Elecciones en España: Otra vez

por La Nueva Mirada

Por Patricio Escobar
Barcelona, noviembre 12; 2019

Igual que en esas películas de serie B, que tenían innumerables secuelas, las que giraban indefectiblemente sobre el mismo argumento, España enfrentó, por segunda vez este año, elecciones generales. Aunque fuera demasiado recurrido, muchos análisis titularon “El día de la marmota”, recordando aquella película en que todo se repite idénticamente día tras día, sin importar lo que se trate de hacer para evitarlo. El resultado fue el previsible. Todo quedó más o menos igual.

Aunque fuera demasiado recurrido, muchos análisis titularon “El día de la marmota”

El sistema político español es un sistema de monarquía parlamentaria en que la presidencia del Gobierno se elige entre los diputados electos. Hasta el año 2015 había dos grandes actores: el Partido Popular (PP), de derecha y que contó entre sus filas a destacados exfuncionarios de la dictadura de Franco, y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), de antigua tradición izquierdista devenido en la actualidad socialdemócrata y, como acostumbra a autodefinirse, partido de Estado. Actores muy secundarios eran los nacionalistas, que tenían representaciones minoritarias, en general poco relevantes a nivel nacional, salvo que nadie obtuviera una mayoría absoluta y necesitara de sus votos para formar Gobierno.

En ese mundo idílico para los grandes partidos, había oportunidades en que se imponían unos a otros con mayoría absoluta y formaban gobierno, y otras en que, para alcanzar la cifra mágica de 176 votos en una cámara de 350 escaños, debían recurrir a oscuras negociaciones en que, ofertando prebendas de todo tipo, conseguían los apoyos necesarios de canarios, catalanes o vascos, según las necesidades, sin que ello supusiera compartir el poder o gobernar en coalición.

El año 2015 marcó el fin de ese bipartidismo de facto, que había alimentado graves problemas de corrupción, propios de la ausencia de alternancia real en la administración del Estado. Por una parte, emergió Podemos, reuniendo a la izquierda desencantada, sin referentes e indignada por la gestión conservadora de la crisis iniciada el año 2008 y, por la otra, Ciudadanos (Cs), una propuesta liberal de centro que había nacido en Catalunya en 2006 y que diez años después conseguía una representación destacable.

El año 2015 marcó el fin de ese bipartidismo de facto, que había alimentado graves problemas de corrupción, propios de la ausencia de alternancia real en la administración del Estado.

España tuvo la oportunidad en ese momento avanzar hacia el multipartidismo y poner a tono su sistema y prácticas políticas, con las democracias modernas. Sin embargo, ese mismo año explotaba un problema que se venía incubando también desde hacía una década: el “problema” catalán. En síntesis, por vez primera después de la dictadura de Franco, el independentismo alcanzaba mayoría en el Parlament de Catalunya y emplazaba al Estado para establecer un mecanismo de consulta a los catalanes acerca de la independencia. Este proceso desató un reordenamiento radical del cuadro político, que se decantó en general por un ordenamiento entre los que estaban a favor o en contra de la independencia de Catalunya, a excepción de Podemos, que atendía a la reivindicación del independentismo de realizar un referéndum vinculante.

Es tal el descalabro que provocó el ascenso del independentismo en España, que comenzó a gestarse la realización del referéndum, no reconocido y expresamente prohibido por los tribunales españoles; se produjo una escalada de posicionamientos en contra por parte de los partidos nacionales, cada uno más radical que el otro. Si el PP amenazaba con las penas del infierno a los independentistas, Cs lo hacía con más estridencia, y el PSOE le agregaba todo tipo de amenazas, y los tres ofrecían sus cadáveres si es que alguien deseaba pasar por encima para materializar tamaña afrenta a la unidad de España. Pero, más allá de lo anecdótico, estaba ocurriendo algo inédito y grave. La discusión política se había vaciado de contenido y el único debate posible y la diferencia entre unos y otros, radicaba en qué tan en contra se estaba de la independencia de Catalunya. Por estrambótico que parezca, Cs y el PP acusaban al PSOE de tener un pacto secreto con los independentistas para “romper España”, cosa que por cierto ellos no permitirían, mientras que el PSOE les enrostraba a ambos la poca lealtad que tenían con la tenaz y solitaria lucha del Gobierno en contra de los que “quieren romper España”, cosa que solo evitaba su decidida defensa de la Constitución del ‘78. Pedro Sánchez, líder del PSOE, había defenestrado mediante una moción de censura al presidente PP Mariano Rajoy, hundido hasta el cuello junto a su partido en la corrupción.

