Estimado lector: ¿Cuándo a Ud. le hablan de nuestra tierra, realmente cree que no hay otra que se la iguale, aunque la busquen con vela?
Si desea confirmar o desmentir cualquier respuesta, aquí tiene algunos datos.
En el siglo XIX el filósofo danés Soren Kirkegaard (1813-1855) planteaba que el ser humano vive al interior de tres esferas de existencia que no se tocan entre sí. La vivencia en cada una de ellas impide habitar, al mismo tiempo, las otras.
La primera de estas esferas, la estética, construye una identidad cerrada sobre sí misma y su momento es el presente. Su único objetivo es conseguir el placer en sus diversas modalidades, ya sea intelectual, artístico, político o sensual. Los grandes personajes de esta esfera son Fausto[1], Don Juan y el Judío Errante. Fausto sólo se dedica a buscar la felicidad, Don Juan representa una estética moldeada desde la sensualidad, mientras el Judío Errante vaga por el mundo, sin ninguna esperanza. Para Kirkegaard, un religioso contumaz, posterior a la esfera estética se encuentran la etapa ética y finalmente la religiosa.
Cabe destacar que la idea de estas líneas no es realizar un análisis epistemológico del tema hasta aquí desplegado, sino dar una rápida visión de lo ocurrido en “la tierra de los zorzales y de los rojos copihues”. Aunque ataque nuestro ego, debemos tener en cuenta que, lo más probable es que Kierkegaard jamás haya oído hablar de Chile. Por otra parte, se informa que en las siguientes líneas sólo se hablará de la primera esfera, en términos de Kierkegard. Alguien podrá decir que esto es subjetivo y que intenta mostrar, exclusivamente, un punto de vista propio. A quien diga eso, le informo que tiene toda la razón, pues todo texto manifiesta, siempre e invariablemente, un punto de vista particular y eminentemente subjetivo.
La focalización nos apremia día a día.
El que esté libre de culpa que tire la primera piedra.
Resulta interesante y/o angustiante, observar cómo el país se sume en un “hic et nunc” (aquí y ahora) encabezado por una casta que intenta establecer el mito de la perfección, que añora los tiempos en que el chilean´s country se regía por el Diccionario Biográfico de Chile y las páginas sociales de El Mercurio, cuando se podía decir que éramos un oasis, incluso dos días antes de que estallara la revuelta social.
Una serie de acontecimientos muestran que en esta esfera nos enfrentamos con muchos chilenos de corazón, que construyen sus instantes presentes, olvidando los anclajes del pasado y la libertad del futuro.
Al hablar de Fausto, Kierkegaard se refiere a la inconsistencia de la vida no sometida a examen y dedicada a buscar el momento feliz. Su existencia, carece de la capacidad de dar un salto hacia otro ámbito superior.
Al detenernos en la búsqueda de una felicidad inmediata y en la facultad de “vender su alma al diablo con tal de lograrla” Fausto convive y va a fiestas con Carabineros, Fiscales, jóvenes ABC1, raperos, cantantes y una alcaldesa. Visita Cachagua, Antofagasta, Las Condes y Maipú, etc.
¡Que Fausto más polifuncional!
Es cierto, se puede pensar: “Total si igual nos vamos a morir, pasémoslo bien”. La anterior puede ser una alternativa válida, siempre que no afecte a terceros. Ocurre lo mismo con quien maneja en estado de ebriedad, que resuelve de manera irresponsable su incapacidad de colmar su vida.
Mientras esto ocurre, Don Juan, nos convence y autoconvence que somos los ingleses de América, una tierra que nos hace entonar todas las mañanas: “Con su cordillera blanca, puchas que es linda mi tierra” y vanagloriarnos de que en todos los hitos importantes siempre hay un chileno. Desde Cecilia Bolocco a Claudio Arrau, pasando por Gabriela Mistral, el Chino Ríos, Ramón Vinay y, por supuesto, el gordo de Lost.
Por último, el Judío Errante se caracteriza por vagar a través del mundo sin ninguna esperanza. Ha pasado por el intento de buscar el placer y la felicidad; su vida ha fracasado; funciona básicamente bajo el síndrome de la desesperación.
El estallido social unió a gente marcada por la desesperación, millones de judíos errantes llenaron las calles de Santiago y regiones. Y la mirada de todos, incluso de los mutilados por las policías, dejó una huella nefasta y un sino de amargura, ratificado el 4 de septiembre.
Los chilenos, incluso antes de la pandemia, consumíamos entre 5 y 15 remedios diarios. La salud farmacocéntrica era/es el gran negocio; mientras tanto, la salud mental se transforma sólo en una estadística y el consumo de drogas, legales e ilegales, deviene en el pan nuestro de cada día. Los efectos de este caminar vagabundo, como dice Kirkegaard, se hacen presentes en la vida diaria de la tierra de los zorzales y los rojos copihues. Existen cifras preocupantes en torno al aumento de la violencia intrafamiliar, la delincuencia, la deserción escolar, el tráfico, el consumo de drogas, etc.
Todas estas situaciones impiden la libertad del ser humano.
Un cura nos recuerda que un par de mellizos discuten en el vientre materno si hay vida después del parto. Uno aseguro que no porque les cortarán el cordón umbilical y dejarán de recibir comida. El otro asegura que sí, pues al cortarles dicho cordón tendrán libertad. Antigua discusión entre seguridad y libertad que acapara los días en un país lindo como un sol, que dejamos hecho un copihue su corazón.
Sartre nos recuerda que el hombre está condenado a ser libre. C. S. Lewis dice que el futuro es el único tiempo en que se puede ser libre.
La
dependencia de una turbia realidad inmediata obstaculiza e impide que los seres
humanos puedan diferenciar el bien del mal. Habrá que recordar que la capacidad
para diferenciar tales categorías depende del conocimiento, la responsabilidad
y la libertad. Sin estas no se puede acceder a la ética, es decir, a la segunda
esfera vital, según afirma el célebre filósofo danés.
[1] Al hablar de Fausto, según estudios del escritor y traductor Joan Solé, el filósofo danés se refiere al personaje del folklore alemán, más que al personaje de Goethe.