“Para leer El Príncipe”

por La Nueva Mirada

José Antonio Viera-Gallo se planteó un desafío mayor al escribir un documentado y, por cierto, atractivo libro en los tiempos de incertidumbre que vive el planeta. Los once capítulos de “Para leer El Príncipe” dan cuenta de la pertinencia de poner la atención en la magna obra de Maquiavelo pasados los cinco siglos de su vital escritura, abordando interrogantes más que relevantes y mayores para el sentido de la vida en sociedad en los inicios de la tercera década del siglo XXI.

Los primeros capítulos esenciales del libro configuran una suficiente provocación para abordarlo desde la interrogante básica resaltada en “Un momento maquiaveliano” hasta el sugerente y final titulado “No hay elogio suficiente”.

¿Por qué leer hoy El Príncipe de Maquiavelo? ¿Cómo hacerlo?

El nombre de su autor es usado a destajo, sin conocer su obra, como adjetivo para denostar al adversario político con el epíteto de “maquiavélico”, culpándolo de actuar sin escrúpulos, no mantener la palabra empeñada y ambicionar el poder en su propio beneficio. Sin embargo, en 2013, cuando se cumplieron 500 años de la redacción de El Príncipe, la atención se volvió sobre su autor y la vigencia del libro.

500 años de la redacción de El Príncipe, la atención se volvió sobre su autor y la vigencia del libro.

Tal vez por eso cuando Alejandro Kandora de Editorial Tajamar me propuso hacer una nueva traducción de El Príncipe, no me sorprendí ni lo dudé. Maquiavelo siempre me pareció un pensador sugerente, desafiante y actual. Maquiavelo fue el testigo y el observador más agudo de los acontecimientos que dieron origen a la modernidad[1].

Parto poniendo en guardia al lector: no soy un traductor de oficio, ni tampoco un experto en Maquiavelo o en el período histórico que le tocó vivir. No pretendo establecer una nueva interpretación de El Príncipe, sino tan sólo rescatar a Maquiavelo de los debates académicos y volverlo a poner en circulación. Me aproximo desde mi propia experiencia política, marcada en especial por los acontecimientos de Chile desde la década de los 70 y los 10 años de exilio vividos en Italia.  Su huella ha dejado varias certezas y algunas heridas que no terminan de cicatrizar. Al volver la mirada hacia El Príncipe lo hago animado por un propósito de búsqueda. Su lectura puede incentivar la reflexión y servir para identificar mejor los desafíos políticos de nuestro tiempo, y despertar la voluntad de enfrentarlos.

rescatar a Maquiavelo de los debates académicos y volverlo a poner en circulación.

No pretendo en esta introducción más que ilustrar al lector sobre el contexto de El Príncipe, entregando algunos datos biográficos del autor y de la situación que vivía Florencia e Italia a finales del siglo XV e inicios del XVI, una época convulsionada en que emerge y se difunde otra perspectiva del mundo y de la vida: nace el humanismo cívico renacentista. Esa nueva visión abrió las puertas de la modernidad hasta nuestros días.

Esa nueva visión abrió las puertas de la modernidad hasta nuestros días.

Un momento “maquiaveliano”

 No faltan argumentos para sostener que vivimos un momento “maquiveliano”, es decir, una transición de época atravesada por interrogantes sobre la forma en que los ciudadanos piensan su participación en la política[2]. En una etapa especialmente compleja, cuesta desentrañar el significado de los procesos políticos, cuando los esquemas ideológicos nacidos en los siglos XVIII y XIX han mostrado su precariedad y tantas ilusiones se han revelado efímeras o equivocadas: para muchos la política ha dejado de ser una preocupación importante y algunos dirigen su mirada ansiosa y desencantada hacia el mercado, mientras otros plantean su insatisfacción sin un objetivo definido o sueñan con mundos imaginarios.

Abunda la literatura sobre los desafíos que hoy asechan a la democracia y a la política[3]. En muchos países hay involuciones autoritarias. Resurgen diversas formas de populismo poniendo en jaque las instituciones republicanas.  Los principales problemas son globales y ningún Estado por si solo está en condiciones de resolverlos. Cruje la arquitectura mundial surgida de la Segunda Guerra y la globalización desborda las organizaciones multilaterales. Todavía las grandes potencias actúan muchas veces al margen del derecho internacional.

