Jorge Cáceres: La llama de La Mandrágora. En el fin del mundo habitan poetas malditos. Por Cristina Wormull Chiorrini

por La Nueva Mirada

… A la llegada de los pájaros ellas son víctimas del sol
Ese sol que tú respetas sol de la costa
Que yo he sabido gobernar vedme aquí junto a la llama
La llama de fuego de tempestad
Donde se miran las arcillas lamparistas
(fragmento de Collage…Jorge Cáceres)


Que la memoria es frágil, que olvidamos con prontitud y que desde este nuestro austral país vivimos mirando hacia Europa o Estados Unidos es una realidad con la convivimos día a día.  Cuando recordamos a los poetas, hablamos de los cuatro grandes de Chile, que sin duda son inmensos, pero olvidamos a una multitud de otros que fueron notables, luminosos, mientras nos llenamos la boca con esto de que Chile es país de poetas.  Así, evocamos con unción a aquellos poetas malditos, jóvenes que impactaron por su precocidad y su brillantez, que generalmente murieron precozmente, pero siempre volviendo la cara y la memoria al viejo continente sin detenernos a mirar aquí, cerca de nuestras narices, a poetas que, si bien tuvieron una vida corta en años, demostraron una inmensa creatividad e iluminaron el quehacer artístico.  Y cuando digo esto, pienso y me refiero a Jorge Cáceres, el deslumbrante poeta chileno que alcanzó a vivir 26 años, suficientes para marcar al surrealismo nacional. 

Cáceres polímata, fue un artista muy versátil, nacido y muerto en Santiago de Chile. Un artista tan dotado que, en su corta existencia llegó a exponer en París y a codearse con los poetas mayores de este país.   Una luz, una llama que se apagó misteriosamente un día en el baño de su casa donde lo encontraron sin vida… Se habló de suicidio, pero también de un ataque cardiaco (según Ludwig Zeller, producto del exceso de entrenamiento para la danza), o lo que es más probable, una intoxicación por filtraciones de monóxido de carbono.   La verdad es que esta muerte tan temprana y misteriosa construyó la leyenda y le dio estatus de poeta maldito de las letras chilenas y surrealistas.  André Breton, se enteró en París de su muerte y fue el quien se la comunicó a su amigo Enrique Gómez Correa, quien también se encontraba en la ciudad madre de tantos escritores.

Jorge Cáceres se entregó desde niño al arte, en variadas disciplinas. En la poesía, dio sus primeros pasos siendo todavía un niño y ya adolescente, y con apenas 15 años comenzó a formar parte de La Mandrágora, agrupación de poetas surrealistas, a quienes impresionó al leerles su poema Collage. A poco andar, al cumplir los dieciséis años, incursionó en el baile y se matriculó en la escuela de danza clásica del Ballet Nacional que dirigía por aquel tiempo Ernst Uthof.  Al correr del tiempo llegó a ser una de las figuras principales de aquella agrupación. Pero innegablemente su pasión lo llevaba a la escritura y supo combinar sus habilidades literarias con las manuales, explorando una combinación de artes plásticas y poesía.  Esta experimentación fue la que lo llevó a exponer en la Galerie Bard de París Francia.

El joven poeta también en la pintura

Pese a su corta existencia, el legado de Jorge Cáceres es notable ya que dejó cuatro libros:  Monumento a los pájaros, René o la mecánica celeste, Pasada libre y Por el camino de la gran pirámide polar y un número difícil de cuantificar en colaboraciones en revistas y folletos, amén de la inclusión en la antología de trece poetas chilenos que editó Hugo Zambelli en 1948 y una aparición póstuma en la selección antológica AGC de la Mandrágora que fue publicada en 1957 y que permitió que su voz que habla de cuando la noche vino a descolgar sus senos en la ventana de la casa, sobreviva al tiempo y al olvido. A todo lo anterior, hay que agregar obras plásticas como el Frac incubadora y poemas inéditos que han sido publicados en Revista Leitmotiv y Revista Mandrágora, así como recopilados en Textos inéditos (Ludwig Zeller) publicado en 1979.  Ya en este siglo (2002), se publicó:  Jorge Cáceres, poesía encontrada en una recopilación de Guillermo García, Pedro Montes, Mario Artigas y Mauricio Barrientos (Pentagrama editores).

