Se va precisando el tono del partido transversal del orden en la campaña presidencial y se perfila la misma mezcla de atribución de posiciones falsas y de tergiversación, con frases perentorias contra la izquierda repetidas hasta la saciedad. Esto se observó con virulencia contra Daniel Jadue y ahora contra la Convención Constitucional, con buenos réditos en la creación de opinión.
Un requisito de las campañas de este tipo es buscar pronunciamientos con credenciales de cierta seriedad para sostener las tergiversaciones. Ejemplo: Arturo Fontaine, que ha tenido posiciones matizadas en temas como el lucro en la educación, se pone ahora en la primera línea de las afirmaciones altisonantes: “el programa de Boric es un viaje a lo desconocido y puede llevarnos a aterrizar en Argentina”. Ahora el tema ya no es Venezuela sino Argentina, pues afirmar que las fuerzas de cambio estén pensando en emular a Maduro es poco creíble (aunque el tema volverá en redes, qué duda cabe). Entre 2000 y 2019, según el FMI, Argentina creció al 1,4% anual, lo que no es ninguna catástrofe, y Chile al 3,3% anual, lo que es bastante menos que el 4,6% de Bolivia (país dirigido por un indígena, ¡ no puede ser!) y el 4,5% de Perú (¡pero ¿ cómo con toda su inestabilidad? !). Recordemos, en todo caso, que la Argentina peronista mantiene equilibrios sociales, como la gratuidad de la educación superior desde hace 70 años (¡qué populismo más grande!) y ha debido lidiar con el neoliberalismo extremo de Menem y de Macri en el período reciente y su muy mal récord económico que llevó a un endeudamiento e inflación galopantes. ¿El argumento de Fontaine? Que Boric cambió de opinión sobre el retiro de fondos de AFP y que “ese viraje sólo se explica por una convicción: hay que priorizar a toda costa los intereses electorales de corto plazo. ¿En qué consiste el peronismo sino en eso?”. Esto es simplemente ridículo. Fontaine debiera, para ser coherente, afirmar que toda esa derecha que vota por los retiros y hace demagogia todos los días es peronista. Pero quedaría demasiado al descubierto, aunque el objetivo es evidente: «para las y los chilenos sería mejor que Boric cambiara su programa«. El despliegue mediático y a través de las corporaciones tipo Espacio Público y CIEPLAN para que esto ocurra ya están en operación.
En efecto, las afirmaciones de René Cortázar, fallido candidato a la Convención y que pasó de la crítica al neoliberalismo en el CIEPLAN de los años 1970 y 1980 a los directorios de grupos económicos, van en el mismo sentido: «el programa de Boric es una perfecta receta para ahuyentar la inversión». Nada menos. ¿Las razones?: “ la propuesta que él hace es subir los impuestos a las empresas, que ya es 20% superior a los países desarrollados, poner un impuesto patrimonial, bajar la jornada laboral, cambiar el sistema de negociación colectiva para hacerlo más restrictivo y conflictivo, un sistema donde las empresas no puedan despedir trabajadores -aunque lo necesiten-, y, por último, nos propone que el directorio de las empresas sea mitad trabajadores y mitad accionistas».
Esta última idea efectivamente la ha propuesto Boric y es perfectible, por ejemplo, tomando el modelo de co-participación alemán en los directorios de grandes empresas. ¿No era que la DC alemana fue la que inventó el dispositivo y que Cortázar aplicó algo parecido en TVN? Pero esto ahora también le debe parecer populista, supongo.
También Boric ha propuesto bajar la jornada laboral y llevarla a 40 horas, como hizo Estados Unidos en 1943. Que se sepa, eso no “ahuyentó la inversión”, menos en un contexto de fuerte inversión pública, como el que también propone Boric, y acompañó grandes ganancias de productividad. El impuesto a los altos patrimonios se aplica en diversos países de altos ingresos y tampoco ha derrumbado la inversión. Pero, claro, ha contribuido a la equidad social, como el 1% más rico debiera hacer en Chile.
Lo demás son tergiversaciones puras y simples. ¿Qué es esto “de cambiar el sistema de negociación colectiva para hacerlo más restrictivo y conflictivo, un sistema donde las empresas no puedan despedir trabajadores -aunque lo necesiten- “? La propuesta de Boric es ampliar la negociación colectiva, no restringirla, lo que la experiencia muestra que disminuye antes que amplía los conflictos. ¿No era que en la Alemania de Merkel -que supongo no será para Cortázar una expresión de populismo latinoamericano- todos los contratos están sometidas a negociación colectiva por rama y territorio, con titularidad sindical? Ningún contrato puede fijarse al márgen de los convenios colectivos. Vaya, ¡qué atentado contra la inversión de la DC alemana! Que Alemania sea uno de los países más prósperos y competitivos del mundo no viene al caso, faltaba más.
También es una falsedad esto de impedir todo despido. En ninguna parte el programa de Boric habla de algo así. Recordemos, a su vez, que Cortázar fue autor del encarecimiento del despido que se realizó en el gobierno de Aylwin como ministro del Trabajo, al aumentar de 5 a 11 meses el tope de indemnización. ¡Sin que pasara nada ni se ahuyentara ninguna inversión!
Luego, lo de subir los impuestos a las empresas es otra falsedad, salvo en materia de regalía minera, cuyo aporte se plantea alcance un 1% del PIB para evitar que se siga regalando las riquezas mineras de todos y todas a un grupo de transnacionales y unos pocos grandes empresarios chilenos. Nada se dice en el programa de Boric sobre subir el impuesto a las utilidades de las empresas. En cambio, se plantea modificar “las tasas del impuesto a la renta para los tramos más altos”. Se trata de los impuestos personales y “con esto se busca que este segmento de la población realice un esfuerzo adicional para contribuir a los desafíos de corto y largo plazo de nuestro país”. ¡Qué planteamiento más destemplado!
Habría que preguntar a los nórdicos, franceces, españoles y otros retrógrados europeos como sobreviven con tasas altas en el impuesto a las rentas personales. Como se sabe, allí la gente muere de hambre por las calles por falta de inversión. Dicho sea de paso, latasa de impuesto corporativo en Alemania es, por ejemplo, mayor a la chilena, pues al 15% de base se aplica un recargo de solidaridad y un impuesto de comercio por un valor total de 30 a 33%. El impuesto es más alto en las zonas más prósperas y menor en las zonas con menos dinamismo económico. Otra vez, puro populismo peronista.
Así, el partido transversal del orden despliega su arsenal de campaña, llegando en el último tiempo a demasiado altas dosis de deshonestidad intelectual y de conducta de barra brava. Es conocido que estas campañas pueden tener éxito. Pero esperemos que los electores no se dejen influir por estas tergiversaciones y sigan constatando que Chile es un país en extremo desigual y en el que las oligarquías económicas abusan de su posición dominante. ¿Habrá una mayoría que siga convencida frente a estas andanadas mediáticas que hay que actuar con prontitud, seriedad y energía para modificar esa doble realidad de inequidad y abuso, que no tiene justificación alguna? Veremos.