista[1], diciendo que el feminismo real “está mejor representado por nosotros (la UDI)”, y que “No le vamos a dar el monopolio del tema a la izquierda (…) Es como decir que la justicia social es un patrimonio de la izquierda”, recalca. Aquí, la entonces presidenta de la colectividad encubre una verdad, es decir, que su ideólogo Jaime Guzmán, proclamó que “La madre debe tener al hijo, aunque salga anormal, no lo haya deseado, sea producto de una violación o, aunque de tenerlo, derive su muerte”: ¿feminismo real?

La Fundación para el Progreso, creada por el reservista de la Armada y empresario pinochetista Nicolás Ibáñez, actualmente dirigida por Axel Kaiser, ha estado promoviendo el libro Afrodita desenmascarada, de la española María Blanco, a quien alguna prensa chilena ha descrito como feminista liberal[2]. Ella ha declarado Yo no abortaría, pero no metería en la cárcel a una mujer que aborta”. [3] Curiosamente, la Fundación nunca se ha referido a esta posición (la ha podado) de la teórica hispana, quien sí ha visto promovidas sus ideas en cuanto a mostrar una supuesta “distorsión” que sufre el feminismo a manos de sus nuevas cultoras y promotoras.

María Blanco defiende los orígenes libertarios del feminismo y acusa al actual de esgrimir un “victimismo de la mujer, basado en una perspectiva conflictiva con respecto a los hombres”, los que estarían “viviendo un secuestro ideológico (…), mirados como simples agresores y explotadores de mujeres”. Este victimismo –o “cultura de atribuir todas las responsabilidades a otros”– queda desmentido por la IV Encuesta de Violencia contra las Mujeres, realizada por la Subsecretaría de Prevención del Delito, hace un año y medio, y que da cuenta de que 2 de cada 10 mujeres encuestadas señalan haber sufrido violencia el último año, pero solo un 30% ha denunciado la violencia física, 16% la sexual y 20% la violencia solo sicológica: ¿victimismo, naturalización de la violencia y temor, o agresiones alimentadas por una cultura de estereotipos y roles de género?

Deshacer lo cantado

Gabriela Caviedes[4], presentada en El Mercurio y en la FPP como experta en feminismo, dice que es un movimiento politizado, con objetivos políticos y que, en mayo de 2018, con nuestra propia ola feminista, los problemas que el feminismo presenta “pasaron a ser parte de la agenda política”, y expresa su temor ante la posible “imposición” de una nueva agenda feminista. También critica que el movimiento tal vez se haya ido olvidando de las madres. Aunque acepta el concepto de “doble trabajo” de las mujeres (divulgado por el feminismo), explica que no deberían trabajar y además estar “preocupadas por las cosas de la familia”.

Caviedes habla a favor de cambios estructurales, aunque anteriormente llamó a la activistas a no atentar contra las instituciones. Desde su calidad de experta, interpreta que el grupo feminista Las Tesis, que se hizo mundialmente conocido por la performance “Un violador en tu camino”, acusando a un Estado violador, “jugaron con fuego, ya que ahora ellas son el estado”.

Por su lado, el editorialista mercurial Gonzalo Rojas[5] escribe en El Mostrador y aplaude que se discuta “sobre la teoría de género sin pasión ni religiosidad” (poniéndose del lado de las personas razonables), pero al mismo tiempo dice que la teórica de género Bérénice Levet podría ser rechazada por las feministas “radicales” al considerarla “demasiado mujer”.

“Se lleva mucho” usar la palabra radical para significar extremismo o fanatismo, pero en realidad, son radicales quienes van a la raíz de un asunto para analizarlo y luego resolver si se opta por un cambio, una reforma o una reformita, o si están las condiciones para un cambio rotundo o gradual.

Vemos que, en un desvío de su discurso, no son pocas las mujeres del mundo de derechas y algunas amarillentas, que se han proclamado a sí mismas como feministas, tratando de echarle agua a sus contradicciones. Muchas de ellas han estado en contra de la despenalización del aborto, en contra de penalizar la violencia de género, predican la responsabilidad de las propias mujeres en ello, y en contra de la crianza ejercida por madres lesbianas, entre otros antifeminismos, pero se definen feministas.

Los sectores acomodados, vinculados a la derecha económica que discrimina y se burla de quienes no lo son, nunca podrán ser igualitarios, que es lo que promueve el feminismo, porque eso no va con sus actitudes racistas, clasistas y masculinistas y que como clase se ven beneficiados con la desigualdad y la pobreza y el trabajo no remunerado de las mujeres.


[1] En radio Imagina, 11.3.2019

[2] LT. 9.3.2019

[3]https://www.elmundo.es/cronica/2017/06/16/593ae2e0e5fdea152d8b4611.html

[4] Académica investigadora del centro Signos de la U de los Andes. Profesora de Género.  El Mercurio Reportajes, 19.1.2020

[5] www.Elmostrador.cl de 2.9.2018

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