Cuando la agenda política y mediática está concentrada en la emergencia sanitaria, desplaza o relativiza temas muy cruciales. Como la emergencia social o la crisis económica que amenaza no tan sólo a nuestro país sino al mundo entero.
Si ya parecía complejo en tiempos “normales”, con un régimen hiper presidencialista y un gobierno que actúa como colegislador, determinando las urgencias y manteniendo la iniciativa en todas aquellas materias que impliquen gasto- como lo establece la actual constitución – el desafío opositor crece en tiempos de emergencia cuando, además, se estimula mediáticamente la unidad sobre las divisiones y la colaboración ante lo que parezca obstrucción
El desafío es mayor cuando se trata de una oposición fuertemente fragmentada y dividida. Sin consensos básicos ni diseños compartidos, con ausencia de liderazgos. Cuando no siempre se distingue lo principal de lo accesorio, como quedara en evidencia en la reciente elección de la mesa de la Cámara de Diputados.
El desafío es mayor cuando se trata de una oposición fuertemente fragmentada y dividida.
Todo ello agravado por una profunda crisis de confianza de la ciudadanía hacia el sistema político en su conjunto -incluido el gobierno, parlamento, partidos y líderes políticos – con la excepción de algunos liderazgos municipales de alcaldes.
No es nada menor la incidencia, en este escenario, de un sistema de medios de comunicación que ha contribuido poderosamente al descrédito y desprestigio de la actividad política. Un sistema medial fuertemente sesgado en favor de los grupos de poder más conservadores, ajeno a la diversidad social, ideológica y política del país.
No es nada menor la incidencia, en este escenario, de un sistema de medios de comunicación que ha contribuido poderosamente al descrédito y desprestigio de la actividad política. Un sistema medial fuertemente sesgado en favor de los grupos de poder más conservadores, ajeno a la diversidad social, ideológica y política del país.
Pero esos son, apenas, datos de la causa. La profunda crisis social que hoy vive el país, acentuada por la pandemia que sacude al planeta, interpela al conjunto de sus actores en los más diversos ámbitos
El manejo de la crisis sanitaria
Es temprano aún para evaluar la respuesta oficial la emergencia sanitaria. Si hubiera que juzgar por los resultados hasta ahora, habría que decir que la estrategia “progresiva” o dinámica asumida por el gobierno, fuertemente cuestionada por algunos alcaldes, autoridades del Colegio médico y algunos expertos, parece haber funcionado razonablemente bajo control. Si bien el país tiene un alto número de infectados (más de 10.000), la tasa de letalidad es una de las más bajas de la región.
Pero existe un amplio consenso que “lo peor está por venir”, como lo ha reafirmado la OMS, con el riesgo evidente que, tal como ha sucedido en otros países, el sistema público de salud se vea sobrepasado con un disparo de la curva de contagios en el punto más crítico de la pandemia.
El gobierno no tan sólo ha pecado de exitismo, no exento de contradicciones e improvisaciones, intentado convencer al país de que se han tomado todas las medidas para responder en los momentos más críticos de la epidemia. Con episodios tan cuestionados como la hipotética y confusa donación o adquisición de ventiladores mecánico desde China.
También ha pecado de hermetismo y falta de transparencia a la hora de fundamentar algunas de sus decisiones más controversiales, como cuarentenas selectivas que se instalan y desinstalan en algunas comunas o parte de ellas.
La resolución de decretar tempranamente la suspensión de clases en los momentos en que se decretaba una vacunación masiva contra la influenza de sectores más vulnerables (menores y adultos mayores), ha sido calificada por el polémico ministro Mañalich como “grave error”, en una abierta crítica a la decisión gubernamental, que debió responder prontamente el jefe de gabinete.
Resulta a todas luces anómalo el protagonismo de Mañalich en la crisis en desarrollo. Empoderado por Piñera, tan locuaz como confrontacional, ha recibido el fuego cruzado de influyentes alcaldes del propio oficialismo.
Resulta a todas luces anómalo el protagonismo de Mañalich en la crisis en desarrollo. Empoderado por Piñera, tan locuaz como confrontacional, ha recibido el fuego cruzado de influyentes alcaldes del propio oficialismo.
“Una nueva normalidad”
Pese a todas estas inconsistencias, contradicciones e improvisaciones del gobierno en el manejo de la crisis sanitaria, la oposición en su gran mayoría, ha tendido a mantener una política de colaboración con el gobierno y las autoridades sanitarias en el manejo de la emergencia, tal como lo ha precisado el senador José Miguel Insulza en una reciente columna de opinión, contrastando con la crítica cuestionadora del ex presidente Ricardo Lagos a la oposición.
Esos contrapuntos se manifiestan en un marco de difundidos cuestionamientos a las insuficientes medidas de protección social adoptadas por el Ejecutivo para enfrentar la emergencia, demandándose mayor transparencia en la información y cuestionando la inconsulta decisión presidencial en asuntos tan relevantes como el retorno al trabajo de los servidores públicos, la reanudación de clases, reapertura de los malls, y asumir “una nueva normalidad”, sin la necesaria gradualidad y medidas de protección precariamente explicitadas.
Esos contrapuntos se manifiestan en un marco de difundidos cuestionamientos a las insuficientes medidas de protección social adoptadas por el Ejecutivo para enfrentar la emergencia, demandándose mayor transparencia en la información y cuestionando la inconsulta decisión presidencial en asuntos tan relevantes como el retorno al trabajo de los servidores públicos, la reanudación de clases, reapertura de los malls, y asumir “una nueva normalidad”, sin la necesaria gradualidad y medidas de protección precariamente explicitadas.
