El talento creativo de Pollock. Por Tomás Vio Alliende

por La Nueva Mirada

“Fue el dripping (goteo). Eso lo hizo famoso”, dijo la profesora de artes fundamentales en la sala de clases en un colegio de Maryland, Estados Unidos, al mismo tiempo que apagaba el televisor. Yo era uno de sus alumnos y todavía estaba impresionado después de ver un video sobre la vida del pintor Jackson Pollock (1912 -1956), un creador innato, considerado por muchos críticos como el mejor artista estadounidense de todos los tiempos.

Respiré hondo, y luego se armó una conversación con mis compañeros. El salón era grande y estábamos divididos en mesones de cinco o seis estudiantes. Una de las alumnas, Lisa, tomó una pequeña brocha, la untó con un poco de pintura y comenzó a salpicar una hoja de block blanca. El resultado fue fatal. “Es imposible, no sé cómo Pollock pudo lograr algo interesante”, dijo sonriendo.

Han pasado los años y todavía tengo marcadas las imágenes de la sala de clases y del documental de Pollock con su famoso “dripping”.  Pero no todo fue fácil para el artista que nació en Cody, Wyoming y se crio en Echo Park, Los Angeles, donde fue a un colegio para Artes Manuales del que fue expulsado. Era ya la segunda vez que le pasaba lo mismo. Tuvo que llegar a Nueva York para ser aceptado junto a su hermano en The Arts League of New York.  Posteriormente, con la obra “Mural” (1943) logró cierto reconocimiento, empezó a experimentar con la pintura a gran escala y cambió el rumbo al combinar métodos clásicos con expresionismo abstracto.

Luego llegó el goteo o chorreo, el “dripping” que hizo famoso a Pollock y que caracterizó su obra entre 1947 y 1952. En ese entonces se había ido a vivir al campo, a Springs, cerca de Nueva York con su mujer, la pintora estadounidense Lee Krasner. Allí adaptó un granero para practicar y construir sus obras a gran escala.

“Prefiero pintar en la pared o en el suelo y alejarme de las herramientas tradicionales de los pintores como los caballetes, las paletas y pinceles, etc. Prefiero varitas, palas de jardinero, cuchillos y pintura diluida o impasto con arena, vidrios rotos o cualquier otro material añadido”, indicó Pollock en una entrevista. Era tal la concentración que le daba a su “Action Painting”, que Hans Namuth, un joven fotógrafo que fue a verlo para hacer un reportaje contó que el artista estuvo más de una hora y media pintando sin parar, esparciendo los elementos sobre un lienzo, sin tomar en cuenta que en la sala estaba él junto a Krasner. “Pollock se las arregló para liberar a su línea de representar objetos en el mundo, y también de su tarea de describir o contener formas o figuras, ya sean abstractas o representativas, en la superficie del lienzo”, dijo el reportero gráfico.

La original técnica de Pollock también ha llamado la atención de científicos y matemáticos. Muchos de ellos han llegado a la conclusión que el artista trabajaba intuitivamente sobre estructuras fractales –objetos geométricos fragmentados e irregulares que se repiten a diferente escala-. Incluso, la singular obra del norteamericano también ha sido relacionada con la “Teoría del Caos” por su carácter único e inigualable.

“Cuando estoy «dentro» de mi pintura, no soy consciente de lo que estoy haciendo. Tan solo después de un periodo de «aclimatación» me doy cuenta de lo que ha pasado. No tengo miedo a hacer cambios, destruir la imagen, etc., porque la pintura tiene vida propia. Intento dejarla salir”, señaló Pollock sobre su trabajo pictórico.

Antes de morir, el artista llevaba más de un año sin pintar porque se estaba dedicando a la escultura y seguía atrapado en un alcoholismo que había crecido a la par con su éxito en la pintura. En 1956 perdió la vida mientras manejaba su auto en estado de ebriedad junto a dos personas, entre ellas su amante, Ruth Klingman, quien fue la única que se salvó del siniestro.

Nunca supe si Lisa, mi compañera del curso de artes fundamentales, siguió tratando con el “dripping” al estilo Pollock. Yo ni siquiera lo intenté en ese momento y menos después. Han pasado varias décadas desde esa soleada mañana en el colegio de Maryland, lo que no quita que observar la técnica y el estilo del artista de obras a gran escala me siga conmoviendo. Basta mirar fijamente una de sus pinturas para recorrer los movimientos trazados por sus utensilios, el trabajo matemático innato que tiene el desorden de cada una de sus líneas, sus chorreos sobre el lienzo gigante. Basta ver cómo el desplazamiento de los elementos aparece unido a un universo completamente nuevo e insospechado. Es entonces cuando te das cuenta de la posibilidad que el mundo, a veces, se puede reducir en enormes trazos de expresionismo abstracto.

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1 comment

Cecilia Albala agosto 13, 2020 - 10:38 pm

La mirada de Tomás es excepcional! Surge desde sus recuerdos para crear una descripción extraordinaria del artista y su obra

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