Por José Tomás Vicuña SJ
Director Nacional Servicio Jesuita a Migrantes
“Nos dijeron que si nos íbamos de Chacalluta nos iban a dar salvoconducto, pero nada”….“tenía mi Visa aprobada, fui a pagar, pero luego el mismo Cónsul me dijo que no calificaba porque tenía un hijo peruano”…. “son las 14:00. Tenía mi cita a las 9:00 y todavía no me atienden”….“una compañera quería ver con quien dejaba a su niño en Perú porque él no tenía pasaporte”. Estas son algunas de las cientos de historias de las personas que duermen en las afueras del Consulado chileno en Tacna.
Escribo esta columna luego de estar unos días en Arica, Tacna y Colchane. Muchos relatos, una misma historia: una crisis que ya no sólo se vive en Venezuela, sino que se expande a lo largo del continente. Ni el drama colombiano en la peor época de las FARC, las migraciones provocadas por el terrorismo en Perú o los éxodos por las dictaduras en algunos países de Sudamérica, nos habían hecho encontrar con una situación como la que viven hoy las personas venezolanas.
Escribo esta columna luego de estar unos días en Arica, Tacna y Colchane. Muchos relatos, una misma historia: una crisis que ya no sólo se vive en Venezuela, sino que se expande a lo largo del continente. Ni el drama colombiano en la peor época de las FARC, las migraciones provocadas por el terrorismo en Perú o los éxodos por las dictaduras en algunos países de Sudamérica, nos habían hecho encontrar con una situación como la que viven hoy las personas venezolanas.
Me dio la sensación de estar en un campo de refugiados en medio de un país democrático. Paradójico, pero real.
“Mire, esto parece Venezuela”, me dijo una señora en las afueras del Consulado chileno en Tacna. A más de 4.600 kilómetros de distancia, no logran escapar de lo que huyen: la miseria. El viernes había cerca de 115 carpas, más de 400 personas durmiendo en las afueras esperando ser atendidas, alrededor de 100 niños y niñas, entre quienes se contaban incluso lactantes. Fundaciones y personas de Arica o Tacna paseaban por ahí entregando comida, pañales y agua. Me dio la sensación de estar en un campo de refugiados en medio de un país democrático. Paradójico, pero real.
“Si hubiéramos sabido que nos iban a cambiar los requisitos, nos hubiéramos preparado”. Eso me lo dijeron en Tacna y Pisiga. Un viaje en bus desde Venezuela a esas ciudades fronterizas demora entre 9 y 11 días. “Vendimos todo, nos íbamos a encontrar con mi pareja, y estamos acá varados”. Nadie migra de la noche a la mañana. Se prepara, ve las rutas, vende lo que tiene, se comunica con sus familiares o amistades donde llegará; pero no se esperaban encontrar con un papel impreso en la frontera de la nueva solicitud para ingresar al país. Cada Estado está en su legítimo derecho para pedir los requisitos que estime conveniente para el ingreso a su territorio, pero poner una hoja Word impresa en ventanilla como modo de avisar, sin duda es a lo menos irresponsable.
Cada Estado está en su legítimo derecho para pedir los requisitos que estime conveniente para el ingreso a su territorio, pero poner una hoja Word impresa en ventanilla como modo de avisar, sin duda es a lo menos irresponsable.
Más aún lo anterior cuando hoy se ve una situación que no se observaba años anteriores: familias con niños y niñas desplazándose por diversas rutas. Cuando se desplaza así, es porque la situación es crítica. No lo hace un adulto para enviar remesas a su lugar de origen, sino que lo hacen en familias porque ya no alcanza con lo que envían. En distintas fronteras del continente hay cientos de personas con condiciones mínimas de salud (en las afueras del Consulado había 8 baños químicos, pero fueron retirados todos), sobreviviendo gracias a la generosidad de distintas personas.
Es esta desesperación que lleva a los coyotes a aprovecharse del drama humano. Ya no sólo visitan el Terminal de buses de Tacna (práctica que lleva años de la misma forma), sino que ahora acechan el Consulado de Tacna, cobrando entre USD50 y USD300 por el paso en medio de un territorio que está cubierto de minas antipersonales.
Es esta desesperación que lleva a los coyotes a aprovecharse del drama humano. Ya no sólo visitan el Terminal de buses de Tacna (práctica que lleva años de la misma forma), sino que ahora acechan el Consulado de Tacna, cobrando entre USD50 y USD300 por el paso en medio de un territorio que está cubierto de minas antipersonales. La semana pasada detuvieron a un grupo de 30 personas venezolanas, entre las que se contaban 18 menores de edad. Incluso en otra ocasión una mamá atravesó sola con su hija de meses en brazos y su niño de 5 años caminando junto a ella por la línea del tren.
Esta crisis ya no es un asunto sólo nacional o migratorio. Luego de estos días, me quedo con la sensación que es internacional y humanitaria.Ningún país, ni menos un Consulado, por más esfuerzos que haga dará abasto por sí mismo. Los países de Sudamérica se unieron para hacer declaraciones sobre Venezuela o incluso ir hasta allá. Eso que denunciaban, está hoy en nuestros propios países. Se necesita un plan en conjunto. Los flujos se han concentrado principalmente en Colombia, Perú y Chile. Debe haber un plan regional para incentivar nuevos lugares de destino, privilegiando la reunificación familiar. Junto a eso tener uniformidad en los criterios de ingreso. Algunos países solicitan pasaporte, otros documentode identidad. Hoy es prácticamente imposible para personas de Venezuela conseguir un pasaporte. Por último, tanto la OEA, como ACNUR y OIM han señalado que la gran mayoría de las personas venezolanas cumplen con el perfil de refugiadas. ¿Por qué no homologar los requisitos con estándares internacionales? En distintas fronteras los criterios están siendo dispares, arbitrarios, además de fuera de las propias legislaciones al respecto.
Los países de Sudamérica se unieron para hacer declaraciones sobre Venezuela o incluso ir hasta allá. Eso que denunciaban, está hoy en nuestros propios países.
El desplazamiento forzado va a continuar. Cada vez llegamos a puntos más críticos. Chile poco a poco se está pareciendo más a Estados Unidos: frontera extensa y peligrosa, aumento de redes de tráfico, polo atractivo “dentro del barrio”, discursos variables frente a la migración. Cada vez habrá más precariedad en Venezuela. Si no reaccionamos conjuntamente, esa precariedad estará a lo largo de toda la región. Esperemos llegar a una solución conjunta, en lugar de centros de detención por país.
Chile poco a poco se está pareciendo más a Estados Unidos: frontera extensa y peligrosa, aumento de redes de tráfico, polo atractivo “dentro del barrio”, discursos variables frente a la migración.