La caída de un avión enemigo en un bosque cerca de una aldea de cazadores en Japón marca el inicio de esta novela escrita en 1958 por el escritor ganador del Premio Nobel. En el texto nada es lo que parece y un prisionero negro cambiará la vida de los habitantes del pueblo.
Hace casi un mes que el escritor japonés de 86 años y ganador del Premio Nobel 1994, Kenzaburo Oé, entregó a la facultad de letras de la Universidad de Tokio docenas de sus documentos y más de 10.000 páginas de sus manuscritos. Posiblemente dentro de todo ese material entregó el original de “La presa”, su primera novela escrita en 1958 que ganó el prestigioso premio Akutagawa. Inspirada en su niñez, la obra narra lo que le sucede a un niño que en medio de la guerra del Pacífico ve como un avión norteamericano se estrella en un bosque cerca de la aldea donde habita. El único sobreviviente es un soldado negro que es capturado y tomado prisionero por los lugareños. Lo extraño del hecho llama la atención y comienza el conocimiento de los niños por el prisionero que se muestra en un principio debilitado y dócil, sometido por la gente de una aldea casi primitiva que carece de adelantos, con pobladores que se dedican principalmente a la caza de animales.
La presencia del extraño conmociona a la localidad y a los niños. “¿Se lo llevarán a la ciudad?”, es una pregunta sin respuesta habitual entre ellos. El prisionero es tratado como un animal de circo. Encadenado en un calabozo, parece una rareza que hace que la vida de todos, especialmente del protagonista, se convierta en algo realmente novedoso con este hombre-animal que “huele tan mal como un buey”, según dicen los aldeanos. El humano no habla, solo gime y grita. Intenta entender la buena disposición que los niños tienen frente a él. Todos quieren aprender y mirar a esta presa tan distinta a ellos y cuyo futuro destino se desconoce.
He leído dos veces esta novela de Oé con un intervalo de diez años y me pasa que, a pesar de ser una obra muy laureada e interesante, siento que le falta algo en la caracterización del soldado negro. Oé lo describe de manera plana, como una bestia demasiado irreal e inhumana. Aparece como una fiera opaca que también puede llegar a ser dócil como un buey. En ciertos momentos de la historia se convierte en la mascota de los niños del pueblo, al que pasean e incluso llevan a tomarse un baño. Este reflejo de rareza y monstruosidad sin demasiado carácter le quita vida a la historia. El prisionero es un aviador, un soldado calificado que ha sido atrapado en un bosque. Kenzaburo Oé lo reduce a un individuo no pensante que gime, grita, apesta y además sirve como entretención para los niños del pueblo.
Muchos meses de encierro y cuarentena afectan a cualquiera y, en este caso, “La presa” se me aparece como una obra claustrofóbica, breve, con pocos personajes y bellas descripciones que se desarrolla en espacios físicos y mentales pequeños, a pesar de que parte de la trama ocurre en ambientes exteriores. El pequeño e insalubre calabozo en el que queda confinado el soldado es el reflejo de una guerra hermética, cruel y despiadada que terminó perdiendo Japón y que Oé vivió en carne propia. Como en toda contienda, la piedad queda atrás y da paso a la rudeza a la hora de tomar decisiones drásticas. En su reclusión, el soldado retrocede en el tiempo y en el espacio y se convierte en un esclavo que vuelve a sus cadenas porque su destino es realmente incierto.
Esta obra, que también fue llevada al cine en 1961 por Nagisa Oshima, marca el inicio de un autor destacado, cuya novela más conocida y fundamental es “Una cuestión personal” (1964). En ella Oé define su propio conflicto interno y autobiográfico al mostrar lo que le sucede con Hikare, su hijo que nació con hidrocefalia y autismo y que actualmente es compositor de música clásica con una obra que recientemente se presentó en un concierto en España.
Así las cosas, la novela “La presa” muestra el comienzo de la exitosa trayectoria de Oé. Su lucha personal lo ha llevado a seguir amando la literatura y a entregar, a los 86 años, su legado de miles de manuscritos a la Universidad de Tokio. Posiblemente se esté preparando para otra vida, para el comienzo de nuevos rumbos.