Tras un mes y medio de la elección presidencial y luego de rechazar múltiples denuncias presentadas por Keiko Fujimori, el Tribunal electoral proclamó presidente electo a Pedro Castillo, el profesor rural que se impuso en segunda vuelta por una diferencia de 44,263 votos.
Una verdadera catástrofe para Keiko, que además de perder por tercera vez un balotaje debe enfrentar el proceso judicial por financiamiento ilegal, delito por el cual el fiscal solicita una pena de 30 años y 10 meses.
Un delito que involucra también a su esposo, que arriesga una pena superior a los 320 años de presidio, así como a sus principales colaboradores, involucrados en la trama de corrupción, con lo cual el fujimorismo queda virtualmente descabezado y arriesga su disolución.
Pedro Castillo asume una presidencia en esencia arriesgada. Todos los últimos mandatarios peruanos están siendo procesados. Alberto Fujimori se encuentra en prisión y con la derrota de su hija se disipan sus ultimas esperanzas de indulto, como había prometido Keiko durante la reciente campaña, Martin Viscarra acaba de ser inhabilitado para ocupar cargos públicos, Alan García se suicido y Alejandro Toledo continúa prófugo de la justicia.
¿Cuánto durará en el cargo Pedro Castillo? En el último quinquenio Perú ha conocido cuatro presidentes. No es un detalle que el flamante mandatario encabece un gobierno sin mayoría parlamentaria. Su partido, Perú Libre, cuenta con tan solo 37 de los 130 parlamentarios, en tanto que el fujimorismo tiene 24. En su mayoría el parlamento unicameral es dominado por partidos de derecha o centro derecha que apoyaron a Keiko Fujimori en la segunda vuelta.
Cuidarse de los amigos
Ciertamente Castillo, que asume el próximo 28 de julio, enfrenta un desafío mayor. Sobre todo, si aspira cumplir a la letra el programa de gobierno ofrecido durante la campaña. En especial, la idea de convocar a una Asamblea constituyente para redactar una nueva constitución, para lo cual no cuenta con una mayoría parlamentaria.
Será muy relevante conocer el gabinete con que Castillo inaugure su administración. Uno que aspirará ampliar sus bases de apoyo, con la presencia de un sólido equipo político técnico – ha señalado el interés de colaborar de grupos de independientes – que aporte sustancia y peso a un gabinete que trascienda las fronteras de la izquierda que lo apoyó inicialmente.
En el complejo contexto político peruano el flamante mandatario también deberá cuidarse de quienes han aparecido como aliados para gobernar. Vale mencionar al controvertido líder de su partido, Vladimir Cerrón, ex gobernador de Junín, que enfrenta numerosos procesos judiciales por presuntos hechos de corrupción y negociación incompatible, a los que se suman denuncias por supuesto financiamiento ilegal de la campaña de Castillo.
Pedro Castillo intenta una prudente distancia, mientras Cerrón insiste en buscar protagonismo, tal como lo hiciera en el transcurso de la campana.
Los desafíos no son menores
El nuevo mandatario es algo más que una sorpresa, con escasa experiencia en el juego político tradicional. Viene del Perú profundo, del VRAEM, apoyado principalmente por los pueblos amazónicos, andinos, y los desheredados de la tierra. Su trayectoria es fundamentalmente en el terreno sindical, como dirigente del magisterio. Ya es consciente que el juego de los poderes fácticos ha marcado la suerte de quienes le han precedido en el cargo más relevante del país. Especialmente el gran empresariado y los medios de comunicación. Sin olvidar las FF.AA., que han jugado un rol gravitante en la política peruana.
Perú arrastra una larga crisis política, social y moral. Como en muchos países de la región, la corrupción es sistémica, involucrando transversalmente a protagonistas políticos y empresariales. La pandemia ha golpeado duramente a Perú, con fuerte impacto en el terreno social, acentuando los niveles de pobreza y extrema pobreza, la pérdida de empleos y el fantasma del hambre.
Pero Perú no es un país pobre, sino todo lo contrario. Con enormes recursos naturales y un gran potencial. Vaya novedad, están muy mal distribuidos. Al celebrar su proclamación como presidente electo, Pedro Castillo anunció que el país iniciaba una nueva etapa de su historia, llamando a todos los sectores de la sociedad, en este año del bicentenario, a construir un Perú inclusivo, justo, libre y sin discriminaciones. Bellas palabras y buenos propósitos que marcan un gran desafío, plagado de escollos mayores.
Se sostiene que las campañas electorales se hacen en poesía, pero se gobierna en prosa. Pedro Castillo como presidente, deberá determinar qué parte de su programa de gobierno es viable de realizar y cuánto deberá modificar. Hay asuntos que el nuevo mandatario ha descrito como irrenunciables. Como el de una nueva Constitución, que reemplace a la instalada durante el gobierno de Alberto Fujimori. En materia económica puede haber mayor flexibilidad. Y es de esperar que el nuevo mandatario no cumpla su amenaza de expulsar a los miles de inmigrantes ilegales, como prometiera durante la campaña.
Aún falta conocer sus prioridades específicas en materia de política exterior. La alicaída alianza bolivariana con los pueblos (ALBA), que integran Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia, más algunos países caribeños, han saludado con alborozo la proclamación de Pedro Castillo y aún persiste la interrogante si el nuevo gobierno se integrará a este bloque, lo que generaría fuertes tensiones internas en el país. Ciertamente importa, más allá de las palabras de buena crianza, la definición de sus relaciones con Chile en el contexto regional.
Sin lugar a dudas el triunfo de Pedro Castillo en Perú está acorde con los vientos de cambios que hoy soplan en nuestra región. Responde al clamor de una mayoría ciudadana por transformaciones estructurales para construir un orden mas justo e inclusivo, que deje atrás el neoliberalismo que se impuso por la fuerza, que las derechas han defendido con tenacidad y que hasta ahora los sectores identificados con el progresismo no han sabido o podido cambiar.
No es un desafío menor. No tan solo porque hiere profundos intereses sino también porque tiene una lógica, perversa, pero lógica al fin. Y no es cosa de reemplazo y simple cambio, teniendo a la vista el empobrecimiento y desabastecimiento económico asociado en algunas experiencias del continente al autoritarismo y corrupción que castigan a la mayoría de la población y sus aspiraciones democráticas históricas como ocurre en Venezuela y Nicaragua. Cuba exige consideraciones singulares asociadas al histórico bloqueo norteamericano
Lo auspicioso es que, finalmente, Pedro Castillo asumirá el poder el próximo 28 de julio, el día del bicentenario en Perú. Su presidencia alienta una gran esperanza para su pueblo, especialmente para los más desposeídos en una región que mayoritariamente demanda cambios y trasformaciones estructurales para construir sociedades mas justas e inclusivas. Con crecimiento económico, respeto al medio ambiente. Con igualdad de género, paz social y democracia.
No son desafíos menores.