Era más fácil imaginarse el fin del mundo, que un proceso de transformación del modelo capitalista neoliberal. Pero la revolución molecular del pueblo ciudadano se desplegó silenciosa e invisible para el establishment de los ojos cegados por el poder y los privilegios económico- políticos.
Hoy son los perdedores -aunque no todos-, quienes imaginan con miedo y angustia el cambio de su mundo lleno de privilegios. Llegó la temida hora de compartirlos. Se estrellaron con la realidad invisible. Con la “Lista del Pueblo” y la “Revolución Democrática” del pueblo ciudadano.
EL día después, amaneció con los restos sin vida o agonizantes, de partidos tradicionales y candidatos. Luminoso para los ganadores. ¡Ganamos por paliza!, aunque reconozco haber estado entre los escépticos críticos desesperanzados. Eso sí, ahora más esperanzado, pero siempre crítico.
La prensa internacional (siempre más certera y objetiva que la nacional), tituló: “Schock”, golpe al establishment, derrota de Piñera”. Les faltó: “Ganó el pueblo ciudadano”, ganó Chile”. Quedó claro el mensaje. Lo que es sólo bueno para el poder económico político de la elite, nunca ha sido bueno para todos los chilenos.
Los tiempos están cambiando, de forma vertiginosa.
La centroderecha, la centro izquierda y la política tradicional derrotadas de un golpe (por ahora). En la política, los muertos cargan no sólo adobes, sino también, vidas de gracia.
La gran mayoría de los independientes, grupos emergentes y algunos partidos tradicionales antiguos (como el PC), y otros nuevos en franco crecimiento (como el Frente Amplio), ampliamente ganadores, comparten los sueños, la pasión y el entusiasmo de los jóvenes, junto a una fuerte convicción contraria al sistema de mercado neoliberal. Necesitan transformarlo de forma urgente.
Lejos de la televisión, de los poderes, del marketing económico y de los partidos tradicionales, los candidatos independientes y grupos autoorganizados en redes y con las redes, son parte -con voluntad y pasión inclaudicables-, de un flujo incontenible de deseos y energía emocional que percola silenciosa entre los intersticios sociales. Crece como un gran rizoma que invade e ilumina las callejuelas oscuras de las poblaciones y las cloacas ciudadanas llenas de los restos mal olientes de un consumo sin control.
Esta revolución también se dio en la calle sin grandes movilizaciones ni marchas. Oculta, “nadie la vio venir”. Salvo algunos agudos analistas que comprendieron que los modelos de interpretación y análisis prehistóricos obsecuentes con los grupos de poder de la elite estaban obsoletos. Enfrentaban a una nueva razón llena sólo de incertezas y probabilidades. Se dieron cuenta de que la única forma de aprehender esta nueva realidad era hacerse parte de ella. No quedaba más que aprender a cabalgar en medio del caos y el desorden partiendo desde los fenómenos mismos. No desde los propios modelos mentales llenos de distorsiones, prejuicios, sesgos cognitivos e ideológicos, que crean antes la realidad que se quiere encontrar y medir. No fueron capaces de poner el mundo y el orden entre paréntesis y, dejar que la personas y sus realidades intersubjetivas entrelazadas “hablaran” y se mostraran primero.
El cambio actual es nuclearmente cualitativo. En medio de los acontecimientos novedosos están emergiendo realidades nuevas. Nunca los números son capaces de aprehender estos cambios que nacen en los bordes, en las fronteras del caos, y se desarrollan en los intersticios. Allí se hace la nueva “micropolítica” de la fragmentación y los límites, junto a la democracia de los bordes. Es donde vive la micro democracia, siempre en tensión y lucha contra el micro fascismo.
Pero no equivocarse.
En la columna anterior hablamos de una época de la nueva política que llamé cao-errante. Después de nacer en el desorden, hace su camino impredecible en medio de la incertidumbre y las incertezas, llena de “cisnes negros”, “aleteos de mariposas” y de múltiples posibilidades de escenarios futuros. Donde lo que parece imposible, se hace realidad. Donde acontece lo nuevo. Donde se encuentra el “claro del bosque” que anhelaba Heidegger.
El futuro próximo en el corto plazo, deviene en las elecciones de presidente y el poder legislativo. El futuro a largo plazo, en la Nueva Constitución. Uno hace al otro y viceversa. No hay que olvidarlo.
A seguir construyendo un bien común digno y solidario con justicia social para todos y todas.
¡Buena suerte!