Por Patricio Escobar
Barcelona
Abril 09; 2020
Resulta difícil imaginar que alguna persona al llegar las cero horas, mientras afanada trataba de comer sus uvas, repartir abrazos y brindis para celebrar el año nuevo en cualquier rincón del mundo, pudiera haber imaginado la situación en que nos encontraríamos unos pocos meses después: viviendo un panorama dantesco que solo pudimos haber presenciado en alguna película apocalíptica.
La perplejidad
Y también la manera en que las ciudades comenzaron a vaciarse, como si la especie humana fuera una rémora de un pasado lejano.
Ha resultado tan vertiginoso el ritmo de los acontecimientos, que de una u otra forma hemos permanecido paralizados frente a ellos. Como en una sucesión de imágenes, vimos cómo al invadir el mundo salvaje acabamos contrayendo una enfermedad desconocida y sin cura hasta ahora; cómo las autoridades chinas hacían lo impensable, clausuraban ciudades completas y paralizaban la actividad económica. Fuimos testigos de cómo las industrias tecnológicas del mundo desarrollado languidecieron en pocos días, luego que las partes y piezas indispensables para su operación dejaran de llegar desde el gigante asiático. Y también la manera en que las ciudades comenzaron a vaciarse, como si la especie humana fuera una rémora de un pasado lejano. Cuando ello ocurrió, la vida natural tardó solo unos pocos días en volver a sus antiguos dominios. Vimos cóndores en los balcones, pumas deambulando por calles vacías, jabalíes rondando entre depósitos que antes contuvieron basura, y delfines despreocupados que nadaban en las aguas de puertos paralizados y de aspecto abandonado.
Vimos cóndores en los balcones, pumas deambulando por calles vacías, jabalíes rondando entre depósitos que antes contuvieron basura, y delfines despreocupados que nadaban en las aguas de puertos paralizados y de aspecto abandonado.
Pero no fueron solo las señas físicas de la civilización las que experimentaron mutaciones inimaginables. El mundo de las ideas enfrentó un cataclismo. El sentido común imperante, luego de una brevísima agonía, falleció entre toses y accesos de fiebre alta, haciéndose las herejías pan de cada día. El mundo, presa de un síntoma inesperado, parecía haber perdido la razón.
El regreso de los herejes
A poco andar, el FMI llamó a enfrentar de manera decidida esta crisis desde lo público. La misma institución que arrastró a la pobreza a centenares de millones de personas en el mundo, con sus políticas de ajuste y austeridad, hoy (abril 09) plantea cuatro desafíos ineludibles: a) amplio apoyo público a los sistemas sanitarios para contener la enfermedad, b) proteger a personas y empresas afectadas mediante medidas fiscales, c) suministrar liquidez al sistema financiero para incrementar el estímulo a la economía y mejorar la decaída confianza y d) planificar la recuperación, mediante un estímulo a la demanda con un fuerte apoyo público (Kristalina Georgieva, Directora Gerente del FMI, https://www.imf.org/es/News/Articles/2020/04/07/sp040920-SMs2020-Curtain-Raiser).
En el primer mundo, el Banco Central Europeo, que hace una década cumpliera el rol de gendarme que vigilaba el comportamiento de griegos y portugueses, de españoles e italianos, antes de acceder a desembolsar las ayudas que esas economías necesitaban con urgencia; que como parte de la tristemente célebre “Troika”, junto al FMI y la Comisión Europea, hundieron a Grecia en uno de los peores desastres económicos de su historia antes de proveer la ayuda que necesitaba frente a la crisis mundial, castigándola por haber aceptado el dinero barato que los bancos franceses y alemanes alegremente ofrecían; esa misma institución hoy llama a hacer “todo lo necesario” para enfrentar la crisis, llamando a la coordinación de los principales bancos centrales del mundo, de modo de asegurar la liquidez de la economía mundial, asegurando el acceso al crédito por parte de personas y empresas (Christine Lagarde, Presidenta del BCE, https://www.elmundo.es/economia/2020/03/19/5e73b76121efa0f43e8b4627.html ).
