Una hora cuarenta duro el ultimo mensaje presidencial de Sebastián Piñera. Y casi 10.000 palabras. Demasiado para decir tan poco. Para muchos, lo mejor del mensaje es que fue el último.
Para la oposición a este mensaje la falta sustancia. Aparece como un mensaje vacío. El gobierno se habría farreado la oportunidad de hacer anuncios trascendentes, pedir perdón por las graves violaciones a los derechos humanos durante su mandato, detallar la manera cómo se enfrentará la nueva ola de contagios y se mejorarán las ayudas a la ciudadanía.
Tampoco a la derecha, ingratamente sorprendida con su decisión de ponerle urgencia al matrimonio igualitario, le gustaron estas últimas palabras con banda presidencial. Unos hablaron de traición. Otros de pirotecnia. Muchos recordaron su famosa calificación de “cómplices pasivos” a sectores civiles que apoyaron el régimen militar y que guardaron celoso mutismo frente a las masivas y sistemáticas violaciones a los derechos humanos. “Solo le faltó proponer libertad a los presos de la revuelta”, se sostenía en ofuscados círculos de la derecha.
Más allá del ruido, conscientemente calculado, no fue un mensaje presidencial muy trascendente. Tradicionalmente los mandatarios intentan fijar su legado en el mensaje de fin de mandato. Y señalar los grandes desafíos que enfrenta el país de cara al futuro. Y nada de eso aparece en este mensaje. Ciertamente, porque el famoso “legado” que sus asesores buscan afanosamente identificar es muy pobre, para no decir desastroso. La promesa de tiempos mejores ya se transformó en una triste ironía. Piñera envió una reforma tributaria que buscaba bajar impuestos y terminó subiéndolos. El Oasis mutó en una verdadera caldera social. Tras el estallido, el gobierno debió entregar la Constitución. Y ahora el mandatario sorprende con urgencia al siempre escondido(por La Moneda) proyecto de matrimonio igualitario.
¿A quién le habla Sebastián Piñera?
No lo ha pasado bien el Presidente. Las encuestas lo castigan y ningún candidato en las recientes elecciones múltiples lo buscó para sacarse fotos con él.
Luego de tres años de este gobierno el país vive una profunda crisis política, económica y social, que contrasta fuertemente con los notables avances alcanzados por los gobiernos de la centro – izquierda, que el propio mandatario se encargó de resaltar en su singular último mensaje.
Es verdad que, durante su mandato, el país, al igual que el resto del mundo, debió enfrentar una pandemia con masivos contagios y récord en de muertes, superior a las treinta mil, situando al país en la parte superior del triste ranking mundial de víctimas por habitantes. Pero antes el gobierno enfrentó, a duras penas, el desborde de un inédito estallido social, originado en el hastió ciudadano por los abusos y las irritantes desigualdades. Su profundidad y alcance jamás fue comprendido por un mandatario que sintió la presencia de un enemigo peligroso e implacable que lo tuvo en las cuerdas hasta el acuerdo político transversal para un nunca deseado proceso constituyente, que terminó por dejarlo al margen de su control. Piñera ha sido así parte del problema y muy poco de la solución de la gran crisis nacional.
En lo estrictamente político el gobierno hereda a su coalición no tan solo un descalabro electoral, como el reciente, que le significó perder la mitad de sus alcaldes y concejales, la mayoría de las gobernaciones regionales (sino todas) y quedar lejos del ansiado tercio en la Convención Constituyente para frenar los cambios esenciales a la Carta Magna impuesta en dictadura. Hoy es una coalición atravesada por profundas tensiones entre la derecha dura y la denominada social, que buscan, paradojalmente, tomar distancia de su gobierno.
Así se desvanecen las ilusiones de la derecha para proyectarse a futuro. Joaquín Lavín, su liderazgo mejor posicionado en las encuestas no tiene la primera opción para ganar la elección presidencial. Ese favoritismo la tiene hoy el candidato del PC, Daniel Jadue, convirtiendo a Piñera en el inesperado “Kerensky” chileno.
¿Será un comunista el heredero de Piñera?
Cuesta imaginar, pero puede suceder. La mayoría de las encuestas lo sostiene y hoy más que ayer Jadue derrotaría a un vapuleado Lavín, en buena parte por obra y gracia de Sebastián Piñera.
Las encuestas se equivocan con frecuencia y queda algún tiempo por recorrer hasta el día “D”, pero no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Daniel Jadue, que tempranamente sinceró sus aspiraciones presidenciales, representa la línea dura que se impuso a la vieja guardia comunista en el reciente congreso de su partido para aprobar la idea de un frente antineoliberal (sin medias tintas) que excluyera a los sectores de la ex Concertación que, en su opinión, habían contribuido a consolidar el costoso modelo en nuestro país. Él, junto con sectores del Frente Amplio, fue uno de los artífices del veto al PPD y Nuevo Trato, frustró la pretensión de primarias amplias en la oposición.
