EUU-Cuba: nada pasa y todo queda. Por Jorge A. Bañales

por La Nueva Mirada

El presidente Joe Biden añadió Cuba a la lista de asuntos en los cuales las promesas electorales para gusto de la izquierda van quedando a la zaga de los prioritarios: la economía y la pandemia. El paso de una docena de presidentes en Washington y un solo cambio de gobernantes en La Habana poco han hecho para cambiar el tango que ambos países repiten desde 1960.

Que 60 años es nada

A mediados de abril de 1961 unos 1.500 anticastristas, en una operación mal planeada y peor ejecutada de la Agencia Central de Inteligencia desembarcaron en la Playa Girón, de la Bahía de Cochinos, en un intento de sublevar a la población de Cuba y derrocar el gobierno del por entonces primer ministro Fidel Castro.

A esa altura y a poco más de dos años del triunfo de la insurgencia que expulsó al dictador Fulgencio Batista, las relaciones entre Estados Unidos y Cuba habían adquirido las características de rencor irreconciliable y justificación recíproca que mantendrían hasta el día de hoy.

Estados Unidos, que ha sido capaz de relaciones comerciales, culturales, deportivas y hasta alianzas oportunistas con regímenes comunistas y dictaduras derechistas, no logra salirse de una posición rígida enmarcada en el embargo que se inició en 1960. Cuba, con un régimen político unipartidista y a pesar de la lenta retirada de Fidel y Raúl Castro, se mantiene sospechando que toda disidencia es un complot yanqui.

Durante su campaña electoral, el ahora presidente Joe Biden prometió que desecharía rápidamente algunas de las políticas más agresivas de su predecesor, Donald Trump, contra Cuba, que levantaría las restricciones para negocios y viajes entre ambos países, y que reanudaría las conversaciones diplomáticas.

A las políticas de retorno a la Guerra Fría, Trump sumó a último momento a Cuba a la lista de los países que Washington califica como “terroristas” o que patrocinan el terrorismo. El gobierno del presidente Barack Obama había sacado a Cuba de esa lista, en uno de los periódicos períodos de suspicaz buena voluntad entre ambos gobiernos.

Tres meses después de la investidura de Biden como 46 presidente de Estados Unidos, y el duodécimo con el que tiene que lidiar Cuba, el gobierno ha mostrado solemne parsimonia para ocuparse de la Isla.

En parte ello es resultado de una realidad: con una economía que necesita estímulos, una pandemia que no afloja, una oposición cerril de los republicanos en el Congreso, sin mayoría decisiva en el Senado, y los remezones de las reiteradas matanzas a bala o muerte de afroamericanos por policía, Biden tiene otras prioridades.

Todo lo que el gobierno de Biden ha hecho al respecto es el anuncio de que está en marcha una revisión de la política hacia Cuba, y la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, dijo que “un cambio en la política hacia Cuba no se cuenta entre las prioridades actuales del presidente Biden”.

Indiferencia

Mientras Cuba transitaba la jubilación de Raúl Castro a su puesto como secretario general del Partido Comunista, otro congreso de ese partido, y la consolidación al mando de una nueva generación con el presidente Miguel Díaz Canel, los gestos de La Habana hacia Washington merecieron ni siquiera respuesta.

Carlos Fernández de Cossío es el director de la División para EEUU en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, y en declaraciones para la revista Newsweek, dijo que había intentado un diálogo con el gobierno de Biden.

“No ha habido contactos a alto nivel”, dijo el funcionario. “No conocemos el ritmo ni el alcance real de este proceso de revisión”.

La inclusión de entidades cubanas en la lista unilateral de los Departamentos de Estado y del Tesoro desalienta las inversiones en nuestro país y limita sustancialmente el ingreso de divisas, pero Cuba no patrocina el terrorismo internacional ni representa una amenaza para Estados Unidos”, añadió Fernández. “Eso lo saben bien el presidente de Estados Unidos, el secretario de Estado, los funcionarios del Departamento de Estado y quienes están a cargo de asuntos legales y policiales”.

El grillete cruel que por seis décadas ha sido el embargo económico estadounidense –unilateral y condenado año tras año por las Naciones Unidas- contribuyó al fracaso de los esfuerzos de la Isla por llegar a un acuerdo con sus acreedores. Según Bloomberg, “el mercado para los viejos préstamos comerciales de Cuba está casi muerto, y cuando se venden son a sólo 10 centavos por dólar. Esto es alrededor de un 70 % por debajo de cuando reinaba el optimismo en 2016”.

El panorama económico de Cuba desde la caída del bloque soviético nunca ha sido rutilante, pero se tornó más sombrío desde el desmoronamiento de la economía de Venezuela, su otro amigo muleta. Y a ello se ha sumado en el último año una reducción del turismo que menguó sustancialmente los ingresos de divisas además de la caída de un tercio en el valor de las exportaciones cubanas desde 2014.

En Washington, el gobierno de Biden continúa su revisión de la política hacia Cuba.

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