El reciente informe de CEPAL
El reciente informe acerca del impacto de la pandemia en América latina, dado a conocer este martes por la Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América latina y el Caribe (CEPAL) es simplemente demoledor. La región se enfrenta a una caída del 5,3 % del PIB para el presente año, en lo que será la peor crisis de su historia amenazando con llevar a la pobreza a 29 millones de personas. Por su parte, la extrema pobreza se incrementaría en 2,5 puntos porcentuales, pasando de 11.0 % a 13,5 %, lo que representa un incremento de 16 millones de personas. El volumen del comercio se contraerá un 6 %. El frenazo de los principales socios comerciales de la región, China y USA impactará muy rudamente las economías latinoamericanas,
la peor crisis de su historia amenazando con llevar a la pobreza a 29 millones de personas. Por su parte, la extrema pobreza se incrementaría en 2,5 puntos porcentuales, pasando de 11.0 % a 13,5 %, lo que representa un incremento de 16 millones de personas.
Tal como lo sostiene el comunicado de prensa entregado por la CEPAL, uno de los canales de transmisión de las turbulencias vendrá del exterior, a través del desplome del comercio internacional. El valor de las exportaciones latinoamericanas se reducirá un 15 %. A ello se añade la baja cotización del petróleo, frente a la disminución de la demanda y saturación de la producción y capacidad de almacenamiento, que golpeará con mayor fuerza a los países productores como México, Venezuela y en menor medida Ecuador. La disminución de las remesas (entre un 10 y un 15 %) impactará a Centro América, el Caribe, Venezuela y Ecuador, principales receptores de estas.
Este informe, cuyas proyecciones está en línea con la de otros organismos internacionales, como el FMI, genera tantas o mayores preocupaciones para diversos gobernantes que parecen temerle más al caos social que puede generar el hambre y extrema necesidad en su población que a la epidemia misma.
parecen temerle más al caos social que puede generar el hambre y extrema necesidad en su población que a la epidemia misma.
¿Una nueva normalidad?
Por estas razones, no son pocos los gobernantes que intentan restarle dramatismo a la pandemia del coronavirus, reducir al máximo las medidas de prevención y volver lo más pronto posible a “una nueva normalidad”. Una en donde se tenga que vivir con el virus y la posibilidad cierta de contagio y eventualmente la muerte.
Evidentemente los riesgos son mayores en países como Brasil, Perú o Ecuador que exhiben las más altas cifras de contagiados y fallecidos en la región. Y también en aquellos países como Venezuela, Cuba, México o Argentina, que enfrentan crisis económicas o reflejan estancamiento.
Es igualmente evidente que muchos de estos mandatarios se mueven en una verdadera cuerda floja, en su intento por retornar a una supuesta “normalidad” (o nueva normalidad), minimizando los riesgos de descontrol de la pandemia, sin considerar las advertencias de la OMS, que ha insistido en que lo peor está por venir.
la OMS, que ha insistido en que lo peor está por venir.
La estabilidad política de la región puesta a prueba
Lo que aún resta por conocer es cuál será el impacto de esta crisis multisistémica- sanitaria, económica y social- en la estabilidad política en la región. La forma como algunos gobernantes han enfrentado la crisis ha afectado fuertemente sus niveles de apoyo, al contrario de lo que sucede con aquellos que se han mostrado más proactivos y diligentes a la hora de adoptar medidas preventivas, reforzar aceleradamente los servicios de salud e implementar sólidas políticas de protección social frente a la emergencia.
El caso de Argentina no deja de ser peculiar. Pese a la crisis económica y financiera que enfrenta el país, que hoy intenta renegociar su gravosa deuda externa, el Presidente Alberto Fernández, cuya popularidad y niveles de apoyo han tendido a subir durante la crisis sanitaria, ha adoptado severas medidas de prevención sanitaria y protección social, bajo la premisa que no es la hora de fijarse en gastos sino de enfrentar la emergencia, con un nítido recado a los empresarios trasandinos “muchachos, ha llegado la hora de ganar menos”.
Las acciones de Jair Bolsonaro parecen ir a una fuerte baja, en abierto contraste con las del mandatario peruano Martín Vizcarra pese a que su país sufre un fuerte incremento en los contagios. En Ecuador la tragedia está en un límite para Lenin Moreno. Las de Maduro hace mucho tiempo que están por los suelos, al igual que las de Daniel Ortega en Nicaragua, Las acciones de mandatario cubano hace mucho tiempo que no se cotizan en bolsa y las de Sebastián Piñera muestran una modesta tendencia al alza desde su brusca caída anterior.
Las de Maduro hace mucho tiempo que están por los suelos, al igual que las de Daniel Ortega en Nicaragua, Las acciones de mandatario cubano hace mucho tiempo que no se cotizan en bolsa y las de Sebastián Piñera muestran una modesta tendencia al alza desde su brusca caída anterior.
La tentación autoritaria
Al parecer no todos los gobernantes latinoamericanos tienen idéntica posibilidad, disposición o espacios, para implementar medidas similares. Sea por la profundidad de la crisis interna que enfrentan, con sanciones internacionales como las que castigan a Cuba, Venezuela o Nicaragua, o por erradas decisiones a la hora de intentar compatibilizar las prioridades sanitarias con las sociales y económicas que hoy enfrenta el conjunto de la región.
Tal como lo ha sostenido recientemente una académica alemana, la Pandemia representa una tentación autoritaria que invita a no tan solo a reprimir, sino también a restringir fuertemente las garantías democráticas, alentando aventuras populistas, postergar indefinidamente procesos electorales, como han hecho diversos países en la región (incluso en Chile no son pocos los sectores de derecha que insinúan que no puede cumplirse el itinerario constitucional establecido), e intentar pescar a río revuelto para ganar apoyos.
Las amenazas que se ciernen hoy en día sobre la región son múltiples. Evidentemente la más urgente y relevante es la sanitaria, que muchos estiman que se prolongará por los próximos 12 a 18 meses, obligando a vivir “la nueva normalidad” a la que se ha referido Sebastián Piñera en su última cadena nacional, bajo la amenaza del coronavirus.
Lo esencial es definir adecuadamente que implica en términos sanitarios, económicos y sociales esa “nueva normalidad”. Y no todos los gobernantes tienen un mismo concepto sobre este complejo problema.
Es más que evidente que la región enfrenta no tan sólo una emergencia sanitaria sino también una amenaza económica, social y desde luego política, que pondrán a prueba la fortaleza no tan sólo de los sistemas democráticos sino también de las experiencias populistas o autoritarias, en su capacidad de responder a las demandas ciudadanas y superar los múltiples desafíos y amenazas que se extienden tanto a países desarrollados como emergentes.
Y la recuperación no será rápida, Tomará largo tiempo, traerá profundas transformaciones y no todos los regímenes serán capaces de superarlas.
Sin lugar a dudas esta pandemia marcará un antes y un después. Para peor y para mejor.
Más vale la pena imaginarlo así.