POR PATRICIO ESCOBAR
BARCELONA
El reciente 26 de mayo tuvo lugar la elección del Parlamento Europeo, un evento esperado y sobre cuyos resultados se tejieron cruzadas hipótesis. Las principales elucubraciones se vinculaban al potencial ascenso de la ultraderecha y el neofascismo en las intenciones de voto. El antecedente directo era la instalación en los últimos años de gobiernos de ultraderecha en Hungría, Polonia y Austria, y derroteros similares que estaban comenzando a desarrollarse en Holanda, Italia y otros países.
Esta ultraderecha, euroescéptica por naturaleza, hace varios años se planteó como estrategia el asalto a las instituciones europeas, con el fin de socavarlas por dentro.
Estos grupos se organizan en distintas coaliciones y, de hecho, poseen importantes rivalidades, lo que les ha impedido incrementar su presencia o desarrollar una unidad de acción más eficaz. Sin embargo, han dado grandes pasos para lograr una coordinación mayor.
Esta ultraderecha, euroescéptica por naturaleza, hace varios años se planteó como estrategia el asalto a las instituciones europeas, con el fin de socavarlas por dentro.
Así encontramos a Conservadores y Reformistas Europeos, nacido el año 2009, que tiene su sede central en Bruselas. Europa de la Libertad y la Democracia Directa, que entre sus adherentes cuenta con Nigel Farage, promotor del Brexit en UK y el Movimiento 5 Estrellas, hoy parte del Gobierno de Italia. Se agrega Europa de las Naciones y de las Libertades, cuyos más conspicuos representantes son el Frente Nacional de Marie Le Pen en Francia y la Lliga Norte de Mateo Salvini en Italia (el mismo que desea imponer una multa de 5.000 euros por cada inmigrante rescatado de las aguas del Mediterráneo por los barcos de salvamento).
La referida pléyade, que nada tiene que envidiar a los supervillanos de Marvel, asume el desafío de hacer retroceder el proyecto de integración europea que inició su última fase en 1993, en el contexto de la globalización, impulsada por Estados Unidos en el mundo. Para ello participa regularmente de las elecciones al Parlamento Europeo, teniendo por objetivo alcanzar una representación de un tercio de los escaños, con lo cual poder bloquear su accionar.
Durante la misma noche del 26 de mayo, los resultados de la votación dibujaban un panorama inédito en la historia del Parlamento Europeo. El primer elemento a destacar es el importante ascenso de estos grupos euroescépticos. En las elecciones pasadas del año 2014 alcanzaron un 23,3% del total de votos, lo que se tradujo en 175 escaños de una cámara que cuenta con 751. Este 26 de mayo captaron el 27,9% de las preferencias de la ciudadanía europea y elevaron su representación a 209 europarlamentarios. Se trata, sin duda, de un crecimiento importante, pero que no satisface su objetivo de poder bloquear el funcionamiento de la UE, más aún considerando que una parte de esos escaños desaparecerán en octubre cuando se materialice el Brexit. Pero, con todo, supone alcanzar una fuerza significativa y la posibilidad de instalar sus temas en el debate.
Este 26 de mayo captaron el 27,9% de las preferencias de la ciudadanía europea y elevaron su representación a 209 europarlamentarios. Se trata, sin duda, de un crecimiento importante, pero que no satisface su objetivo de poder bloquear el funcionamiento de la UE,
El segundo elemento de relevancia es el fin del bipartidismo que ha dominado la política y la institucionalidad de la UE desde su fundación. Las dos grandes familias políticas(el Partido Popular Europeo, de derecha, y la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, de centro izquierda, inspirados en el modelo alemán) han conformado, a veces de manera oficial y otras de facto, una Gran Coalición ocupando los cargos directivos y las comisiones de la institucionalidad europea, con un fuerte sesgo hacia el derechista PPE, en el BCE, la Comisión Europea (el Gobierno de la UE) y el Consejo, como resultado de su triunfo en las elecciones pasadas. En esta elección solo han conseguido, en conjunto, el 44% de la cámara.
El segundo elemento de relevancia es el fin del bipartidismo que ha dominado la política y la institucionalidad de la UE desde su fundación.
Este significativo cambio es resultado del ingreso con fuerza de los Verdes, con un 8,9% y 67 parlamentarios y, principalmente, de la Alianza Liberal ALDE, con un 14% y 105 parlamentarios. La Gran Coalición, promovida desde la CDU alemana, impuso desde el BCE la política de austeridad frente a la crisis iniciada el año 2010, que dividió Europa entre un Norte rico y acreedor de deuda y un Sur más pobre y endeudado, que debió aplicar dramáticos recortes a su gasto social y al Estado de Bienestar, incrementando la conflictividad social a niveles no vistos en varias décadas.
En esta elección solo han conseguido, en conjunto, el 44% de la cámara.
Así como en el Chile de la Concertación, la política de los acuerdos con la derecha fue paulatinamente profundizando la desafección de la ciudadanía respecto a la política, haciendo crecer la abstención, la Gran Coalición -que trae a la memoria el aforismo de Nicanor Parra: “La izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas”-, provocó el mismo efecto.