En el mismo sentido, la Reserva Federal Norteamericana, institución paradigmática en la liberalización del sistema financiero más importante del mundo y que, con regulaciones a la baja, llevó al mundo a la tragedia de la crisis subprime hace una década, llevó su tasa de interés al 0% y comprometió “toda la liquidez que haga falta”, lo que en conjunto supone el paquete de estímulo más importante en décadas (Jerome Powell, Presidente de la Reserva Federal de USA, https://elpais.com/economia/2020-03-15/la-fed-rebaja-los-tipos-de-interes-tras-un-acuerdo-de-todos-los-bancos-centrales-para-contener-la-crisis-del-coronavirus.html ).
Tras un largo sueño, el mundo despertó keynesiano.
Tras un largo sueño, el mundo despertó keynesiano. Parecía quedar atrás la pesadilla de un neoliberalismo nacido para dar nuevo impulso a un capitalismo agotado de tanto bregar con los pobres del mundo, infelices y descontentos, que frente a la menor oportunidad se mostraban alegremente dispuestos a echar por tierra la civilización, su civilización. El mundo redescubría que lo público tenía un sentido y que justamente existía para abordar la producción de bienes públicos, más allá de los límites que imponía la utilidad marginal de la última unidad; esa cama UCI que no era necesario disponer porque su baja probabilidad de uso afectaba la rentabilidad de los recursos aplicados.
El mundo redescubría que lo público tenía un sentido
Si salvar las vidas se convirtió en una meta que, con más o menos ganas, era compartida en general, quedaba aún pendiente un problema de alcance mayor: “el día después”. Paralizada la actividad económica, ¿a qué empleos regresarían los trabajadores luego de superada la pandemia? Ciertamente el virus tiene una vigencia acotada, antes o después nos inmunizaremos o se contará con una vacuna. Pero una crisis multifactorial, que se inicia desde la oferta y se profundiza desde la demanda, puede alcanzar una magnitud desconocida cuando la cadena de pagos de la economía se interrumpe, cuando el flujo de ingresos de la empresa se detiene y ya no puede hacer frente a sus compromisos contingentes, como los salarios de sus trabajadores.
Frente a esta amenaza, las autoridades salieron con fuerza a comprometer la función pública para evitar la catástrofe, pero nuevamente el viejo paradigma emergió al ruedo. El sector público debía hacer todo lo posible por superar y ayudar a superar la crisis. ¿Pero qué o cuánto era lo posible? Desde el fondo de la caverna se escuchó el susurro del neoliberalismo herido: “Lo posible es aquello que no compromete la viabilidad de la economía en ese día después”. Esa máxima debía guiar las decisiones de cuándo y cuánto tiempo podía durar un confinamiento, y cuánto se podía paralizar la economía.
Frente a esta amenaza, las autoridades salieron con fuerza a comprometer la función pública para evitar la catástrofe, pero nuevamente el viejo paradigma emergió al ruedo.
La polémica quedó servida y, frente al viejo paradigma de “hacer todo lo que se pueda”, emergía el imperativo de “hacer todo lo necesario” y, por primera vez, parecían alinearse tras este nuevo paradigma los principales organismos multilaterales. Frente a uno de los mayores desafíos planetarios en el último siglo, resurgía el principio de un Estado capaz de intervenir en defensa de la vida y los empleos. Pero el viejo neoliberalismo solo estaba herido.
La polémica quedó servida y, frente al viejo paradigma de “hacer todo lo que se pueda”, emergía el imperativo de “hacer todo lo necesario”
Las dos almas de Europa
Europa es un mundo heterogéneo donde conviven dos almas cuyas diferencias se hunden en lo más profundo de la Historia y en la propia génesis del capitalismo, al menos.
En rigor existe una tercera alma, que por azares de la historia se encuentra fuera de la Europa de los 27 miembros de la UE. Corresponde a una parte de los Balcanes, la propia Rusia y Turquía. Siendo parte de las raíces históricas del continente, no son reconocidos como tales. La implosión del mundo socialista a fines de los años 80 los dejó en una tierra de nadie. Devenidos en coto de caza de un neoliberalismo salvaje.
En rigor existe una tercera alma, que por azares de la historia se encuentra fuera de la Europa de los 27 miembros de la UE.
