El cierre del plazo legal para inscribir candidaturas históricamente se transforma en una nutrida feria de espectáculos en las afueras del SERVEL. Para todos los gustos, desde la medida sobriedad de alguno(a)s aspirantes hasta el espectáculo circense ante las cámaras de ansiosos por remarcar promesas apresuradas para un futuro más que incierto.
Suelen materializarse anuncios de convidados de piedra, no pocos chistes repetidos que tienen su minuto de gloria hasta la próxima inscripción si es que la salud los continúa acompañando. Parisi, Artés, Enríquez Ominami, números puestos, con la inquietud hasta última hora del patético Tomás Jocelyn Holt y la presencia de debutantes en la aventura que les permitirá mirarse al espejo con gestos de primera autoridad de La Nación, como el ahora debutante en la feria de las vanidades Gino Lorenzini. La lista de futuros derrotados está lejos de culminar con los mencionados, pero sería agotador completarla en estas líneas(son 9). Los saludos a la bandera tienen justificaciones diversas sin excluir algunos principios, la conveniente recompensa financiera por voto conseguido y la “pomada” internacional que puede brindar generosos aportes. Diferente ha sido la suerte de Cristián Cuevas, al que la tan naciente como vapuleada Lista Del Pueblo le hizo la desconocida.
Ciertamente, en el caso de los partidos con efectivas aspiraciones presidenciales cobra mayor sentido la negociación de listas parlamentarias (cualquier duda, consultar con Álvaro Elizalde), rodando cabezas (Carolina Goic, Alejando Guillier…) y corriendo algo más que sangre fría.
La memoria es corta a la hora de resaltar supuestas cualidades electorales de algunos escogidos por el marketing de última hora. Notable símbolo de aquellos es el exministro Jaime Mañalich. De fracaso estruendoso e inocultable ante la pandemia en su fatídica primera etapa, con récord de víctimas fatales convenientemente silenciado.
Pareciera que Don Dinero todo lo puede y sobran pruebas al canto. El remezón constituyente sigue puesto a prueba ante el implacable poder mediático que intenta transformarlo en una pesadilla pasajera, aprovechando la borrachera electoral en que continúa primando el viejo estilo. El de aquella política errática y sorda que chocó con el estallido social de hace casi dos años. ¿Tan frágil la memoria y tan poca la vergüenza?
Junten paciencia…
Frank Kotermann