Llueve en la ciudad. Las cloacas y alcantarillas están tapadas por los muertos y mascarillas. La economía por sobre la vida. Según Byun -Chul Han, hoy impera la “algofobia”. “Un miedo generalizado al sufrimiento” y una tolerancia al dolor cada vez más baja. En medio de una “anestesia permanente”, se buscaría en todos los ámbitos de la existencia, “evitar todo estado doloroso negativo)” a través de medidas sólo “paliativas”.
En medio de una errática política de salud pandémica, (lo único consistente es la lenta vacunación), tenemos un ministro con falta de coraje. En un arranque de honestidad (por lo menos), reconoce “el aumento de los contagios y el número de muertos”, y declara que las medidas locales y regionales de contención pandémica, las toma directamente el presidente sin considerar la opinión salubrista en una mesa social imaginaria. Los criterios son fundamentalmente económicos y políticos. Al guardar un silencio timorato, el ministro se hace corresponsable de los lamentables efectos de las decisiones. De la anestesia como política paliativa. Frente a esta penosa realidad, el COLMED renuncia a la mesa “social” virtual.
Se abren los dispositivos neoliberales y biopolíticos de felicidad. Sean libres. Más bien, crean que son libres en medio de una enfermiza autoexigencia competitiva. Desde el permiso de contagio vacacional, al pase de movilidad viral. De la apertura de los malles al “es preferible que vayan a Fantasilandia”. Pan y circo. Perdón, pan, consumo, virus y circo. ¡Debes ser Feliz ¡Tú puedes! Que nada negativo (o doloroso) impida tu bienestar. Es tú obligación y deber. “Si sufres, es tu fracaso”. No el de políticas y decisiones erradas del gobierno. Abundante anestesia para que no sientan a las personas muertas, la saturación de las UCIS y a los contagios, o sea, que no se viva una realidad inmensamente negativa y dolorosa. ¡Viva lo positivo! Viva la “positividad vital” indolora.
Pero el filósofo, con su agudeza y lucidez habitual, nos advierte que los “dispositivos de felicidad aíslan a los hombres y conducen a una despolitización de la sociedad y a una pérdida de la solidaridad”. Cada uno debe preocuparse de su felicidad como algo privado.
Baste ver, -como dijo un amigo periodista-, que en las noches están desbordados por igual las UCIs y los barrios nocturnos. Se hace filas por igual para las mesas y las camas. No hay diferencias entre esas dos esperas. Se perdió la capacidad de asombro.
En el ámbito político, continua el esfuerzo de las fuerzas que intentan detener y perturbar el desarrollo de la soberanía históricas y adaptativa del pueblo ciudadano, a través de las tradicionales medidas paliativas de la necesidad del “diálogo y la unidad”. A través de intentos y esfuerzos de los medios y partidos hegemónicos (donde el canal “de todos los chilenos” es una caja de resonancias del gobierno), y de otras instituciones tradicionales, como el de la U. de Chile y la U. Católica, al convocar a las personas constituyentes a una especie de pre- convención digital por un ZOOM que se adivina anestésico paliativo.
Por su parte, Gabriel Salazar, nos recuerda que el proceso constitucional no se rige por la lógica cotidiana convencional de la política electoral y de conflicto oposición- gobierno, “si no por parámetros y procesos históricos profundos de mediano y largo plazo”. Allí, el conflicto es ciudadano-soberanía de un lado; y derecho constitucional y clase política por el otro”.
Las fuerzas dinámicas reales de este poderosos e irreversible proceso de cambios son el 80/20 (como parte del 18 de octubre y las manifestaciones), el descrédito y rechazo de los partidos políticos que mueren, la importancia de los independientes, la violencia en la Araucanía, la transformación de la democracia con nuevas formas de participación y representación, y la necesaria superación del modelo de mercado neoliberal.
Volviendo a la “algofobia” socio política y a sus efectos en nuestra realidad turbulenta, el filósofo nos advierte: “Cada vez se deja menos margen a los conflictos y a las controversias que podrían provocar dolorosas confrontaciones. Aumentan (ahora más que nunca) las presiones para acatar acuerdos y establecer consensos”.
De esta manera la vieja y moribunda política, intenta (para sobrevivir), acomodarse de forma desesperada en un “difuso centro”, en una zona “paliativa” que destruye la vitalidad.
No debe caerse en esta trampa de los grupos hegemónicos políticos y económicos y de sus esfuerzos por mantener un poder que se les escapa.
Es necesario discutir y luchar pacíficamente, alcanzando mejores argumentos con una mirada ética, para no ceder a la presión de un sistema moribundo que intenta sobrevivir a través de cualquier medio.
Una (¿post?) democracia paliativa, nos arrojará al vacío.
Estamos en medio de una “política agónica”, donde no debiéramos “rehuir las (negativas) confrontaciones dolorosas”.
De lo contrario, podemos quedar detenidos en un punto muerto constitucional y político eleccionario, y quizá de esta manera posibilitar que cristalice una dinámica histórica revolucionaria ojalá pacífica- pero con alto riesgo de una violencia explícita-. Hay quienes opinan que esta revolución (y yo también), ya está desde hace tiempo en movimiento.
Y “el pueblo (ciudadano), ¿ “deberá ( nuevamente), recurrir a la lucha callejera”?