La primera alma, los países del Norte, son los parientes ricos de la familia. Emergen de la Edad Media a la modernidad, armados de una ideología luterano-calvinista que actúa como un coro celestial para la acumulación capitalista que se inicia. Austeros y aburridos, se benefician de la inestabilidad financiera paradojalmente, cuando los capitales especulativos buscan refugio en parcelas más seguras, momentos en los cuales registran tasas negativas para su deuda pública. Es decir, cuando sus parientes pobres del Sur sufren los embates de la crisis, los capitales huyen de esas plazas y están dispuestos a pagar para poder transformarse en bonos alemanes, daneses u holandeses. Sus propios bancos son los principales agentes que aprovechan esa inestabilidad para prestar dinero a los países del Sur a tasas imposibles cuando el riesgo se dispara, obteniendo beneficios a costa de esquilmar a los Estados del Sur.
La primera alma, los países del Norte, son los parientes ricos de la familia.
La segunda es ciertamente la que encarnan los países del Sur del continente. Griegos, italianos, españoles y portugueses comparten el no haber llegado a tiempo al reparto de talento para la acumulación capitalista. Sumergidos en afanes imperiales o presa de oscuras religiones que, a diferencia del protestantismo, privilegiaba la oración y el oropel de las catedrales a la laboriosidad y la innovación, se fueron quedando atrás en la historia. De nada les sirvió construir con sus manos la civilización de Occidente ni el imaginario de Cervantes, la tenacidad de Vespuccio, la genialidad de da Vinci o el verbo de Pericles. En la carrera por el crecimiento y la hegemonía de un mundo por conquistar luego de la caída del Muro de Berlín, quedaron cautivos de sus parientes del Norte dentro de la UE cuyo espacio fue la concreción real de la promesa de la globalización: libre circulación de bienes, capital y trabajo. Así, los países del Sur se convertían en exportadores netos de capital humano avanzado e importadores de jubilados del Norte.
La segunda es ciertamente la que encarnan los países del Sur del continente.
Una Europa cada vez más lejos de ser solo una
La expresión material del conflicto es la emisión de deuda por parte de la UE, los llamados coronabonus.
El seno de la UE hoy enfrenta una dura batalla entre los paradigmas que se confrontan ante esta crisis: aquellos de “lo posible” y “lo necesario”, y en esa lucha, por el momento, se impone naturalmente el interés del Norte. La expresión material del conflicto es la emisión de deuda por parte de la UE, los llamados coronabonus. Al emitir esos instrumentos, los riesgos se reparten y el interés que se debe pagar baja compensado por el bajo riesgo de los países del Norte. De ese modo se podrían recaudar los fondos necesarios para enfrentar esta crisis y la reconstrucción.
La propuesta de Alemania, Holanda, Austria y los países nórdicos es generar fondos y líneas de liquidez para quien lo necesite en la UE, pero sujeto su acceso a compromisos de reformas fiscales, tema inaceptable para Italia y los países del Sur, que llevan una década sufriendo la intervención desde la crisis mundial del 2008. A estos parientes pobres suma su apoyo una potencia de rango medio, Francia, que ve con buenos ojos los coronabonus, pero principalmente porque los bancos franceses poseen una alta exposición en las plazas de los países del Sur y podrían verse afectados si sus dificultades se incrementan.
Los países del Sur no están dispuestos a someterse nuevamente a la intervención de la Troika, y Francia amenaza con la creación de deuda mutualizada entre los países del Sur.
La discusión ha resultado ardua y la resistencia del Norte no se ha roto, y hoy, 9 de abril, se ha aprobado la creación de un fondo de 500 mil millones de euros para enfrentar la emergencia. No obstante, el debate está lejos de cerrarse. Los países del Sur no están dispuestos a someterse nuevamente a la intervención de la Troika, y Francia amenaza con la creación de deuda mutualizada entre los países del Sur. Sería una alternativa mejor que emitir deuda individualmente o someterse a las condiciones que desean imponer alemanes, austriacos y holandeses, pero al mismo tiempo podría ser el principio del fin de la UE.
Enfrentar esta crisis implicará volver a situar lo público como un espacio fundamental de la vida en sociedad
Enfrentar esta crisis implicará volver a situar lo público como un espacio fundamental de la vida en sociedad y asumir que variados campos de esta dimensión no pueden estar entregados a una asignación de recursos con criterios de mercado. El camino será largo y tortuoso. Saldremos de esto y, cuando lo hagamos, seguramente seremos más pobres, por las consecuencias del esfuerzo que deberemos realizar. Pero aun cuando en esta película apocalíptica vayan perdiendo los humanos, saldremos adelante.
Pero aun cuando en esta película apocalíptica vayan perdiendo los humanos, saldremos adelante.