La monstruosidad de María Fernanda Ampuero. Por Tomás Vio Alliende

por La Nueva Mirada

El cuento “Pasión”, de la escritora ecuatoriana, obtuvo el primer lugar en un concurso en homenaje a Mary Shelley que se hizo en España en 2015. En el relato se destapa la bestia que llevamos dentro, el desgarro de la narradora que brota en cada una de sus palabras, desde donde exprime lágrimas, sudor y sangre. La reivindicación de la mujer es uno de los frentes que le da la fuerza a la autora para contar historias y entregarse con todo a la tarea literaria.

Puede que suene fuerte o duro, pero hablar de monstruosidad no es algo extraño para a escritora ecuatoriana María Fernanda Ampuero (1976). Acostumbrada a relatos contundentes, para ella la desmesura hace que sus personajes sobrevivan y mucho de eso tiene su cuento “Pasión”, incluido en su penúltimo libro “Pelea de gallos” (2018). El relato, narrado en segunda persona, muestra la vida de una niña flaca, maltratada por su familia y abandonada por su madre. La mujer crece y deja a sus abuelos, a los que encuentran muertos y deshidratados. Es entonces cuando el cuento agarra vuelo y posteriormente toma un giro que golpea al lector porque Ampuero desenreda y agranda la historia. A través del sufrimiento, la niña crece y vuelve a reencontrarse con sus raíces y con un hombre especial que puede cambiar su vida para siempre.

“Pasión” nace de una convocatoria de un concurso de relatos en España que se llama “Hijos de Mary Shelley” cuya consigna era crear un monstruo, como históricamente hizo la autora de Frankenstein. A mí, desde hace mucho tiempo, me ha gustado la idea de mirar y revisitar a la Biblia, sobre todo al nuevo testamento, con un ojo crítico, por un lado, y con una mirada feminista, por el otro, siendo conscientes de cómo el discurso narrativo bíblico marcó a nuestras sociedades machistas. Las religiones, y en este caso no puedo hablar de otra que no sea la católica, que es la que conozco muy bien, me permiten pensar en Cristo, y una frase de él fue el título original de este cuento: “¿Y ustedes quién dicen que soy yo?”. Es un momento de egolatría, donde la megalomanía de este muchacho, que nos han vendido tan sencillo y despojado de todo, tan humano, de pronto hace la pregunta. Él quiere oír la respuesta: “Eres Dios”, señaló María Fernanda Ampuero sobre el cuento en una entrevista.

Vale recordar que “Pasión” obtuvo el primer lugar en el concurso en homenaje a Mary Shelley en 2015. La historia destapa la monstruosidad de lo vivo, el desgarro de la escritora en cada una de sus palabras desde donde exprime lágrimas,  sudor y mucha sangre. La reivindicación de la mujer es uno de los frentes que le da la fuerza para narrar y entregarse con todo sobre lo que cae en sus manos.

María Fernanda Ampuero nació en Guayaquil y estudió literatura con el sueño de convertirse en profesora para poder sobrevivir. Con el tiempo fue conociendo otras áreas y participó en un taller de radio que la impulsó para aventurarse también en el periodismo. Viajó a España para conocer la historia de migración de sus antepasados y debido a eso publicó su primer libro “Lo que aprendí en la peluquería”, donde relata su experiencia como migrante. Posteriormente ganó varios reconocimientos y escribió su segundo libro “Permiso de residencia”, donde narra el drama de la inmigración. Luego vendría “Pelea de Gallos”, obra que, tal como se mencionó antes, incluye el cuento “Pasión” y otros sobresalientes relatos sobre el dolor del continente americano, la violencia y la hipocresía.

No es fácil leer a la escritora ecuatoriana por la crudeza que esgrimen sus textos, sus párrafos. “Pasión” no escapa de eso, convirtiéndose en un destacado eslabón dentro de los conflictos, angustias y monstruosidades que caracterizan las obras de la narradora. Últimamente publicó en pandemia “Sacrificios humanos” (2021), un libro de cuentos donde mantiene su estilo y explora la misma línea de su libro anterior con elementos extremos e historias reales como el sacrificio de mujeres por hijos propios y ajenos, el marido adúltero, el bienestar. Nada simple en medio de la incertidumbre de estos salvajes días.

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