Las resoluciones al respecto requieren de convincente gradualidad y debidos resguardos
Es más que evidente que, más temprano que tarde, al igual que el resto del mundo, el país deberá asumir esta polémica “nueva normalidad” a la que se refirió el presidente en su última cadena nacional. Las resoluciones al respecto requieren de convincente gradualidad y debidos resguardos, extremando las medidas de prevención y cuidado de los sectores más vulnerables, especialmente los adultos mayores y la infancia, sin descuidar a los trabajadores públicos, privados y por cuenta propia. Lo que está en juego son vidas de personas, aunque los informes oficiales las reduzcan a “lamentables” números
Lo que está en juego son vidas de personas, aunque los informes oficiales las reduzcan a “lamentables” números
Asumir el costo social de la crisis
Evidentemente lo más controversial en el manejo de la actual crisis, además de su esfuerzo por asumir lo más rápido que se pueda esa llamada “nueva normalidad” por parte del gobierno (que implica convivir con la amenaza permanente del contagio del virus) son las medidas de protección social decretadas por el Ejecutivo para resguardar el empleo, los ingresos y la subsistencia de los sectores más vulnerables de la población. Sin desatender las fuentes laborales en pequeñas y medianas empresas ni descartar el apoyo a grandes empresas que hoy ven amenazada su viabilidad futura.
Hasta el momento el gobierno ha anunciado tres paquetes fiscales, cuyo monto total no ha sido estrictamente dimensionado, que buscan reforzar el sistema público de salud, defender los empleos y los ingresos de los trabajadores, inyectando mayor liquidez al sistema financiero
Existe un extendido consenso, incluyendo a sectores del oficialismo y círculos empresariales, de que el gradual – a cuenta gotas – apoyo resuelto por Hacienda es del todo insuficiente, no tan sólo para garantizar una adecuada subsistencia de los grupos más vulnerables del país, incluida una amplia franja de sectores medios, sino también para respaldar básicamente las fuentes laborales.
Existe un extendido consenso, incluyendo a sectores del oficialismo y círculos empresariales, de que el gradual – a cuenta gotas – apoyo resuelto por Hacienda es del todo insuficiente, no tan sólo para garantizar una adecuada subsistencia de los grupos más vulnerables del país, incluida una amplia franja de sectores medios, sino también para respaldar básicamente las fuentes laborales.
Reiteradamente, diversos sectores de oposición y oficialistas han propuesto establecer una renta básica universal que garantice una subsistencia digna, durante la prolongada emergencia, para cerca del 80 % de las familias que resultarán afectadas ella.
La respuesta del gobierno fue proponer un ingreso familiar inferior al ingreso mínimo y decreciente para el 60 % de la población.
En rigor, el gobierno parece no dimensionar adecuadamente el impacto social y económico de la crisis sanitaria que enfrenta el mundo y que se proyecta con fuerza en las economías emergentes. Estimaciones del FMI y otros organismos internacionales (ver reciente informe de CEPAL), proyectan una caída de más un 5,3 % del PIB para la región y de 4.5 % para nuestro país, que inevitablemente generarán una aguda crisis social, respecto de la cual han alertado los alcaldes de diversos sectores políticos que, con creciente preocupación, constatan cotidianamente en terreno.
En rigor, el gobierno parece no dimensionar adecuadamente el impacto social y económico de la crisis sanitaria que enfrenta el mundo y que se proyecta con fuerza en las economías emergentes.
No es la hora de escatimar recursos indispensables sino todo lo contrario, como ha afirmado la directora del Banco Mundial. Chile, que mantiene el liderazgo regional en el PIB, aún mantiene reservas soberanas con capacidad de endeudamiento y posibilidades de recaudar mayores recursos, puede hacer un mayor esfuerzo para no tan solo enfrentar la emergencia sino sentar las bases para una recuperación más rápida y menor costo social.
Con toda seguridad, esta es una asignatura pendiente para el actual gobierno, atendiendo a la forma como ha enfrentado, hasta ahora, la crisis sanitaria y la emergencia social asociada a la mayor estrechez económica que se avecina.
Con toda seguridad, esta es una asignatura pendiente para el actual gobierno, atendiendo a la forma como ha enfrentado, hasta ahora, la crisis sanitaria y la emergencia social asociada a la mayor estrechez económica que se avecina.
Un futuro incierto, cargado de amenazas y desafíos
Nadie puede dimensionar aún el impacto económico y social que tendrá la crisis sanitaria a nivel global, regional o nacional, aunque es evidente que el mundo ha entrado en una profunda recesión, con sensibles bajas del PIB en países desarrollados y con mayor razón en las economías emergentes, Los principales socios comerciales – América latina, China y EE.UU – han sufrido este impacto que inevitablemente se replicará con fuerza en toda la región.
Asimismo, es más que complejo predecir la velocidad de la recuperación, que puede ser bastante más larga y laboriosa de lo que predicen los más optimistas.
Al igual de lo que sucede en todo el mundo, Chile emergerá más empobrecido y endeudo de la crisis, con enormes desafíos y muchas incertidumbres. Y con un gran costo social que, al igual que crisis anteriores, mayoritariamente recaerá en los sectores más vulnerables del país.
Así entonces, junto con la emergencia sanitaria, el esfuerzo actual debe considerar paliar ese costo. Y compartirlo solidariamente. Un desafío mayor para el sistema político, tanto el gobierno como la oposición. No tan sólo la nueva Constitución debe escribirse en una hoja en blanco, También el nuevo orden económico y social que deberá emerger de la inédita crisis.
No tan sólo la nueva Constitución debe escribirse en una hoja en blanco, También el nuevo orden económico y social que deberá emerger de la inédita crisis.