Veredas de granito que yo he amado al desuso
Las moscas giran alrededor del fuego
Y entre esas grietas hacen nueva vida
La vida de un ala de un solo sueño
Como un simple que busca su pequeño reposo
Y maldice toda aventura del cielo más próximo
Para no morir en el viraje
De un sol negro.

(Para tu cuerpo otro cuerpo más quemante, fragmento)

Jorge Cáceres, adolescente todavía conoció a Vicente Huidobro quien influyó fuertemente en él y lo estimuló a escribir sus primeros poemas, pero también a realizar collages, fotomontajes y caligramas.  Con este material Jorge Cáceres intervino en la primera exposición surrealista de carácter visual en este país. Junto a Braulio Arenas, hicieron un montaje con obras plásticas que tuvo lugar en una de las salas de la Biblioteca Nacional, ocasión en que mostró sus dibujos, fotomontajes y objetos poéticos, mientras Arenas exponía sus collages. En aquella oportunidad se editó un catálogo con textos de Enrique Gómez Correa y Braulio Arenas sobre “la vida del Surrealismo” y “La poesía negra”.

Luego participó también junto a Braulio Arenas, en la exhibición surrealista realizada en la Galería Rosenblatt de Santiago y titulada Soirée Surrealiste, para posteriormente, exponer sus trabajos fuera de Chile, y de manera individual, en la Galerie Bard de París, en el año 1948, donde tiene la alegría de conocer y entablar amistad con Breton.  Durante su estadía en Francia contacta a Preobalenska, una maestra rusa de danza que lo ayuda a perfeccionar su técnica de baile y ya de regreso en Chile organiza, nuevamente,  junto a Braulio Arenas, la Exposición Internacional del Surrealismo en la Galería Dédalo. En esta muestra participan el mismo Cáceres junto a Breton, Péret, Hérold, Brauner, Matta, Arp, Arenas, Cid, entre otros insignes surrealistas.

La poesía de Jorge Cáceres es de una belleza singular, contiene metáforas apasionadas como su vida donde su rebeldía impulsa su actuar y el verso se convierte en una prolongación de la danza o viceversa. Hay versos de esos que los poetas llamamos “iluminados” como en el poema “Banco” (extracto)

Para la mesa que cae al torrente
Y eso
Pero vano sobre esta calle de pan
Y esta gran plaza que se mueve alrededor de mí
No precisamente en medio de tu exacto rencor.

Casi un niño, antes de abrazar al surrealismo en su adolescencia, sus primeros poemas contenidos en un archivo conocido con el título de El poblador derrotado (sin publicar) se acercan más a la prosa poética y en ellos se ve claramente la influencia de autores españoles como García Lorca o Alberti que fueron las primeras lecturas de Cáceres en el INBA, empujado por Nicanor Parra que ejercía como inspector del establecimiento.  En estos poemas todavía no se encuentra la forma surrealista que tomaría a poco andar su poesía. En este archivo casi desconocido e inédito se encuentra el poema Santiago de Noche que se inicia así:

Mi sangre es pálida congregación de anillos y mariposas. Cuando cruzo las avenidas (a la izquierda hay una hilera de vitrinas amargas con rosas ahogadas).

Ahora no soy más que un ala de invierno. El corazón es un lento encierro de abeja….

Antes de cerrar esta nota, mezquina para plasmar la brillantez de este artista nacional, no podemos dejar de mencionar sus dibujos representando imágenes abstractas, con una vaga influencia de los movimientos lineales de Miró, con un cromatismo austero, pero sobre todo con la libertad del gesto de la danza moderna de la cual era un cultor apasionado.

Jorge Cáceres colaboró con su poesía no solo con la revista Mandrágora, sino con revistas como Ercilla, Multitud, Leitmotiv La Poesía Sorprendida en República Dominicana, Pro Arte y en Neón, pero también incursionó en otras formas de escritura como el relato y la crítica, fundamentalmente sobre música (Jazz), trabajos que publicó en Leit Motiv y Hot Jazz.

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2 comments

Malu Ortega julio 22, 2021 - 3:53 pm

Interesante artículo. Te felicito.

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Cecilia Yañez julio 27, 2021 - 12:29 am

Impresionante la dualidad de este creador,respecto de la poesia y la danza…

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