Nayib Bukele, el dictador millenial. Por Ronald Wilson

por La Nueva Mirada

 En la actualidad el poder del presidente Nayib Bukele se sustenta en el manejo de la burocracia institucional mediante la cual puede manipular la totalidad del poder en El Salvador.

Al ganar las elecciones con un quórum de dos tercios de la Asamblea Legislativa, logra mayoría absoluta lo que les permite legislar sin oposición. En su estrategia de consolidar el poder total, consigue que el nuevo parlamento destituya a los magistrados de la Sala Constitucional de la Corte Suprema, al fiscal general, al procurador general, y puede influir directamente en el nombramiento de un tercio de los magistrados de la Corte Suprema, de la procuraduría de derechos humanos, de la Corte de Cuentas, entre otras instituciones. Lo que en la práctica le permite dominar la totalidad del poder político y judicial.

Parte de la estrategia de Bukele ha sido comprometer políticamente a las Fuerzas Armadas para que estén al servicio de sus objetivos. El incidente de rodear e ingresar con militares armados al Parlamento en febrero de 2020, para obligarlos a aprobar un préstamo para financiar su plan de seguridad pública, indica que es un personaje que no tiene límites, en esa oportunidad simplemente declaró ante la asamblea “está claro quién tiene el control aquí”.

La toma militar del parlamento ordenada por Bukele en febrero 2020

Otro de los medios que prevé Bukele para consolidar su poder personal, es tramitar la redacción de una nueva constitución, que le permita asentar su dominio con el aval de ella a su medida.

Nayib Bukele, es el presidente más joven de América, casi un personaje de comics, un millenials con un poder de maquinación de las voluntades que hace que su popularidad sea increíblemente alta, pero no le gusta moverse por la calle, ni tener contacto con el pueblo, desprecia a los indígenas, no gusta de los migrantes, es la antípoda de un mandatario populista.

Al Presidente de El Salvador, de 39 años, le cautiva su celular, su pasión son los videojuegos, y es apasionado de los lujos y automóviles costosos. Está pendiente de los sondeos de su imagen, de las encuestas que miden su popularidad personal y su objetivo es realizar, es “cosista” por esencia.

El Salvador es un país marcado por la herencia de una sangrienta guerra civil (1980-1992), que significó una secuela de víctimas que ha sido calculada en 75.000 muertos y 15.000 desaparecidos. Lo que siguió a los Acuerdos de Paz de Chapultepec en enero de 1992, ha sido una democracia inestable y vulnerable, con una crisis económica intermitente. Así sigue siendo uno de los países más desiguales de la región, con una alta corrupción y violencia de las pandillas como la Mara Salvatrucha, MS13.

Las Maras y la herencia de la violencia en El Salvador

En 2018, Latinobarometro manifestó que El Salvador era el país que menos importancia asignaba a la democracia, al 54 % de la población le daba lo mismo vivir en democracia o en dictadura. En solo dos años en el poder, Bukele ha pasado de ser un joven político que lidera un país a través de lo que hoy se denomina “Telecracia”, un neologismo con que se suele designar a la democracia operada por los medios digitales, que pone a disposición de gobernantes y gobernados la revolución digital, pero que en su dominio no tiene rival y monopoliza uno de los índices de popularidad más altos del continente, por encima del 71%.

Estos exitosos índices de popularidad existen, a pesar de que respecto de 2019(último año del que se tienen cifras oficiales), la pobreza extrema se elevaría un 25,5 %, pasando de 378.837 personas el pasado año a 475.611 en el 2021. Es decir, 96.774 personas adicionales estarían «en grave riesgo de desnutrición«. Según proyecciones el año 2020 termina con 32,2% en situación de pobreza, todo esto producto en gran parte por los efectos de la pandemia. Según estimaciones del Banco Central de Reserva, las perspectivas para la economía salvadoreña en 2021 son positivas y se espera, que el crecimiento se acerque a un 5 % o 6 %.

Las cifras revelan una habilidad que va más allá de un buen manejo de las redes sociales, existiendo índices objetivos de logros positivos, una gestión de la pandemia que combinó un estricto confinamiento con ayudas directas de 300 dólares a la población. Otro éxito social que puede mostrar Bukele con su peculiar estilo autoritario y personalista, es haber reducido la violencia de las pandillas.

El drama actual de El Salvador es que no hay organizaciones, ni partidos políticos, ni una sociedad civil organizada capaz de frenar el fenómeno Bukele. La oposición política está paralizada. Insólitamente, el único contrapeso que puede tener Bukele proviene de Estados Unidos, país que ha expresado su poca simpatía por sus excentricidades autoritarias.

Pero El Salvador tiene mensualmente la principal fuente de ingresos a través de las remesas de los emigrantes. El gobierno de Biden puede hacer tambalear a Bukele si toma medidas para limitar las remesas o si se hacen efectivas las peticiones de extradición contra varios líderes de la pandilla MS-13, lo que, por extensión, podría derrumbar también la pacificación de las calles de la que presume el mandatario.

Frente esta situación que vive El Salvador, sectores de oposición, como el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional de El Salvador (FMLN), han denunciado que el Gobierno ha emitido una ley, amparándose en la pandemia en la cual suspenden derechos civiles, declarando con reserva la información, lo que impide que se conozca la realidad de lo que está sucediendo en el país, también prohíbe las concentraciones con fines políticos.

Esta ley es considerada por la población como una Ley Mordaza, para evitar las expresiones que afecten la imagen del gobierno. Es urgente hacer un llamado a la comunidad internacional a pronunciarse ante los hechos acaecidos en El Salvador, exigiendo al Gobierno de Bukele que cumpla con los debidos procesos legales establecidos en las leyes salvadoreñas y con los tratados internacionales de los que es parte.

Es necesario alertar a las todas organizaciones internacionales para que den seguimiento y denuncien las agresiones que el gobierno de Bukele, hace contra de los Partidos Políticos, las organizaciones de la sociedad civil, que involucran una grave violación a los derechos humanos y la libertad de expresión.


Por Ronald Wilson
Foro Académico Migratorio

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