Uno de los padres del street art, el artista norteamericano empezó haciendo rayados en el metro de Nueva York y terminó creando una fundación que lleva su nombre y que luchó contra el flagelo del sida.
Yo creo que todos hemos visto alguna vez una imagen creada por Keith Haring (1958- 1990) sin saberlo. Sus caricaturas en serie, con trazos bien delineados, individuales y en movimiento, se hicieron famosas en los años 80 en las calles de Nueva York. Nacido en Pensilvania, este artista plástico creció en una familia de clase media, donde su padre, un dibujante aficionado, era admirador de Walt Disney y el ratón Mickey. Rápidamente Haring adquirió las dotes de su progenitor y junto a él dibujaba en sus tiempos libres. Posteriormente estudió en la escuela de arte de Pittsburgh para más adelante enrolarse en la Escuela de Artes Visuales de Nueva York. Fue ahí donde aprendió que las imágenes también funcionan como signos y pueden transmitir mensajes. En 1980 comenzó a hacer graffitis en el metro, dibujando con un rotulador caricaturas en paneles negros reservados para publicidad “Yo tomaba el metro casi diario para ir al trabajo, vi este panel negro e inmediatamente pensé que ese era el lugar perfecto para dibujar”, dijo el artista. Fue arrestado varias veces, pero continuó con su cruzada pictórica hasta que en 1982 expuso en la galería de Tom Shafrazi.
De ahí para adelante se convirtió en un artista popular de la talla de Warhol y Basquiat. En 1986, pintó un trozo del muro de Berlín y ese mismo año abrió la tienda Pop Shop donde hasta el día de hoy se venden sus conocidos productos. También trabajó con diseños en las marcas Swatch y Absolut. Hizo esculturas para que la gente se subiera a ellas y en 1989 creó la fundación Keith Haring para ayudar a las personas con problemas sociales. Dentro de ese vínculo quiero detenerme en un graffiti, quizás el más significativo de su carrera: “Todos juntos podemos parar el sida” que Haring pintó en el barrio el Raval en Barcelona, poblado por prostitutas y drogadictos. Decidió hacerlo porque un año antes había sido diagnosticado como portador del VIH y desde entonces su obra se había convertido en una lucha en torno a esta enfermedad que, al igual que el coronavirus en un comienzo, se presentaba en ese momento como la pandemia que llevaría al fin del ser humano.
El mural tiene una longitud de aproximadamente treinta metros de largo con dos de altura. Lo trazó sin ninguna planificación ni bosquejo en un muro inclinado de un edificio a punto de desplomarse. Siempre le gustó la improvisación, que las cosas aparecieran sin mayor orden que el que tenía estructurado en su cabeza. El arte aparecía de manera ininterrumpida, sin esbozos, pero con mucha precisión y poder gráfico. En un video grabado en la época, se puede ver a Haring pintando con una gran calma, rodeado de niños que se toman fotos con el artista trabajando atrás, peatones y vecinos que observan entusiasmados y con sorpresa la acción de arte. Haring en menos de cinco horas dibujó con pintura roja y una pequeña brocha un gran mural protagonizado por una serpiente con un condón en la cola que al momento de estrangular a una pareja y a una pequeña jeringa es cercenada por una tijera antropomorfa. En el extremo derecho se encuentra el título en castellano “Todos juntos podemos parar el sida”. El mural refleja a una sociedad que prefiere quedarse callada frente a un problema que en ese entonces mataba a miles de personas en todo el mundo.
Poco después de su construcción, el mural original fue deformado por grafiteros locales y por la degradación ambiental. Unos años más tarde estaba previsto que el edificio en el que estaba fuera demolido para dar paso a la Filmoteca de Catalunya. La alcaldía de la ciudad llegó a un acuerdo con los herederos de Haring y el cercano Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA) para sacar la pieza, conservando el diseño original. En septiembre de 1992, un equipo de restauración contratado por el Ajuntament de Barcelona inició el proceso de traslado del mural.
El Graffiti ha sido recreado tres veces en una pared junto al MACBA, a cientos de metros de su emplazamiento original. La versión actual se hizo en 2014 para un evento que marcaba el 25.º aniversario de la creación original. No estoy seguro si a Haring le hubieran gustado los traslados y recreaciones de su obra. Probablemente habría aceptado con tal de que se mantuviera vivo el mensaje. Considerado uno de los padres del street art, su estilo de trabajo lograba gran conexión con la gente porque pensaba que el arte era para todos.
Sus obras pertenecían a las calles. De esta manera, destacó por colaborar con otros artistas experimentando nuevas maneras de expresión con una sencillez notable y una forma de ser que lo catapultó al universo de los artistas imprescindibles. El 16 de febrero de 1990, Haring, de 31 años, murió en Nueva York, por complicaciones del sida. En ese entonces la enfermedad era implacable y no se contaba con los avances científicos que existen hoy en día.