Después del tropezón pandémico la economía de Estados Unidos muestra señales varias de recuperación robusta, pero el retorno de la inflación echa sombra en la popularidad, ya parda, del presidente Joe Biden. Los economistas y los políticos discuten ahora si el brote de inflación es cosa pasajera o inicia el alza de precios a largo plazo.
Viernes Negro
Este viernes, que sigue al Día de Acción de Gracias, despierta en el calendario de Estados Unidos el entusiasmo de los consumidores que, con la excusa de las “fiestas tradicionales” gastan en el próximo mes más de lo que pueden y mantienen la economía en marcha.
La denominación misma de “Viernes Negro” es muestra del vigor de la fecha: para vastos sectores del comercio las ventas en este día permitían salir del “rojo” de pérdidas pasando al “negro” de ganancias. En años recientes, con la expansión del comercio digital, el “Viernes Negro” ha perdido un poco de su encanto puntual, y el frenesí de compras se ha expandido a todo el mes que concluirá a fin de año.
El gasto de los consumidores dizque representa casi dos tercios de la actividad económica en Estados Unidos, y su evolución se toma como uno de los indicadores mayores del estado de salud del país. Cuando la salud del país se deterioró por la covid-19 el gasto de los consumidores cayó de 13.000 millones de dólares en el primer trimestre de 2020 a 11.700 millones de dólares en el segundo.
El entonces presidente Donald Trump y el Congreso, con apoyo de ambos partidos, empezaron una robusta inyección de dinero en la economía y ya en el tercer trimestre del año pasado el gasto de los consumidores había subido a 12.800 millones de dólares. Y, desde entonces, ha crecido trimestre a trimestre, ayudado por más inyecciones de dinero promulgadas por el presidente Joe Biden, hasta llegar a los 13.720 millones en el trimestre que concluyó el 30 de septiembre.
Casi todo demasiado bonito
A poco más de año y medio después del mayor derrumbe repentino de los indicadores económicos, Estados Unidos puede jactarse de una reactivación robusta y más rápida que la de otros países con economías fuertes.
El desempleo ha bajado del 14,6 % de la fuerza laboral en abril de 2020, al 4,6 % en octubre, aunque sigue estando un poco por encima del 3,5 % que fuera promedio en los meses anteriores a la pandemia. La cifra semanal de solicitudes del subsidio por desempleo, que alcanzó la cifra sin precedentes de 6,8 millones en la última semana de marzo de 2020, ha bajado a 268.000, cerquita del promedio de 205.000 trámites semanales antes de la pandemia.
El número de personas empleadas ha subido de unos 150 millones cuando Biden llegó a la Casa Blanca en enero, a más de 154 millones en el mes pasado y en el mismo período la cifra de desempleados bajó de 10,1 millones a 7,4 millones.
El producto interior bruto, que registró caídas en los últimos tres trimestres de 2020, creció un 0,5 % en el primer trimestre de 2021, añadió otro 12,2 % en el segundo trimestre y agregó 4,9 % en el tercero para la reactivación económica más rápida de la historia.
Si la salud económica en el capitalismo se mide por las ganancias de las empresas, éstas han subido del punto bajo en el segundo trimestre de 2020 con 1,7 billones de dólares, a 2,44 billones en el segundo trimestre de este año.
Y si la salud de la economía capitalista se refleja en la alegría del casino financiero el índice del mercado de valores, que estaba en los 29.000 puntos hace un año ha trepado a los 35.600 puntos a comienzos de noviembre.
Añádase a todo esto que la cifra de nuevos casos de covid-19 se ha estabilizado en los últimos treinta días, al tiempo que ha ido bajando la cifra de muertes por esa enfermedad, y casi el 74 % de la población mayor de cinco años de edad ha recibido, al menos, una dosis de vacunación.
La bruja
Por décadas, ya, Estados Unidos ha mantenido una tasa de inflación relativamente baja y, al mismo tiempo, una política monetaria entre generosa y muy generosa.
En 1990, la tasa de inflación fue del 5,4% y desde entonces se mantuvo por debajo del 4 %, al punto que en varias ocasiones la Reserva Federal expresó su preocupación porque ese aumento de los precios estaba por debajo del 2 % al 3 % que el banco central considera saludable para la economía.
Y, de pronto, con los esteroides de gigantescas inyecciones monetarias para repeler la pandemia, el índice de los precios que pagan los consumidores empezaron a subir en enero y marcaron en octubre una tasa anual del 6,4 % la más alta desde 1990.
La bruja Inflación retornó debido a que los consumidores tienen dinero en sus manos y ganas de gastarlo, pero en el mercado la oferta de productos sigue afectada por inventarios bajos, obstrucciones en las líneas de distribución global y falta de mano de obra en el comercio mayorista.
“Con todos los progresos que hemos hecho, sé que todavía encaramos retos serios”, dijo Biden cuando esta semana recomendó la continuidad de Jerome Powell al frente de la Reserva Federal. “Sabemos que hay mucho temor e incertidumbre en el país. Sabemos que para las familias es difícil lidiar con los precios cada vez más altos de la gasolina, la comida, la vivienda y otros gastos esenciales”.
El tratamiento convencional de la inflación ha sido por tanto tiempo, que ya es ortodoxia, la política monetaria: si la inflación se acelera la Reserva Federal sube la tasa de interés de referencia lo cual aumenta la tasa de interés del crédito bancario lo cual jala las riendas al consumo y resulta en una moderación de los precios. Si la inflación es demasiado baja, se la estimula bajando las tasas de interés para espolear el consumo.
Desde el inicio de la Gran Recesión a fin de 2007, la Reserva cortó drásticamente su tasa de interés de casi 5 % al 0,25 % y así la mantuvo por más de una década… sin que ello resultara en inflación peligrosa. La Reserva había iniciado aumentos pausados de su tasa de interés que llegó al 2,2 % a comienzos de 2020, y reaccionó rápidamente al impacto de la pandemia bajando su costo del dinero otra vez al 0,25 %.
Ahora la Reserva Federal, que es un ente autónomo e independiente de la Casa Blanca, ha empezado a regatear su generosidad monetaria, pero con parsimonia. Muchos expertos creen que Powell, quien considera este empuje inflacionario como “transitorio”, ve que estos aumentos de precios responden principalmente a problemas en las cadenas de distribución que se resolverán en los meses próximos.
En economía siempre hay otros expertos que opinan diferente, y los hay ahora que recuerdan que la inflación tiene la mala costumbre de retroalimentarse.
Cuando la mayoría de los consumidores ve datos de inflación que se acelera y cree que seguirá acelerándose, los trabajadores demandan sueldos más altos y la gente se apresura a comprar hoy lo que costará más mañana. Y esta demanda aumenta la presión inflacionaria.
Mark Zandi, economista principal de Moody’s Analytics, dijo al diario The Hill que “el ciclo temido de la inflación es muy simple, y muy penoso”.
“Los trabajadores demandan sueldos más altos porque piensan que los precios subirán”, explicó. “Los empresarios dicen ‘Bien, no hay problema’ y pasan el aumento de costos al consumidor. El consumidor dice ‘Bien, no ha problema’ porque tendrá un aumento de sueldo. Es muy difícil quebrar el círculo”.