Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti. Un amor turbulento: un amor hasta la muerte. Por Cristina Wormull Chiorrini

por La Nueva Mirada

Ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
(Ya no, Idea Vilariño, fragmento inicial)


Hemos llegado a la penúltima semana de este 2021, cruzados por la emoción del resultado de las elecciones que eligieron a Gabriel Boric como presidente de Chile a partir de marzo del 2022.  El presidente más joven del país, uno de los más jóvenes del mundo y el más votado de nuestra historia patria… no pude evitar hacer un paralelo entre esta elección, la ruptura generacional y esa tremenda apuesta de todos para una nueva forma de hacer política con aquella elección casi 50 años atrás cuando otro visionario, mucho mayor, se atrevió a apostar por llegar al socialismo a través de las urnas… fue un brillante cometa que dio esperanza a los más pobres, a los desposeídos del país… el día de su elección una ola de felicidad recorrió los corazones y los rostros de todos aquellos que nunca habían sido considerados por la sociedad… la esperanza se incrustó en ese pueblo que vio frustrados sus sueños por una oligarquía que borró a sangre y fuego aquellas ilusiones. Han pasado muchos años y, como tantos de mi generación, he sentido que nuestras alas se cortaron entonces y hemos vivido -parodiando a otro presidente- en la medida de lo posible… sin embargo, hoy las siento crecer nuevamente y aunque con algún temor espero que esa derecha conservadora ya no pueda detener el cambio que Chile y su gente requiere para saltar a un futuro de mayor equidad y progreso.

Y entre las palabras escuchadas y la alegría incontenible, y este comentario extendido que no pude evitar porque la esperanza me desborda, entré en la vida apasionada de dos grandes de las letras latinoamericanas, dos uruguayos que a través del siglo XX   nos entregaron grandes novelas y poemas mientras se amaban, se desamaban, se peleaban, se reconciliaban y se volvían a amar:  Juan Carlos Onetti un cuentista y novelista extraordinario e Idea Vilariño una de las poetas más importantes de la lengua española, la única mujer incluida en la generación del 45, en quienes la pasión fue el detonante de una obra descollante; producto de la pasión que debería conducir nuestras vidas porque sin ella, es mero vegetar hasta que la muerte nos sorprenda.  Idea escribió inspirada en Onetti, un libro repleto de dolor, al que con ironía bautizó como “Poemas de amor”.  Onetti le dedicó su novela “Los adioses”, luego que la abandonara por la violinista argentina Dorothea Muhr, con la que se casó. Algunos años después, Idea agregó a sus “poemas” uno de los más bellos que salieron de su manoYa no. En una especie de ping pong o mensajero literario, Idea, escribió inspirada en Onetti, la letra de muchos temas musicales que habitan nuestra memoria algunos tan conocidos como “La canción y el poema”, un clásico del repertorio de Alfredo Zitarrosa (“Quisiera morir ahora de amor/ para que supieras/ cuánto y cuánto te quería”) y otras que cantaron Los Olimareños y Daniel Viglietti.


No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.
(fragmento final de Ya no, Idea Vilariño)


Estos dos grandes de las letras latinoamericanas se encontraron un día y durante cuarenta años se amaron y se separaron, una y otra vez, se marcaron mutuamente, sin poder olvidarse nunca del todo el uno del otro. En un comienzo, la relación fue como si se fusionaran sus cuerpos y mentes en un prolongado abrazo para que después, un largo tiempo después (casi 20 años), esa apasionada relación se transformara en una tempestad de reproches mutuos con los que se torturaron durante el resto de sus vidas. Durante años se celaron y se lastimaron, se distanciaron y volvieron a juntarse en una atracción inevitable que los llevaba del amor más elevado al insulto y el abandono. 

Estaba seduciéndome a fondo con lo mejor de sí mismo y tanto que yo me quedé convencida de que aquello era la séptima maravilla. Esa misma noche me enamoré de él. Me enamoré, me enamoré, me enamoré”.

La relación entre estos dos brillantes intelectuales que se comportaban a veces como niños berrinchudos, comenzó en 1954, cuando Idea era una bonita y frágil treintañera y trabajaba de profesora de literatura en colegios secundarios…

Onetti, once años mayor, trabajaba como periodista y ya ostentaba la fama de gruñón y escéptico.  Se había casado dos veces y había escrito obras como “El pozo” y “La vida breve” que se convertirían en clásicos rioplatenses. Onetti tenía una personalidad compleja y sus amores habían despertado fuerte polémica.  Se había casado muy joven con su prima María Amalia Onetti de la que se separó para emparejarse con la hermana:  María Julia Onetti.

Idea Vilarino era una mujer frágil, que sufría de muchos problemas de salud arrastrados desde niña…su padre era anarquista y había bautizado a sus hijos con los poéticos nombres de Idea, Numen, Poema, Azul y Alma. 