Jadue capitaliza hoy, en importante medida, el descontento ciudadano expresado en el estallido social con un discurso afincado en la más que instalada consigna de “no son los treinta pesos sino los treinta años de abusos y desigualdades”, omitiendo convenientemente los años en que el PC integró la coalición de gobierno en el segundo mandato de Michelle Bachelet. Harina de otro costal es el debate sobre las estrategias pasadas para terminar con la dictadura y las batallas de la centro – izquierda para terminar con las exclusiones y el sistema binominal “amarrado” durante buena parte de una transición con el dictador instalado como senador vitalicio.
El senador José Miguel Insulza señaló que Daniel Jadue no le daba confianza. Y alude a razones para alimentar esa desconfianza. Contribuye la postura del candidato comunista en el plano internacional. Al menos muy ambigua ante el gobierno de Nicolás Maduro, favoreciendo los prejuicios históricos alimentados por la derecha respecto de las posiciones de la izquierda ante gobiernos autoritarios y antidemocráticos.
Si el próximo 6 de junio los peruanos eligieran a Pedro Castillo en la presidencia del país vecino, se abrirá espacio a nuevos debates sobre las eventuales alianzas internacionales de un gobierno presidido por Jadue.
En materia de relaciones vecinales, Daniel Jadue se ha manifestado a favor de conceder una salida soberana al mar para Bolivia. Una propuesta que genera fuertes resistencias no sólo en sectores conservadores y dependiendo de la fórmula que implique ceder soberanía, pese al fallo del Tribunal de La Haya.
Un intenso período de campañas con interrogantes abiertas
Aunque se conocen adelantos programáticos en materia económica, Daniel Jadue está desafiado a precisar, como Gabriel Boric, con quién competirá en primarias legales, los aspectos sustantivos para una eventual gestión presidencial con la pesada herencia que deja el frustrado gobierno de Sebastián Piñera.
La reciente elección en la Central Unitaria de Trabajadores(CUT) significó una severa derrota para el Partido Comunista y su candidata Bárbara Figueroa, ampliamente superada por el Partido Socialista, que alcanzó el 60 % de los votos, eligiendo a 27 de los 45 consejeros nacionales. Ciertamente es un factor relevante – el ámbito sindical en un necesario proceso de renovación y ampliación de su protagonismo – para los futuros desafíos económicos y sociales del progresismo, exigiendo de respuestas coherentes y lejanas de sectarismos como las que se imputan a ciertos pronunciamientos del postulante presidencial del PC.
Jadue, como los otros candidatos y candidatas de oposición, deberán precisar con qué sectores políticos pretenden gobernar y cómo construir las mayorías sociales y políticos que puedan respaldar un proceso de cambios tan urgentes como esenciales. Los vetos, como han sostenido con fuerza los principales sectores del Frente Amplio, parecen una pésima señal entre los sectores democráticos capaces de derrotar en conjunto el poder político y económico de la derecha.
Con todo, si Jadue gana las primarias de su sector (como es probable) y luego sortea el paso a segunda vuelta, enfrentado al candidato de la derecha, una amplia mayoría ciudadana podría optar por él, convirtiéndolo en el primer presidente comunista de nuestra historia política.
Pero aun este escenario puede cambiar en tiempos muy dinámicos y abiertos para el quehacer político. La centro – izquierda todavía no define su opción, aunque todo apunta a la realización de unas primarias convencionales para designar un postulante único del sector.
Paula Narváez, con el apoyo del PS, PPD y Nuevo Trato, debería enfrentar a una fortalecida opción demócrata cristiana, como la Presidenta del Senado Yasna Provoste y el ya declarado postulante del PRSD, Carlos Maldonado. Quien se imponga en esas primarias convencionales, tendrá serias posibilidades de competir en primera vuelta, sin olvidar que en una segunda ronda se requerirá del apoyo de toda la actual oposición.
Los plazos se precipitan. El 13 de junio tendrá lugar la segunda vuelta en la elección de gobernadores en trece regiones (tres fueron resueltas en primera ronda). El 19 de Julio están programadas las elecciones primarias para elegir los candidatos a la presidencia. La contienda presidencial y parlamentaria se realizará el 21 de noviembre, con segunda vuelta programada para el 19 de diciembre.
Todo apunta a contiendas polarizadas, donde no estarán ausentes los argumentos del “terror político” tan persistentes como gastados en las contiendas electorales del país. Los últimos resultados demuestran sus limitaciones.
Con todo, la actual oposición, en su amplia diversidad, retendría la mayoría parlamentaria. La duda es si esa mayoría plural tiene la capacidad de unirse para derrotar a la derecha en la segunda vuelta.
Los votos no son endosables y la experiencia indica que el candidato o candidata que gane en primera vuelta tiene las mayores posibilidades de ratificar ese triunfo en la segunda ronda. Como sucediera en la anterior elección presidencial.
Las debilidades de Lavín son evidentes (le guste o no, debe cargar con el “legado” del actual mandatario; la rotunda derrota de su sector en las recientes elecciones y, ciertamente, con que que no se trata de una cara nueva). Su principal fortaleza podría ser la división opositora,
Sea que se apruebe la obligatoriedad del voto, que hoy se tramita en el parlamento, o que se rechace y se mantenga el voto voluntario, es un deber ejercerlo como derecho. Esencialmente para los millones de chilenos que se han movilizado demandado cambios y transformaciones.