El resultado del plebiscito era algo previsible. Precedido por una amplia y sostenida movilización social que demandaba una nueva constitución como principal consigna unificadora. Era más que evidente que una inmensa mayoría se pronunciaría a favor de la opción por el apruebo. Como un voto de protesta en contra del gobierno, de las AFP, las ISAPRES, los abusos y las desigualdades. Con la aspiración de que algo, sino todo, pudiera cambiar en nuestro país.
Como un voto de protesta en contra del gobierno, de las AFP, las ISAPRES, los abusos y las desigualdades. Con la aspiración de que algo, sino todo, pudiera cambiar en nuestro país.
El resultado lo anticiparon la mayoría de las encuestas serias. Excepto, claro, la empresa argentina Numen, que indicó según sus “sondeos”, las diferencias entre el apruebo y el rechazo se estrechaban dramáticamente (33,9 % rechazo, 38,9 apruebo), en tanto que las opciones en torno al mecanismo aparecían casi empatadas. Una apuesta que El Mercurio destacó en portada. Sería muy interesante conocer quien encargó y financió esta encuesta. Si fue financiada con fondos estatales y si la encuestadora los devolverá. Y si El Mercurio se disculpará por publicitar una pieza de campaña de los partidarios del rechazo. Ciertamente, las explicaciones ofrecidas por la empresa argentina no resisten mayor análisis.
Se discute acerca del grado de participación ciudadana, que según cifras oficiales alcanza a 7.886.421 sufragios, que corresponden al 50.9 % de los potenciales votantes. La cifra más alta desde que el voto es voluntario. No quienes especulan apuntando a los que no votaron, ignorando lo evidente: condiciones sanitarias, voto voluntario y la pobre campaña a favor de ambas opciones. Lo irrefutable es que la abrumadora mayoría se pronunció por una nueva Constitución redactada por una convención íntegramente elegida.
La composición del electorado que participó en el plebiscito merece un análisis en profundidad. La infografía de la votación en la región metropolitana ha inducido a reflexión por vínculos entre los 30 pesos del metro, los treinta años de abusos y las tres comunas del barrio alto en donde ganó la opción por el rechazo.
Y alguna razón puede tener esa metáfora. En buena medida, los sectores de más altos ingresos, el 1 % de la población (que no tan sólo vive en esas comunas), que concentra la riqueza y que ha buscado defender celosamente sus privilegios a lo largo de la historia, recurriendo a la influencia política, la fuerza represiva y la corrupción, que estuvieron en la base del estallido social.
Dos signos muy alentadores marcaron la participación ciudadana el pasado domingo. Votaron más jóvenes, hasta ahora renuentes a involucrarse en procesos electorales y subió sustantivamente la participación en comunas populares que registraban bajos niveles de participación, en contraste con las del barrio alto. Es de esperar que ello no corresponda exclusivamente a las expectativas generadas por el proceso constituyente sino a una mayor conciencia cívica pero aún queda pendiente la discusión acerca del voto no tan sólo como un derecho sino también como un deber cívico.
Votaron más jóvenes, hasta ahora renuentes a involucrarse en procesos electorales y subió sustantivamente la participación en comunas populares que registraban bajos niveles de participación, en contraste con las del barrio alto.
Ganadores y perdedores
Tras el plebiscito, muchos insisten-el gobierno el primero- que no hay ganadores ni perdedores tras estos resultados, siendo un triunfo de la democracia. Más que tuerta y demagógica interpretación a ojos vista de lo que fue el proceso hasta su multitudinaria celebración a nivel nacional y los rostros pálidos en el oficialismo.
En primer lugar, perdieron los partidarios del rechazo. Perdió Andrés Allamand, autor de la mañosa fórmula del “rechazo reformista”, que asumió la mayoría de la derecha, hoy sin respuesta. Perdió la UDI que institucionalmente se jugó por el rechazo. Perdió Piñera, que afanosamente intentó mostrase “neutral” sin convencer a nadie y generando fuerte descontento entre los partidarios del rechazo, Y perdió Longueira que vanamente intento mimetizarse con el apruebo para evitar una dura derrota política a su sector, que tendrá inevitables consecuencias en el terreno electoral.
Nunca la mayor parte de derecha imaginó una derrota tan categórica y contundente mostrándola reducida a un esmirriado 20 % de las preferencias. No la vieron venir ni en sus peores pesadillas.
