Podría ser tildado de utopismo. Pero; ¿Alguien pensó que iba a haber una Asamblea Constituyente formada por tanta gente joven y con tanto pensamiento y también trayectoria, que sin pecar podemos tildar de «izquierdas»? Nadie, por cierto. Yo tampoco. ¿Quién iba a pensar que la Machi Francisca iba a estar entre los constituyentes? Yo, tampoco.
Me parece maravilloso, simplemente algo así como la culminación de años y años de movimientos de reivindicación étnica y prédicas anti raciales. ¿Y la paridad? Tampoco lo habríamos siquiera imaginado. Por tanto, es un buen momento para poner en la mesa ideas viejas pero nuevas. Las utopías se asoman a la mesa de debates.
No son aún muchas las ideas sencillas y novedosas que surgen en las cuestiones a debatir de la nueva Constitución. Por cierto, existen asuntos complejos que ya están colocados: el agua, las pensiones, el papel del Estado-si es o no subsidiario- las relaciones entre el Ejecutivo y el Parlamento y por cierto los Pueblos Indígenas, en fin…ya se sabe buena parte de la agenda. Pero podemos agregar puntos. Lo creo necesario.
Hace ya mucho tiempo que en nuestro país se desarrolla un movimiento «agroecológico«, que con distintos nombres tiene por objetivo, a) apoyar y priorizar la producción alimenticia sana y limpia, b) fomentar fuertemente la producción campesina o de pequeños y medianos agricultores, c) establecer cadenas cortas, esto es, que la alimentación sea generada localmente, d) que sea la base de la «seguridad alimentaria» del país e) darle vida productiva a los pueblos y pequeños centros urbano – rurales. Hay cientos de organizaciones que trabajan en esta línea. Hicimos un «Manifiesto» hace meses (Publicado por la Mirada Semanal) que fue firmado por casi 700 organizaciones del país.
Veamos algunos asuntos. La idea de «globalización» que fue tan central en el período anterior a esta crisis económico/pandémica, está haciendo agua. Cuando uno escucha a los grandes intelectuales acerca de qué ocurrirá después de la pandemia del Covid dicen , todas y todos, que la idea misma de globalización se acabó. Que las economías se van a refugiar mucho más en su interior, en sus propias fuerzas, que va a haber un cuidado muy grande en aperturas sin límites – tratados de libre comercio leoninos- como ha ocurrido hasta hoy. Y uno de los puntos centrales es la alimentación.
El Ministro de Agricultura hace unos meses respondió frente a la falta de «Lentejas» en el mercado, que no nos preocupáramos ya «que venía un barco desde Canadá». En lo personal me pareció brutal la respuesta. Principalmente porque los campesinos productores de comunas como Florida en el Bio Bio o Carahue en la Araucanía, grandes productores de excelentes lentejas que no tienen precios y han tenido que dejar casi completamente su producción con las consecuencias de pobreza y enojo. Lo mismo ocurre con los criollos porotos, fuente de alimentación durante siglos de este «sufrido pueblo». El concepto globalizado de «seguridad alimentaria» hace agua. No basta tener dinero para comprar a cualquier país del mundo. Seguridad y auto producción, autosuficiencia, etc…van de la mano hoy por hoy.
Si a esto agregamos los subsidios que existen en Canadá y países llamados desarrollados estamos lucidos. Ciertamente sale más barato a veces comprar leche en polvo a la comunidad europea o trigo a países que tienen excedentes enormes y que los Estados para salvar de la quiebra a sus agricultores subsidian de manera generosa.[1] No sé bien el modo cómo los constituyentes podrán señalar este asunto, pero me parece de la más alta relevancia.
Ligado con ello está la permanente amenaza de los monopolios y poderes compradores concentrados en el manejo de las producciones y en el aniquilamiento de la producción campesina. Un ejemplo. Cuando se hicieron los Tratados de Libre Comercio, en particular con Estados Unidos, y Canadá, se estableció una cuota de exportaciones/importaciones de cerdos, por lo general faenados. Me tocó conversar con uno de los negociadores, que me señalaba que se abría la posibilidad de que miles de pequeños productores criaran sus cerdos, los vendieran a faenadoras/exportadoras. Se pensaba que fuese una fuente de fomento productivo importante expandido por toda la geografía del país. La idea era excelente. Obviamente que no funcionó ya que una sola empresa, Super cerdo, instaló una afamada faena en Freirina en que tenía más cerdos que todos los posibles de criar por todas y todos los campesinos de este largo país. Toda la negociación del Tratado de Libre Comercio se lo apropió un solo empresario que luego se arrepintió ya que tuvo que desarmar su chancha industria. Lo mismo ha pasado con los pollos que son «armados en Chile», ya que todo lo que allí se produce es proveniente del extranjero. Los lectores avisados pueden seguir con los ejemplos.