Es tal el descalabro que provocó el ascenso del independentismo en España, que comenzó a gestarse la realización del referéndum, no reconocido y expresamente prohibido por los tribunales españoles

Sin embargo, esta carrera desbocada de los partidos nacionales por ver quién era capaz de dar mayores muestras de ferocidad contra el independentismo, los estaba llevando en su discurso en dirección a la ultraderecha, hasta que incluso se toparon con ella. Una organización anecdótica e irrelevante, Vox, que rechazaba a los migrantes, las políticas contra la violencia de género y que defendía las corridas de toros, al tiempo que odiaba visceralmente a los catalanes y en general a las autonomías, solo contaba con una adhesión proveniente de la Legión y su mascota. Pero cuando el discurso de la derecha, PP y Cs, comenzó a enarbolar sus banderas, levantó su voz. Como es natural, los votantes que respondían a ese tipo de estímulos, se vieron más reflejados en los representantes originales de esa posición que en los epígonos. Resultado: Vox comenzó a figurar en las encuestas a costa del PP y Cs.

Sin embargo, esta carrera desbocada de los partidos nacionales por ver quién era capaz de dar mayores muestras de ferocidad contra el independentismo, los estaba llevando en su discurso en dirección a la ultraderecha, hasta que incluso se toparon con ella.

El apoyo que recibió el PSOE para la moción de censura contra Rajoy incluía a los catalanes, pero ellos no estuvieron dispuestos a mantener ese apoyo a la hora de aprobar los presupuestos sin una contrapartida respecto a sus reivindicaciones. Sin lograr aprobar los presupuestos, Sánchez tuvo que convocar a elecciones generales, que se efectuaron el 28 de abril de este año.

El apoyo que recibió el PSOE para la moción de censura contra Rajoy incluía a los catalanes, pero ellos no estuvieron dispuestos a mantener ese apoyo a la hora de aprobar los presupuestos sin una contrapartida respecto a sus reivindicaciones.

Para ser investido, Pedro Sánchez necesitaba 176 votos, pero solo obtuvo 123, más uno que le ofreció de inmediato el Partido Regionalista de Cantabria. La alternativa reglamentaria a la mayoría absoluta de 176 escaños es una segunda votación, en que simplemente el candidato debe obtener más síes que noes, escenario en el cual puede negociar que los partidos que no lo apoyan, al menos se abstengan.

En ese contexto, el PSOE agotó los plazos destinados a las negociaciones, sin cambiar de posición, teniendo como resultado la necesidad de convocar a nuevas elecciones.

Sin embargo, en ese ínterin, en el PSOE y en Pedro Sánchez se impuso el anhelo de gobernar en solitario, como en los viejos y buenos tiempos del bipartidismo. Con esa tesitura se obstinó en que los demás partidos le ofrecieran sus votos a cambio de nada. Su aliado natural, Podemos, contaba con 42 escaños, que llevaba a Sánchez hasta los 165, pero exigían participar de un gobierno de coalición. Esto suponía que Sánchez podía ser investido en una segunda votación, en tanto la derecha solo sumaba 147 rechazos, y los partidos nacionalistas, incluida Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), se mostraban dispuestos a facilitarla mediante la abstención. En ese contexto, el PSOE agotó los plazos destinados a las negociaciones, sin cambiar de posición, teniendo como resultado la necesidad de convocar a nuevas elecciones.

Entre lo significativo que dejó esta cita electoral fue que la ultraderecha entró al Parlamento cosechando 2,7 millones de votos y 24 diputados. ¿De dónde los sacó? Del PP que perdió más de la mitad de su votación. España dejaba de ser esa isla en Europa sin fascistas en el Parlamento.

Algo llevó a suponer a Sánchez que en unas nuevas elecciones podía mejorar su desempeño, al punto de lograr no solo ser investido presidente, sino gobernar en solitario, lo que desde otro punto de vista implicaba intentar alcanzar el Gobierno sin tener que recurrir a los votos de los independentistas catalanes, por los compromisos a que ello le obligaría.

Se ha discutido si la postura del PSOE tenía la expectativa real de que sus adversarios le regalaran sus votos o quiso provocar una segunda elección. El escenario del 28 de abril mostraba a la derecha con 11,17 millones de votos y a la izquierda con 11,21 millones, mientras los partidos nacionalistas reunían 3,5 millones de preferencias. En ese cuadro, algo llevó a suponer a Sánchez que en unas nuevas elecciones podía mejorar su desempeño, al punto de lograr no solo ser investido presidente, sino gobernar en solitario, lo que desde otro punto de vista implicaba intentar alcanzar el Gobierno sin tener que recurrir a los votos de los independentistas catalanes, por los compromisos a que ello le obligaría.