La llamada ”derecha social “ que pretendió liderar Mario Desbordes antes de asumir la cartera de Defensa puede reclamar parte de los créditos por haber concurrido al acuerdo del 15 de noviembre y mantener su apoyo a la opción apruebo pese a las presiones de los sectores más duros de la derecha, pero hoy corre el inmenso riesgo de ser subsumida por las demandas de unidad que surgen desde el gobierno y los sectores más duros de la derecha que buscan cerrar filas en torno a los objetivos de defender todo lo que se pueda de la actual institucionalidad y, tan importante como lo anterior, presentar un frente común para proyectar a la derecha en el poder.
pero hoy corre el inmenso riesgo de ser subsumida por las demandas de unidad que surgen desde el gobierno y los sectores más duros de la derecha
Con tanta o mayor legitimidad los partidos de oposición que impulsaron y posibilitaron el acuerdo del 15 de noviembre, que abrieran un cauce político a las demandas ciudadanas expresadas en el estallido social, pueden reclamar un crédito, que necesariamente debe extenderse al resto de los partidos de oposición que, si bien no suscribieron el acuerdo, se jugaron por la aprobación del proceso constituyente.
¿Una bofetada al sistema político?
Abundan quienes sostienen que esos son cálculos menores e irrelevantes. Que todo el mérito es de un amplio y más que diverso movimiento social que decidió rebelarse frente a un orden en crisis y que la llamada clase política contribuyó a mantener y perpetuar. Incluso algunos sectores sostienen que nada de todo esto habría sido posible sin el ingrediente de violencia que acompañó al estallido y la sostenida movilización social y que el resultado es una verdadera “bofetada” al conjunto del sistema político, que debería ceder su protagonismo a la ciudadanía.
Obviamente es un debate desafiante. No se puede negar que el estallido y la movilización social jugaron un rol protagónico para abrir el camino al proceso constituyente y los inevitables cambios que este conlleva. También es necesario reconocer que el acuerdo del 15 de noviembre logró abrir un cauce para asumir esas demandas. En este sentido es posible coincidir en que el plebiscito y sus resultados constituyen un triunfo de la democracia.
Una interpretación cabal del sistema democrático no se agota en la representación política, consustancial a la democracia, sino muy centralmente en la organización y participación de la sociedad en torno a sus intereses e identidades. Sean estos sindicatos, juntas de vecinos, clubes deportivos, organizaciones patronales, feministas, culturales, etc.
Una interpretación cabal del sistema democrático no se agota en la representación política, consustancial a la democracia, sino muy centralmente en la organización y participación de la sociedad en torno a sus intereses e identidades.
La inmensa mayoría del país comprende que no es posible una democracia sin partidos que representen diversos intereses y propuestas de futuro. Lo que el país espera es que los partidos cumplan correctamente esta función. Sin ensimismarse en la desnuda disputa por el poder. En estrecha relación y diálogo con las organizaciones de la sociedad. Escuchando sus demandas y tomando sus pareceres. Resolviendo los conflictos de interés en base a las reglas de la democracia, teniendo presente el interés colectivo y el bien común. Y resulta evidente que se requieren profundos cambios en la forma de pensar y hacer una política que responda a esas legítimas expectativas.
Y resulta evidente que se requieren profundos cambios en la forma de pensar y hacer una política que responda a esas legítimas expectativas.
Ciertamente parece indispensable marcar la línea de legitimidad entre la movilización ciudadana ante una represión con rasgos criminales como la que aplica la cuestionada policía de Carabineros, con uso desmedido de la fuerza y también con la acción delictiva de grupos que se mimetizan o derechamente se desbandan de la movilización ciudadana. La violencia llama a la violencia, la represión y el sufrimiento de miles de chilenos, que han perdido sus vidas, sus ojos y su libertad, a partir de una represión descontrolada y el uso desmedido de la fuerza por parte de los servicios policiales.
Rechazar la violencia, institucional o contestataria, no implica desactivar la movilización y la legitima protesta social, del todo indispensable para impulsar el proceso de cambios que la mayoría demanda, pero implica marcar claras diferencias y distancias con grupos violentistas.
Expectativas y desafíos del proceso constituyente
El plebiscito y su contundente resultado es el inicio de este proceso. La inmensa mayoría del país se ha pronunciado por una nueva constitución redactada por una convención íntegramente elegida de manera paritaria, que contempla la participación de las etnias originarias.