El movimiento agroecológico plantea las «cadenas cortas». ¿Qué significa?- Muy simple. Que la distancia entre los productores y los consumidores sea lo más directa posible; distancia física, por cierto, pero también distancia cultural, económico social, etc…La importancia de las «Ferias libres» se ha hecho evidente en esta pandemia y eso debería ser tomado en cuenta. Pero eso no ocurre con facilidad. En Temuco se ha impuesto una verdadera guerra contra las mujeres hortaliceras que se instalan en la Feria de la estación. Dura la cosa. Después no se quejen. Si el Estado estableciera pequeños poderes compradores en los pueblos y cabeceras semi urbanas de territorios campesinos, no cabe mucha duda que podrá darse un enorme respiro a miles de productores. Hay muchas ideas en este terreno.
Una buena idea es que la alimentación de los niños en las escuelas (Juaneb etc..) sea de proveniencia local y sobre todo culturalmente adecuada. Hay varios ejemplos de cooperativas y asociaciones de pequeños productores que lo han demandado. En Puerto Mont llegaron al 17% de lo que consumen las escuelas. Nada más. El movimiento de mujeres productoras de hortalizas es enorme. Podrían abastecer de alimentos saludables y sabrosos a todos y todas las alumnas de liceos, escuelas y colegios, y mucho más.
Y la educación rural, la formación de productores auto sustentables, que trabajen junto a sus cooperativas y el fomento de ellas. Suena utópico por cierto en estos tiempos. Hay decenas de Escuelas agroecológicas, como las Escuelas Superiores Campesinas de Curaco de Velez y de Palquidubis por ejemplo, que sufren de permanentes apretujes económicos pero que se defienden por el entusiasmo de sus profesores y estudiantes. Por cierto, la Constituyente podría tener un fuerte sentido cooperativista, así como sobre todo algunas y algunos, quieren que sea verde; verde y solidaria sería maravilloso. Impulsar la cooperación de los productores, de los campesinos, de los feriantes, de quienes comercializan los productos e incluso los exportan. Un país lleno de cooperativas sería uno nuevo, por cierto. No es difícil pensar en ello y no debería molestar a nadie, salvo a los que hacen negocios truchos y que nos han dominado en estos malos tiempos. Fomento y educación en cooperación y producción en esta línea aquí planteada, en artesanías, en manufacturas amables con las personas y el medio ambiente, en seguridad social y préstamos como fueron durante mucho tiempo las Cooperativas de Ahorro y Préstamos, las Cajas de los gremios y tantas formas de organización solidaria que el individualismo reinante destruyó. Hoy día se puede hacer todo ello y mucho más de manera moderna, tecnologizada, con redes digitalizadas, y todo lo que se pueda imaginar.
Y
finalmente la vuelta al campo. No me cabe demasiada duda que la Pandemia
provocará un enorme movimiento de regreso al campo, sobre todo en los jóvenes. Ya está ocurriendo en países desarrollados.
No es el campo del que huyeron los jóvenes en el siglo veinte. Ahora es un
mundo rural hiper conectado, con servicios de educación y salud mejores que en
las grandes ciudades. El trabajo a distancia «on line» hace mucho más fácil vivir fuera de las grandes
urbes. En fin, no vale la pena argumentar mucho más. Sería del más alto interés
que la Convención Constituyente se hiciese cargo de estas importantes
cuestiones, que pueden darle al país un rumbo diferente y, por cierto, más amable.
[1] Ver en Youtube los cuadros de subsidios a los alimentos que entrega el economista peruano Manuel Lajo. ¿Hacia un socialismo andino de mercado? Universidad Academia de Humanismo Cristiano. 2021
3 comments
Qué buena y esperanzadora la opinión de Pepe Bengoa que nos llena de luces sobre un futuro mucho más prometedor para Chile y su ruralidad, nueva Constitución de por medio, esperemos que sea más ecológica, mire el siglo 21, las amenazas del cambio climático y la pérdida amenazante de biodiversidad.
Sus palabras me recuerdan otras épocas, cuando de estudiantes Bengoa nos motivaba desde sus trabajos en el GIA sobre la importancia de la agricultura campesina y la necesidad de apoyarla frente a las adversidades que vivían por la contra reforma agraria de la dictadura. De ahí nacieron las primeras experiencias en agricultura orgánica y la agroecología como base científica para su desarrollo y que hoy toman cuerpo para ofrecer las bases para una política pública robusta al respecto.
Gracias Pepe por tu sabiduría, convicción y compromiso por la justicia socioambiental, que ya dejó de ser solo un sueño y la vemos cada día más cerca de nuestra patria.
Muchas gracias a Tomás y Pepe, había recibido el artículo por otro lado, me pareció buenísimo y lo he difundido adentro y fuera de Chile. Pero no conocía La Mirada que comenzaré de inmediato a leer y difundir. Felicitaciones y gracias porque en este momento especialmente necesitamos retroalimentarnos rápida y profundamente. Un abrazo y mucha suerte Verónica Salas
Pepe siempre tan preclaro, claro y post-claro.