Estado empresario. Por Mario Valdivia V.

por La Nueva Mirada

No me cacho el estado empresarial. (Sí, he leído a Mazzucato). Espero que no se oponga a estado subsidiario. Me parece que ya sabemos que los proyectos históricos definidos por contradicción a lo que hay, a menudo nos dejan donde mismo. El siglo pasado es, de cierta manera, un solo gran ejemplo.

Igual, no me tinca. ¿No será mucho atado?

Los empresarios son personas muy particulares. Poseídas por espíritus animales, según Keynes, nunca cejan con su propósito fundamental, ni lo matizan: acumular para seguir acumulando. Eso es todo. Simples. Basta con unos impuestos por aquí y unos subsidios por allá para que se muevan como ratas condicionadas. Pero, por lo mismo, son managers muy hábiles. Hay que estar al acecho como animal acosado, y concentrarse como animal en la administración de recursos, para ganar cada vez más.  

El funcionario, en cambio, está poseído por espíritus humanos, demasiado humanos. Con motivaciones diferenciadas y más sutiles, no quiere olvidar la colación, el fin de semana libre y las vacaciones familiares. Nadie lo va a convencer de que la vida no es mucho más que acumular; que, en realidad, se acumula para vivir. Por eso, carece de la libido administradora del empresario, que vive para acumular.

Se me ocurre que inventar el estado empresario, cuando dirigir a los empresarios en esta u otra dirección es tan simple, y se consiguen resultados tan eficaces, no es más que un resultado de nuestra confusión estratégica. ¿Hacia dónde vamos, quiénes queremos ser?, son quizás preguntas que la consigna del estado empresario escabulle responder.

Entrenados en la razón instrumental de elegir entre medios, nos angustia declarar fines, y lo evitamos. Así, la política se convierte en otra cosa. Tenía un amigo que decidió escribir, y construyó un hermoso escritorio para hacerlo. Cuando lo completó, se murió.  

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