Con el auspicio del gobierno y el liderazgo ansioso de Piñera, la derecha intenta cerrar la brecha abierta en su interior por el reciente plebiscito para presentar una sola lista de candidatos a la convención constituyente, que vaya desde los republicanos de José Antonio Kast hasta el conjunto de Chile Vamos (lo que ya ha generado resistencias internas), intentado convertirse en la primera minoría suficiente para defender los principios más caros del sector que se siente amenazado por un nuevo orden democrático.
Con el auspicio del gobierno y el liderazgo ansioso de Piñera, la derecha intenta cerrar la brecha abierta en su interior por el reciente plebiscito para presentar una sola lista de candidatos a la convención constituyente, que vaya desde los republicanos de José Antonio Kast hasta el conjunto de Chile Vamos (lo que ya ha generado resistencias internas), intentado convertirse en la primera minoría suficiente para defender los principios más caros del sector que se siente amenazado por un nuevo orden democrático.
El ancho mundo del progresismo, en su más amplia diversidad, asume una enorme responsabilidad frente a este proceso. Tan sólo la unidad en torno a principios y propósitos asegura llevar a buen puerto el proceso constituyente y cumplir las altas expectativas cifradas en él. La división y fragmentación tan sólo puede favorecer a la derecha y amenaza con frustrar las expectativas.
La división y fragmentación tan sólo puede favorecer a la derecha y amenaza con frustrar las expectativas.
Corresponderá a los líderes políticos y dirigentes sociales determinar las fórmulas para enfrentar este desafío. Si con una sola lista, al igual como pretende la derecha (que sería lo ideal pero que resulta muy difícil dada su heterogeneidad) o con dos listas, que pudiera ser lo posible, con el severo riesgo de cristalizar dos bloques irreconciliables para enfrentar los próximos desafíos electorales.
La convención constituyente debiera representar la amplia diversidad social, étnica, política y cultural del país, sean estos y estas independientes o militantes. Será el pueblo soberano quien democráticamente elija a sus representantes.
Los partidos políticos no pueden pretender monopolizar este proceso, pero tampoco corresponde estigmatizar a militantes, que son también ciudadanos. La convención constituyente debiera representar la amplia diversidad social, étnica, política y cultural del país, sean estos y estas independientes o militantes. Será el pueblo soberano quien democráticamente elija a sus representantes.
La desafiante agenda política, económica, social y electoral del año próximo
El país enfrenta una intensa y desafiante agenda política, económica y social este próximo año, jalonada por un intenso cronograma electoral para renovar a la totalidad de las autoridades de libre elección (incluidos alcaldes, concejales, consejeros regionales, gobernadores, diputados senadores y Presidente de la Republica), así como los miembros de la convención constituyente.
Una agenda que pondrá a prueba la capacidad de los actores sociales y políticos para atender las urgencias y demandas de la ciudadanía, fuertemente impactadas por la pandemia que aún afecta al país con severas consecuencias económicas, en el marco de una aguda tensión social.
Es muy poco lo que se puede esperar de un gobierno incapaz de asumir la profundidad de la crisis y sus causas profundas. Una administración que entra al último año de su mandato y cuyas prioridades aparecen centradas en la recuperación de la economía y su obsesión por proyectarse a futuro, entregando la banda presidencial a alguien de su propia coalición. Idealmente a un militante de la UDI, como aceptara recientemente Sebastián Piñera en un encuentro con Chile Vamos.
Es muy poco lo que se puede esperar de un gobierno incapaz de asumir la profundidad de la crisis y sus causas profundas.
La disyuntiva es más que trascendente. La restauración del orden actual, con algunas reformas cosméticas que aseguren su sobrevivencia, o la instauración de un nuevo orden bajo un renovado marco constitucional y un pacto social que garantice un desarrollo inclusivo. Eso es lo que se juega en las próximas elecciones.
Chile despertó. La duda es si lo hacen también los actores políticos y sociales que pueden viabilizar el proceso de cambios y transformaciones que demanda una amplia mayoría ciudadana. La lamentable imagen de los comandos del Apruebo jugando “al corre el anillo” en sus diversas sedes, registró una desconexión evidente con los cientos de miles de manifestantes que celebraban un histórico triunfo a lo largo de todo el país.
La lamentable imagen de los comandos del Apruebo jugando “al corre el anillo” en sus diversas sedes, registró una desconexión evidente con los cientos de miles de manifestantes que celebraban un histórico triunfo a lo largo de todo el país.
El desafío está a la vista y en tiempos acelerados de definiciones trascendentes para el futuro del país.