Cruje la arquitectura mundial surgida de la Segunda Guerra y la globalización desborda las organizaciones multilaterales. Todavía las grandes potencias actúan muchas veces al margen del derecho internacional.

         A ello se suma la coexistencia del pensamiento racional con la subsistencia de mentalidades tradicionales fundadas en identidades básicas enraizadas en la historia, las religiones y las costumbres. La imbricación de las diversas civilizaciones en un solo espacio común y los flujos migratorios masivos han acentuado la conciencia que compartimos todos un mismo mundo.  Se han reducido las dimensiones del espacio y del tiempo: todo transcurre como si fuera cercano y simultáneo Algunos advierten que la civilización está en riesgo[4]. O tal vez lo que llamamos “occidente”.

         En ese cuadro América Latina aparece todavía dispersa, sin una voz única en el nuevo contexto internacional, lejos del sueño de los libertadores, como la Italia renacentista en que vivió y pensó Maquiavelo. Sus democracias se han visto sacudidas por escándalos de corrupción y debilitadas por un progreso que se ha vuelto más lento frustrando las expectativas de la población, en especial de quienes han superado recientemente la pobreza y temen regresar a ella. El horizonte del desarrollo se ha vuelto a alejar.

El horizonte del desarrollo se ha vuelto a alejar.

Se difunde un malestar y la impaciencia se apodera de los ánimos. En estas circunstancias, cada vez se ha vuelto más difícil gobernar, incluso en los regímenes autoritarios. Los ciudadanos son más exigentes y el principio de representación muestra sus limitaciones.

Se difunde un malestar y la impaciencia se apodera de los ánimos.

Escribo esta introducción en medio de la crisis social que sacude a Chile. No se trata de un caso aislado. En otras latitudes ocurre otro tanto. Desde la recesión internacional del 2008, las manifestaciones masivas de protesta, especialmente de jóvenes, se han multiplicado. En Chile este fuerte movimiento popular marca un hito. No sabemos cómo concluirá. Pero si podemos afirmar que muchas cosas cambiarán de ahora en adelante.

¿Cómo no traer a colación a Maquiavelo cuando afirma que toda sociedad está atravesada por la tendencia de los poderosos a abusar de su autoridad y la del pueblo a defender sus derechos y libertades? De cómo se resuelva ese conflicto depende, según el florentino, la suerte de la sociedad.

¿Cómo no traer a colación a Maquiavelo cuando afirma que toda sociedad está atravesada por la tendencia de los poderosos a abusar de su autoridad y la del pueblo a defender sus derechos y libertades?

No faltan entonces motivos para acercarse a Maquiavelo, quien reflexionó y escribió entre los siglos XV y XVI en plena ebullición del Renacimiento. Su pensamiento entrega instrumentos para comprender mejor la política tal cual es, una vez rasgado el velo del templo que suele cubrirla[5].  Así como él intuyó que estaba naciendo un nuevo mundo que los historiadores han calificado como “moderno”, así también nosotros nos asomamos atónitos a un nuevo escenario. 

Así como él intuyó que estaba naciendo un nuevo mundo que los historiadores han calificado como “moderno”, así también nosotros nos asomamos atónitos a un nuevo escenario. 

Maquiavelo ha vuelto al primer plano.  Su enfoque descarnado, su actitud lúcida e irónica, su astucia para plantear las ideas y su sentido de la política nos vuelven a interpelar.

Un autor desconcertante

           ¿Cómo acercarse a El Príncipe hoy? No hay otro método que hacerlo con mente abierta y espíritu crítico, aquilatando sus afirmaciones y raciocinios, expresados en un lenguaje sugerente y apretado, que da forma a un pensar ligero y directo[6]. Maquiavelo sigue siendo un autor incómodo y provocador. Hay que superar el “mito Maquiavelo”, su nombre como estereotipo[7]. El maquiavelismo no sólo es una simplificación, sino una falsificación interesada.

El Príncipe esun libro sorprendente, casi insólito. Aun el lector más desprevenido no dejará de interrogarse sobre el autor y el significado de su obra, y las circunstancias en que lo escribió. No es un tratado sistemático, sino un escrito que en parte es un análisis de los mecanismos del poder y la acción política y en parte un manifiesto para provocar una reacción frente a la crisis que vivía Italia; pero donde además su autor desliza consideraciones sobre la condición humana, la sociedad y la historia.

