Donald Trump completó este miércoles los 1.461 días de su mandato constitucional, durante los cuales produjo más de 59.000 mensajes Twitter, presidió la respuesta errática a una pandemia que ha dejado más de 400.000 muertos, exacerbó el racismo, fue enjuiciado políticamente dos veces y tuvo el mérito de NO involucrar a Estados Unidos en alguna guerra nueva, aunque tampoco fue capaz de terminar las que ya combatía.
Trump, de 74 años de edad, un millonario que ha hecho fortuna más con la venta de imagen que con la construcción de negocios, inició su incursión en el terreno político fomentando la mentira de que el entonces candidato presidencial Barack Obama no había nacido en Estados Unidos.
No fue el primero pero sí el más evidente de los gestos de Trump para exacerbar la enfermedad congénita de Estados Unidos: el racismo. Cuando en 2015, Trump lanzó su pretensión presidencial lo hizo refiriéndose a los inmigrantes (en este caso mexicanos) como “violadores y asesinos”.
Y Trump concluyó su presidencia tras incitar una asonada sin precedentes contra el Congreso repitiendo otra mentira: la elección presidencial de 2020 fue fraudulenta y los demócratas “robaron” el resultado.
Entre la mentira seminal y la malparida, Trump recibió en 2017 una economía que llevaba nueve años de crecimiento, lento pero sostenido, después de la Gran Recesión de 2007-2009. El índice de desempleo, que en octubre de 2009 llegaba al 10 % había bajado al 5 %, los índices de criminalidad seguían bajando, y el país había sobrevivido sin mayores requiebros al primer presidente mulato.
La gestión económica del gobierno de Trump continuó la marcha con crecimiento lento pero sostenido, y el desempleo había bajado al 3,5 % en los últimos meses de 2019. Aunque nunca durante su presidencia Trump superó un nivel de popularidad de más del 46 %, su gestión económica recibía números más favorables y le colocaban en buena postura para la búsqueda de la reelección.
Y entonces llegó covid-19 y mandó a parar.
El índice de desempleo saltó al 14,4 % en abril, la economía se contrajo abruptamente, y la sociedad entera ingresó en un ambiente de crisis, encierro e incertidumbres.
Enfrentado a la gran crisis que, al parecer, le toca a cada presidente, Trump minimizó la amenaza, por meses se burló de precauciones elementales como el uso de máscara y el distanciamiento social, y aunque estaba informado de la gravedad de esta peste, siguió diciendo a los estadounidenses que la pandemia desaparecería pronto, como un milagro, con pocos muertos y no muchos heridos.
El resto del año hasta la elección fue un torbellino de trumpismo en esteroides: denuncias infundadas sobre irregularidades en el proceso de la elección, indiferencia hacia la pena de una sociedad enlutada, tolerancia hacia grupos tóxicos como los Proud Boys y QAnon ingresados en las filas de sus simpatizantes, e incompetencia en la gestión de salud pública para contener la pandemia.
El resto del año hasta la elección fue un torbellino de trumpismo en esteroides: denuncias infundadas sobre irregularidades en el proceso de la elección, indiferencia hacia la pena de una sociedad enlutada, tolerancia hacia grupos tóxicos como los Proud Boys y QAnon ingresados en las filas de sus simpatizantes, e incompetencia en la gestión de salud pública para contener la pandemia.
La Gran Mentira del fraude electoral –que bien podría nutrir el trumpismo en los próximos años- desembocó en el asalto al Congreso el 6 de enero, en un intento por impedir la ratificación definitiva del resultado electoral.
Antes de que marcharan desde la Casa Blanca al Capitolio, Trump dijo a sus seguidores: “Iremos allá. Y yo estaré allí”.
Por aquello de aprontémonos y vayan, el hecho práctico para los manifestantes es que Trump no estuvo en la batahola.
Y ya esa misma tarde, mientras los insurrectos deambulaban por los pasillos del Capitolio, Trump empezó a perderlos: horas después de iniciado el estropicio, Trump finalmente envió un mensaje Twitter pidiendo a los revoltosos que se fueran a casa en paz.
Al día siguiente, en un video grabado, Trump se refirió a la proximidad de “un nuevo gobierno”, y con un lenguaje físico que negaba autenticidad a sus palabras, declaró su repudio al uso de la violencia.
“Había gente dispuesta a morir por este hombre y él acaba de empujarlos bajo el tren”, dijo poco después y muy enojado Nick Fuentes, anfitrión del podcast America First y líder extraoficial del grupo nacionalista blanco Groyper Army. “Eso es lo único vergonzoso de lo ocurrido en las últimas 36 horas”.
Cassandra Fairbanks, una prominente activista de MAGA (Make America Great) llevó su ira al Twitter: “Le dice a la gente enfurecida que marche al Capitolio y después procede a echar a sus simpatizantes bajo el tren”.
Trump no sólo patinó y ha empezado a perder la estatura de caudillo que los extremistas de derecha le asignaban, sino que padece el abandono cruel de los políticos profesionales que por cuatro años le fueron fieles.
Trump no sólo patinó y ha empezado a perder la estatura de caudillo que los extremistas de derecha le asignaban, sino que padece el abandono cruel de los políticos profesionales que por cuatro años le fueron fieles.
El jefe de la bancada (ahora minoritaria) republicana en el Senado, Mitch Mcconnell, ha reconocido que Trump “provocó a la muchedumbre” que asaltó el Congreso. El jefe de la minoría republicana en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, sostuvo que “el presidente tiene responsabilidad por el ataque de la muchedumbre de insurrectos”.
Las grandes compañías que hacen contribuciones millonarias a los partidos políticos están recordando sus aportes a todo lo que se vincule con Trump, incluidos sus negocios personales. El Partido Republicano verá ahora si conviene esperar el desvanecimiento del fenómeno Trump, o si el ahora ya no presidente retará al partido sustentándose en los 74 millones de votos que recibió en noviembre.
Las grandes compañías que hacen contribuciones millonarias a los partidos políticos están recordando sus aportes a todo lo que se vincule con Trump, incluidos sus negocios personales.
Antes de subirse al avión presidencial en la Base Andrews de la Fuerza Aérea, dejando a Washington protegida por más de 20.000 soldados, Trump indicó que seguirá presente en el quehacer político “de alguna forma”.
Por Jorge A. Bañales
Periodista uruguayo/residente en Virginia(USA)