Como dijo Idea muchos años después al referirse a Onetti: “Era todo lo que yo no debía amar”, Nunca nos entendimos bien”, agregó. Pero esa misma mujer, describió años antes, con una pasión extraordinaria el comienzo de su relación: “Estaba seduciéndome a fondo con lo mejor de sí mismo y tanto que yo me quedé convencida de que aquello era la séptima maravilla. Esa misma noche me enamoré de él. Me enamoré, me enamoré, me enamoré”.

Cuando comenzó la relación entre ambos, Idea se destacaba por sus traducciones de Shakespeare y ya había publicado “La suplicante” y “Paraíso perdido”, parte de una obra que ha sido definida como un particular existencialismo sudamericano que rompió con el modernismo uruguayo.

«Odio mi cuerpo, lo aborrezco, o mejor, odio mi piel. Amo mi carne sufrida, amo aún su dolor. Pero la enfermedad, la piel sangrando, curándose, cicatrizando, no», escribió esta mujer de avanzada.

La poeta se quedó atrapada en el escritor, en “el último hombre” del que debió enamorarse. Tras su primer encuentro comenzaron un intercambio epistolar que partió siendo muy formal y cauteloso, pero en el que, a poco andar, ella dejó entrever sus más ocultas ansias y se atrevió a escribirle: “Pasó el verano y no viniste” … y él, no se demoró en llegar.  Desde entonces les dio igual estar casados, con pareja, o viviendo en países distintos…Ambos, como buenos ficcionadores, tenían una gran imaginación que, al parecer, les sirvió para acentuar sus inseguridades:  ella siempre pensó que él no la quería y él, pese a todos los poemas que Idea le dedicó, creyó que su amor era solo “intelectual”.

Estuvieron separados algunos años, pero después de sendos libros dedicados, volvieron a verse y convivir.  Pero terminaron definitivamente en 1961 cuando, viviendo juntos, Idea recibió la llamada que le anunciaba el asesinato de Arbelio Ramírez, un profesor del liceo en que trabajaba. Onetti se opuso a que ella fuera a la asamblea a la que la citaban y le dijo “«Si te vas no me encontrarás a tu regreso». «No me encuentras», continúo. Ella pensó que era uno más de sus berrinches y salió, apresurándose en volver, pero en la casa ya no estaba Onetti. “Cuando abrí la puerta sentí como si me golpearan en el pecho. Había dejado una nota insultándome y diciéndome un montón de barbaridades. Y mis poemas, unos poemas de amor que le había dado, estaban arrugados y tirados a los pies de la cama”, aseguró en una entrevista.

Solo volvieron a verse un par de veces, como en 1974 cuando él estaba forzosamente internado por razones políticas, en un hospital psiquiátrico por el gobierno dictatorial de José María Bordaberry y esperaba los resultados de una gestión internacional que, finalmente, logró que lo autorizaran a viajar rumbo a Buenos Aires y desde allí a Madrid. Con la autorización de Dorothea, la mujer de Juan Carlos, Idea lo visitó y su descripción del encuentro es, por decir lo menos, impactante por la pasión que late en ella: “Apenas llegaba a él cuando me agarró con un vigor desesperado y me besó con el beso más grande, más tremendo que me hayan dado, que me vayan a dar nunca, y apenas comenzó su beso, sollozó, empezó a sollozar por detrás de aquel beso, después del cual debí morirme”.

Y no volvieron a verse. A ella le preguntaron siempre por él, y a él siempre por ella. Los dos siempre aseguraron quererse y no sentirse queridos. Onetti, pasó sus últimos doce años con una depresión que lo mantuvo en cama en su departamento de Madrid, bajo medicación y consumiendo ingentes cantidades de cigarrillos y whisky.

Onetti es considerado en Argentina al mismo nivel que Borges y hay varias películas basadas en sus obras, entre ellas: El infierno tan temido”, con guión del propio Onetti, que narra la historia de un periodista que vive aterrado por una mujer con la que terminó una relación y que empieza a vengarse de él enviándole fotos de sus repetidas relaciones sexuales con otros hombres, a los que parece seducir sólo para eso.  Luego, se filmó “El astillero”, adaptada por Ricardo Piglia, entre otras. No existen películas sobre Idea Vilariño o su obra.

Terminando destaco que Idea Vilariño participó en un documental sobre Onetti que se estrenó a comienzos de los ’90, y allí declaró con mucha sencillez:  “No debería hablar sobre Onetti porque lo quiero mucho y hace mucho que lo quiero, pero en realidad puedo decir que no lo conozco (…) Ese desconocimiento mutiló, falseó y podría decir que empobreció una relación que pudo ser seria y entera, y no lo fue”.

LA VIDA

Y la vida es uno mismo,
y uno mismo son los otros-   

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