Páginas Marcadas de Antonio Ostornol. El fracaso del miedo o la resistencia a aceptar el cambio.

por La Nueva Mirada

Y, como dijo el Presidente Electo, “la esperanza le ganó al miedo”. Pero de qué miedo estamos hablando y de quién es el miedo. Son las preguntas que se abren después de saborear una jornada electoral extraordinaria.

Hace una semana, ad portas de las elecciones, me preguntaba qué buscaba la derecha al instalar una campaña donde la estrategia del miedo era su columna vertebral.  Mi respuesta tentativa fue que le tenía miedo a “la posibilidad de perder el veto que desde hace décadas ejerce sobre la sociedad chilena, a tener que vivir en el diálogo y la negociación en igualdad de condiciones”, y agregaba que esa derecha “que tiene nostalgia de Pinochet y el mundo conservador y oprimido en que nos movimos durante los años de la dictadura, tiene miedo de perder sus privilegios”. Ahora conocemos el desenlace y, más allá de la razonable especulación en torno a las similitudes entre el comportamiento de la ciudadanía para el plebiscito del 88 y los resultados de la actual votación, vale la pena preguntarnos cuál fue la respuesta de Chile a la emoción propuesta por la campaña de la derecha, oponiendo el miedo al futuro a la esperanza de los cambios posibles. Si este hubiese sido el cuento infantil del lobo feroz, debiéramos admitir que resultó un completo fracaso.

Y, a riesgo de mirar apenas solo un aspecto del problema, me parece que el gran error de la derecha fue no considerar que, en condiciones normalmente democráticas, a la ciudadanía no se le puede tratar como si fuera imberbe. Treinta años de construcción democrática, de empoderamiento ciudadano, de ampliación evidente de las libertades individuales, de conquista de derechos que habían sido negados a sangre y fuego durante 17 años, no pasaron en vano. Cuando el mensaje principal de la campaña de la derecha nos quiso situar en un escenario dicotómico, donde debíamos decidir entre comunismo y democracia, o comunismo y libertad, repitiendo tanto en el fondo como en la forma el mismo sentido con el cual se trató de preservar el legado de la dictadura en el plebiscito del 88, la realidad se impuso: en las últimas décadas, en que Chile fue gobernado principalmente por el mundo progresista, incluyendo al Partido Comunista, no hubo riesgo ni de perder la libertad individual ni la democracia. Más bien sucedió todo lo contrario: Chile evolucionó hacia una sociedad más abierta y tolerante, se legisló para reconocer derechos a las mujeres y defenderlas de los agravios asociados a una sociedad profundamente patriarcal, se fueron modificando las leyes electorales para terminar con el sistema binominal y permitir, por ejemplo, la irrupción del Frente Amplio en el parlamento nacional. En educación no solo se amplió el acceso a la enseñanza superior, sino que se puso fin al lucro y se inició el proceso de desmunicipalización. Se crearon las condiciones para que la democracia se expresara más plenamente a través de los medios de comunicación y las redes. Entonces, pretender que con los mismos actores que han estado presente en los últimos años se iba a poner en riesgo nuestra democracia, era un argumento rancio, falaz y difícil de creer. El resultado: una derrota electoral categórica.

¿En qué se equivocó, entonces, la derecha? Escuché al senador Ossandón en una entrevista de televisión (CNN) y, analizando el desempeño de su sector y sus proyecciones, dijo algo que me hizo pleno sentido. Según él, hay una parte de la derecha a la que le cuesta aceptar que «el país requiere cambios”. Me parece que da en el clavo. Chile cambió, ya no es el mismo de hace treinta años. Y ese cambio es principalmente de tipo cultural. En una entrevista en el diario The Clinic (20 diciembre), el historiador Alfredo Riquelme señaló: “la mayoría votó por el cambio profundo que ha propuesto Gabriel Boric y, a la vez, por la defensa de los derechos recuperados y las libertades alcanzadas durante 30 años, frente a la amenaza que representaba la alternativa de la ultraderecha”. Hay dos constataciones fundamentales: la primera, coincidiendo con la mirada de Ossandón y algún sector de la derecha (tal vez más importante de lo que creemos) que estuvo tras la candidatura de Kast a contrapelo, es que el modelo de desarrollo económico en Chile estaba haciendo agua (y no solo en Chile, sino que en el mundo entero) y es necesario transformar aspectos claves del mismo: debe ser más equitativo, más justo y más digno; y la segunda, es que las conquistas democráticas de las últimas décadas no se van a lanzar por la borda.

La lectura de este cambio cultural es un desafío no solo para la derecha, sino que también para la izquierda y la centroizquierda. Lo es porque su lectura no es evidente y, aunque en los titulares suenen categóricas (“La esperanza venció al miedo”), los contenidos posibles de esa esperanza no son unívocos. La perspectiva enunciada por el Presidente Electo, en relación a que no se claudicará en los cambios, pero se avanzará “peldaño a peldaño”, habla de prudencia y, tal vez, cierta sabiduría histórica que podríamos resumir en ese viejo dicho de que “no por mucho madrugar amanece más temprano”. Ya aprendimos, espero, que una transformación radical, sin una mayoría clara, podría llevarnos a escenarios sin salida. Como escribió un amigo de toda la vida, Cristóbal Ferraro, compartiendo su alegría por el triunfo de Boric: “a nuestro país la única manera de cambiarlo es que lo cambie todo el país, que lo cambiemos todos. Allende en 1970 ganó sólo con un tercio de los votos, por lo que era una tarea titánica lograr hacer cambios profundos, y aunque alcanzó en una elección parlamentaria un 51%, siempre tuvo en la oposición a la mitad del país. Y todos sabemos cómo terminó.  Después de años de pesadilla, se logró en 1988 con el triunfo del No recuperar la democracia, pero no podemos olvidar que el SI alcanzó el 44% de los votos, los mismos que el domingo logró Kast. Quizás la elección más reñida fue la de Lagos vs. Lavín, donde el ex alcalde de Las Condes, aun perdiendo, tuvo una votación del 48,7%. También recordar que, años después, Michelle Bachelet en enero del 2006 logró superar a S. Piñera, pero que el candidato de derecha logró reunir un 46% de las preferencias. Y así suma y sigue.  Podría seguir con otros ejemplos, pero son todos similares y con esos basta”.

Por lo tanto, sin olvidar ese otro dicho que asegura que “a quien madruga, dios lo ayuda”, debemos tener conciencia de que se vienen tiempos donde habrá que madrugar para hacer avanzar los cambios, pero habrá que hacerlo con todos –incluso aquellos- y, por lo tanto, no podremos asegurar que amanezca más temprano. Esta ecuación, me parece, resume el desafío para Gabriel Boric, presidente de Chile.

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