Pero eso no era buena idea. La propia ERC lo expuso en la investidura fallida. La oferta de abstenerse en la votación tenía un plazo acotado. Sánchez tenía que formar coalición con Podemos y negociar la abstención de los catalanes antes que el Tribunal Supremo entregara la sentencia y la eventual condena a los líderes sociales y políticos encausados por rebeldía y sedición. Si eran condenados, como efectivamente lo fueron y a penas altísimas de entre 9 y 13 años de cárcel, el precio de esos votos sería muy alto para el PSOE.

El 10 de noviembre pasado los españoles volvieron a las urnas, arrastrando no poco hastío. La clase política española se había mostrado incapaz de conseguir un acuerdo de investidura y de gobierno, cuando era posible hacerlo. Casi un mes antes, al conocerse la sentencia contra los políticos independentistas, Catalunya estalló en protestas y el clima se enrareció tal como se había pronosticado.

El 10 de noviembre pasado los españoles volvieron a las urnas, arrastrando no poco hastío. La clase política española se había mostrado incapaz de conseguir un acuerdo de investidura y de gobierno, cuando era posible hacerlo. Casi un mes antes, al conocerse la sentencia contra los políticos independentistas, Catalunya estalló en protestas y el clima se enrareció tal como se había pronosticado.

En las nuevas elecciones la abstención se elevó hasta los 10,4 millones de electores que no ejercieron su derecho, 2,1 millones más que el 28 de abril.

En las nuevas elecciones la abstención se elevó hasta los 10,4 millones de electores que no ejercieron su derecho, 2,1 millones más que el 28 de abril. El PSOE perdió 728 mil votos, la izquierda en conjunto 1,4 millones y la derecha 870 mil votos. En términos de escaños en el Parlamento el PSOE quedó con 120, tres menos, y Podemos con 35, lo que totalizando 155 deja a Sánchez más lejos de la investidura.

En términos de escaños en el Parlamento el PSOE quedó con 120, tres menos, y Podemos con 35, lo que totalizando 155 deja a Sánchez más lejos de la investidura.

Pero los problemas no acaban ahí. Moverse hacia la derecha para enfrentar a los independentistas acabó fortaleciendo al fascismo. Como el electorado conservador es lo que es, el crecimiento de unos es a costa de otros actores del mismo campo. Vox aumentó en casi un millón sus votos y pasó 24 de a 52 diputados. La contrapartida es que Cs se hundió, perdiendo 47 de sus 57 diputados y 2,5 millones de votos. Esto ha llevado a Albert Rivera, presidente de Cs. a renunciar y a abandonar la política.

Vox aumentó en casi un millón sus votos y pasó 24 de a 52 diputados. La contrapartida es que Cs se hundió, perdiendo 47 de sus 57 diputados y 2,5 millones de votos. Esto ha llevado a Albert Rivera, presidente de Cs. a renunciar y a abandonar la política.

48 horas después de las elecciones, Sánchez ha anunciado un acuerdo de gobierno con Podemos, cosa que pudo haber hecho en abril. Ahora le espera un largo recorrido de negociaciones para lograr la presidencia de Gobierno.

48 horas después de las elecciones, Sánchez ha anunciado un acuerdo de gobierno con Podemos, cosa que pudo haber hecho en abril. Ahora le espera un largo recorrido de negociaciones para lograr la presidencia de Gobierno.

Enfrenta dos alternativas. Puede intentar conseguir el apoyo o la abstención de los independentistas catalanes y vascos, pero ello exigiría una contrapartida, que al menos sería establecer un diálogo formal conducente a una consulta a los ciudadanos de Catalunya sobre la independencia y la amnistía a los presos políticos.

La segunda es pactar la abstención de los restos de Cs que son diez diputados y asegurar el apoyo de siete votos de pequeñas formaciones dispersas. Con eso podría enfrentar el rechazo de la derecha del PP y Vox, más un NO de los catalanes.

La primera alternativa es compleja. Da estabilidad al país, al abordar de frente un tema ineludible como es el problema catalán. Pero eso requiere demasiado valor político. La segunda alternativa permite conseguir ser investido, al tiempo que eludir el tema de la independencia de Catalunya, pero eso conduce a una legislatura con una estabilidad muy precaria. En que, desde los presupuestos hasta las diferentes iniciativas, podrían ser bloqueadas en el parlamento

 ¿Qué hará Pedro Sánchez? En principio, no se ve como un político con la disposición de enfrentar los problemas. Se aprecia como siempre dispuesto a echar mano de nuevos principios cuando los antiguos ya no son útiles.

 ¿Qué hará Pedro Sánchez? En principio, no se ve como un político con la disposición de enfrentar los problemas. Se aprecia como siempre dispuesto a echar mano de nuevos principios cuando los antiguos ya no son útiles.

También te puede interesar

1 comment

Ana Rosa López noviembre 14, 2019 - 1:23 pm

Haces entendedor el relato de una España que camina incierta. Enhorabuena

Reply

Deja un comentario