Este significativo cambio es resultado del ingreso con fuerza de los Verdes, con un 8,9% y 67 parlamentarios y, principalmente, de la Alianza Liberal ALDE, con un 14% y 105 parlamentarios.
Este año la expectación por el ascenso de la ultraderecha elevó la participación electoral al 50,9%, lo que no se producía desde 1979, mejorando el desempeño relativo de las fuerzas progresistas. El año 2014 solo fue de 42,6%. Si los grandes partidos concuerdan una sola política que en el mundo globalizado se corresponde con los principios del pensamiento único del neoliberalismo, no hay espacio para la ciudadanía y sus inquietudes tan mundanas. Constatado ese hecho, esa misma ciudadanía ha acabado dándole la espalda.
Este año la expectación por el ascenso de la ultraderecha elevó la participación electoral al 50,9%, lo que no se producía desde 1979, mejorando el desempeño relativo de las fuerzas progresistas. El año 2014 solo fue de 42,6%.
En este punto, ambos elementos se conjugan. El ascenso del neofascismo no se trata solo de una confabulación de malvados que desean dominar el mundo. Su crecimiento es resultado de años de políticas neoliberales, que en el contexto de un mundo globalizado, han golpeado a los segmentos más vulnerables de las sociedades del bienestar. Desempleados de larga duración, trabajadores de baja calificación, jóvenes con inserción laboral precaria y segmentos sociales que vivían de las políticas de ayuda social fueron los primeros que experimentaron los efectos de los planes de austeridad, y vieron cómo al mismo tiempo el Estado debía rescatar a una banca colapsada en el contexto de la crisis y cómo la emergencia de los refugiados, profundizada por la política exterior de la propia UE, que actuaba como furgón de cola de la norteamericana, multiplicaba la afluencia de miles de futuros marginados.
El ascenso del neofascismo no se trata solo de una confabulación de malvados que desean dominar el mundo. Su crecimiento es resultado de años de políticas neoliberales, que en el contexto de un mundo globalizado, han golpeado a los segmentos más vulnerables de las sociedades del bienestar.
En este escenario no se necesitó mucho esfuerzo para elaborar y transmitir un discurso que hacía recaer la responsabilidad de la crisis real que estaban viviendo, en la inmigración ilegal y en las políticas de la propia UE. El receptor de ese mensaje era esa ciudadanía europea, que veía que su peso en las decisiones políticas que tomaba Europa frente a los desafíos de un mundo cambiante era por completo irrelevante. Aquellos segmentos que no experimentaban en todo su dramatismo el impacto de una política que redujo el bienestar de la generación presente, por debajo del que alcanzaron sus padres, solo se volvieron apáticos. Aquellos que quedaron en primera línea fueron finalmente el mercado de las ideas del fascismo.
Dado el panorama descrito, es particularmente pertinente la pregunta de ¿por qué importa la UE?
Dado el panorama descrito, es particularmente pertinente la pregunta de ¿por qué importa la UE?
El mundo se encuentra en medio de un profundo proceso de transformación que se inició junto a la Gran Recesión. Si bien el nuevo orden aún no acaba de adquirir su fisonomía final, lo cierto es que la lucha por consolidar una nueva hegemonía está en pleno desarrollo, y por el momento adquiere la forma de una guerra comercial entre China y Estados Unidos. Un proceso similar se inició hace un siglo, luego de la Primera Guerra Mundial, pero en ese momento el tercer actor era la naciente URSS. La transición de la hegemonía desde el Imperio Británico a Estados Unidos fue pausada y tardó dos décadas. En la actualidad esta vertiginosa lucha por la primacía mundial requiere de un tercero que pueda multilateralizar las decisiones que el nuevo orden requerirá en su etapa de instalación y consolidación. Ese es el lugar que le cabe a la UE y para ello debe profundizar la integración de sus miembros. Ese camino puede recorrerlo apoyada en las burocracias y las élites, ajenas a las veleidades de la democracia o como parte de un proceso de profundización democrática, integradora e inclusiva.
Si bien el nuevo orden aún no acaba de adquirir su fisonomía final, lo cierto es que la lucha por consolidar una nueva hegemonía está en pleno desarrollo, y por el momento adquiere la forma de una guerra comercial entre China y Estados Unidos.
La UE que emerge de estos comicios es fragmentaria y diversa.
La UE que emerge de estos comicios es fragmentaria y diversa. En ella tienen cabida socialdemócratas propensos a fijar residencia política en el centro, conservadores de viejo cuño, pero neoliberales, ambientalistas conscientes de la urgencia que impone el cambio climático, neofascistas deseosos de formar una quinta columna y grupos de izquierda que anhelan reformar la UE desde sus cimientos. La UE de mañana será testigo o actor del proceso de construcción del nuevo orden. Ello dependerá de su propia capacidad para cumplir el mandato que le dio origen y que puede resumirse en dos conceptos: democracia y bienestar.
La UE de mañana será testigo o actor del proceso de construcción del nuevo orden. Ello dependerá de su propia capacidad para cumplir el mandato que le dio origen y que puede resumirse en dos conceptos: democracia y bienestar.