No cabe duda. El Príncipesigue siendo una novedad. Algo inesperado se destapa ante nuestros ojos al recorrer sus páginas: nos introducimos en los vericuetos del poder en el Renacimiento, con sus luces y sus sombras, que evocan lo que actualmente ocurre en los espacios donde reside el gobierno, aunque se haya transformado y dispersado. Como toda novedad, produce desconcierto y hasta sensación de peligro al enterarnos de algo que tal vez hubiéramos preferido ignorar o imaginar diferente. Maquiavelo en los Discursos nos advierte: “Todo descubrimiento es tan peligroso para el autor como para el navegante la búsqueda de aguas y tierras desconocidas; no obstante, estoy determinado a abrir una nueva vía, por la que sin duda valdrá la pena marchar”.

“Todo descubrimiento es tan peligroso para el autor como para el navegante la búsqueda de aguas y tierras desconocidas; no obstante, estoy determinado a abrir una nueva vía, por la que sin duda valdrá la pena marchar”.

         Maquiavelo termina con las representaciones interesadas que cubren con oropeles y teorías, pompas y justificaciones filosóficas o religiosas el uso del poder, o sea, la forma en que las sociedades son conducidas y el papel que les cabe a los gobernantes y a los pueblos. También se diluyen las propuestas de sociedades perfectas, que comúnmente llamamos utópicas. De ahora en adelante pisaremos la dura e inescapable realidad. Pero no desaparecerá la esperanza.

        De ahora en adelante pisaremos la dura e inescapable realidad. Pero no desaparecerá la esperanza.

         En su poema El Asino de oro Maquiavelo alude a la necesidad de adaptarse a las nuevas circunstancias políticas. El protagonista, un joven impetuoso que corre y tropieza cayendo en un lugar oscuro (alude a la prisión que sufrió Maquiavelo) hasta que la reina Circe le recomienda que mientras el Cielo y los tiempos estén en contra de su ciudad, debe transformarse en miembro de la manada animal para no correr riesgo, y lo convierte en asno. Cambia su apariencia externa y su voz, pero no sus convicciones y esperanza. Así camuflado podrá expresar abierta o veladamente sus ideas recurriendo al arte de la simulación.

         En su poema El Asino de oro Maquiavelo alude a la necesidad de adaptarse a las nuevas circunstancias políticas.

El Príncipe es una obra maestra de ironía, ambigüedad, admonición política, sarcasmo, descripción descarnada de la realidad y esperanza en tiempos mejores.

El Príncipe es una obra maestra de ironía, ambigüedad, admonición política, sarcasmo, descripción descarnada de la realidad y esperanza en tiempos mejores.


[1] Giuliano Procacci, Presentación del volumen sobre el Renacimiento de la Cambridge University Press a los lectores italianos Ed. Garzanti, Italia 1967 vol.1 pg. XXXV

[2] John Pocock, The Machiavelian Moment: Florentine Political Thougnt and the Atlantic. Princeton University Press 1975. En períodos de crisis, los conceptos fundamentales del pensameinto de Maquiavelo pueden ayudar para entender sus causas, eventuales desarollos y como influir en su desenlace. 

[3] Astra Taylor, Democracy nay not exist, but we´ll miss it when it s gone, Netropolitan Books USA 2018; y Steven Levitsky y Dabniel Ziblatt, ¿Cómo mueren las democracias?. Ed. Ariel 2015

[4] Amin Maalouf, El naufragio de la civilización, Editions Grasset & Fosquelle 2019

[5] Pablo Simón, El Príncipe moderno: democracia, política y poder. Penguim Random House España 2018

[6] Jorge García López, El Príncipe, de Maquiavelo y de Carlos E. Miransda y Luis Oro, Para leer el Príncipe.  Univ ersidad finis Terrae, Ed. Ril 2001.

[7] Claude Lefort ha hecho un exhaustivo análisis del surgimiento y uso del concepto maquiaveloismo en la cultura moderna, en su obra Maquiavelo de Editorial Trotta 2010, Madrid. 

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