Jair Bolsonaro sube en las encuestas. Haddad se estanca.
La más reciente y probablemente la última encuesta, antes de las elecciones del próximo domingo, dada a conocer por IBOPE, junto con mostrar un escenario de polarización entre el candidato de ultraderecha Jair Bolsonaro y Fernando Haddad -el Petista que reemplazó a Lula en la carrera presidencial – los postulantes que pasarían a segunda vuelta, entrega dos datos de suyo inquietantes, proyectando un alto grado de incertidumbre para el desenlace de una elección que puede cambiar dramáticamente el escenario político en la región.
El primero es que Bolsonaro, que aún convalece del atentado sufrido hace unas semanas, sigue subiendo en las encuestas, empinándose al 31 % de las preferencias, mientras Haddad permanece estancado, bajando un punto respecto de la anterior medición, marcando un 21 %.
Es más que evidente que las encuestas no tienen valor predictivo y que con demasiada frecuencia incurren en groseros errores. Sea por desaciertos metodológicos, votos escondidos o vergonzantes, o mala estimación del universo de votantes.
El segundo indica un incremento del nivel de rechazo a Haddad, elevándose a un 38 %, cerca del 44 % que tiene Bolsonaro, proyectando un empate a 42 % en segunda ronda, contradiciendo la medición anterior, que marcaba una diferencia de cinco puntos a favor del candidato petista.
Es más que evidente que las encuestas no tienen valor predictivo y que con demasiada frecuencia incurren en groseros errores. Sea por desaciertos metodológicos, votos escondidos o vergonzantes, o mala estimación del universo de votantes.
Las proyecciones políticas conocidas llevan a pronosticar que Haddad se impondría a Bolsonaro en primera ronda y ganaría el balotaje. Sobre todo si los fieles partidarios de Lula endosan, mayoritariamente, su apoyo al candidato que lo representa en la próxima elección. Y si los sectores populares, mayoritariamente favorecidos por las administraciones petistas, acuden a pronunciarse de acuerdo a sus intereses.
Supuestos que se ponen en duda. Sobre todo en un escenario de crisis política, económica y moral, marcado por la violencia y la corrupción, cuando los ciudadanos han perdido la confianza en sus líderes políticos, los partidos y las propias instituciones democráticas. Un escenario más que propicio para la emergencia de líderes populistas -de derecha o de izquierda- que no se asumen como políticos, sino como salvadores providenciales, que prometen combatir el crimen y la violencia con mano dura, terminar con la corrupción y “salvar” a su país del caos en que estaría sumido.
Jair Bolsonaro ha capitalizado buena parte del descontento y desconfianza ciudadana hacia los políticos. Con un discurso duro, ultra conservador y políticamente muy incorrecto, pero atractivo, no tan sólo para las elites sino también para sectores populares que han perdido la fe en las instituciones democráticas, sufren los rigores de la violencia y las duras medidas de ajuste económico implementadas por el gobierno de Michel Temer.
Hoy, al decir de las encuestas, cerca de un tercio del electorado se identifica con este ex militar, que alaba abiertamente la dictadura que gobernó a ese país (1964-1984), promete mano dura en contra de la delincuencia y la instalación de un orden autoritario.
Hoy, al decir de las encuestas, cerca de un tercio del electorado se identifica con este ex militar, que alaba abiertamente la dictadura que gobernó a ese país (1964-1984), promete mano dura en contra de la delincuencia y la instalación de un orden autoritario.
La buena noticia sería que su nivel de rechazo supera al de su apoyo en las encuestas y que miles de manifestantes, en su mayoría mujeres, se movilizan activamente para impedir su eventual triunfo electoral.
La mala, es que Jair Bolsonaro hace parte de una nueva corriente populista de ultraderecha, que emerge con fuerza creciente en diversas latitudes, como respuesta a la evidente fatiga de los sistemas democráticos, en el marco de un proceso de globalización que se impone a los estados nacionales, con supra poderes que amenazan su soberanía.
Como ocurre en Europa, con el avance de partidos conservadores, de ultraderecha, xenófobos y nacionalistas, en Italia, Suecia, Francia y Holanda. De alguna manera el triunfo de Donald Trump en EE.UU. es parte de este mismo fenómeno.
América latina no ha quedado inmune. Inicialmente con expresiones populistas de signo “izquierdista”, en Venezuela y Nicaragua, pero crecientemente con tendencia de ultraderecha, como el que expresa Bolsonaro en Brasil, o el candidato evangélico ultraconservador, que pasó a segunda vuelta en las pasadas elecciones costarricenses.
Una señal más próxima es José Antonio Kast (marcó cerca de un 8 % en las pasadas elecciones presidenciales) y su movimiento republicano, que reivindica la obra del régimen militar en Chile, explicitando hoy su resuelto apoyo a Bolsonaro.
Las elecciones generales de Brasil el próximo domingo, marcarán un nuevo mapa político en la región. Con los resultados más impredecibles de su historia, con opciones aún abiertas para uno de los candidatos con mayores niveles de rechazo del electorado.
Las elecciones generales de Brasil el próximo domingo, marcarán un nuevo mapa político en la región. Con los resultados más impredecibles de su historia, con opciones aún abiertas para uno de los candidatos con mayores niveles de rechazo del electorado
De imponerse Fernando Haddad, como indicaría una cierta lógica, se fortalecería un eje progresista, configurado por el mandatario electo de México, Andrés Manuel López Obrador, que asume el poder el próximo 1 de diciembre, y el propia Haddad. Éste tendría el desafío de conformar una coalición muy amplia, sin descartar la alternativa de un gobierno de unidad nacional (descartando a la ultra derecha) que le permita enfrentar la grave crisis económica, política y social que actualmente vive ese país.
En la alternativa que triunfe Bolsonaro, el futuro del país parece mucho más incierto, con serios riesgos para su democracia y recaída en el autoritarismo. Jair Bolsonaro representa un riesgo bastante mayor para su país y para la región que el de Donald Trump a nivel global. Por todas estas razones la atención de la región estará concentrada en lo que suceda en Brasil el próximo domingo en la primera vuelta presidencial.