Televisión, política y democracia… de la entropía al desvarío y el desencanto.

por La Nueva Mirada

La cultura de gestión de contenidos de debate político en TV abierta durante las últimas dos décadas en Chile devino como un matrimonio en crisis creciente, tanto de sentido como de afinidad y comunicación. No basta con sentar en un mismo set a periodistas o conductores de TV con gente vinculada a la clase política para hacer que este imprescindible componente de la democracia cobre valor orientador o resuelva de modo eficiente la relación pluralista entre las élites de poder y una ciudadanía informada.

Paradójicamente cuando estamos cumpliendo medio siglo desde el debut del más controvertido, intenso, franco y recordado programa de conversación política -como fue el panel de “A esta hora se improvisa” en Canal 13, creado y conducido por el publicista Jaime Celedón-,  el presente se fragua en espacios mínimos, irrelevantes, maniqueos y en horarios matinales de domingo, que los estadounidenses suelen llamar “el cementerio”, porque todos duermen.

Paradójicamente cuando estamos cumpliendo medio siglo desde el debut del más controvertido, intenso, franco y recordado programa de conversación política -como fue el panel de “A esta hora se improvisa” en Canal 13, creado y conducido por el publicista Jaime Celedón-,  el presente se fragua en espacios mínimos, irrelevantes, maniqueos y en horarios matinales de domingo, que los estadounidenses suelen llamar “el cementerio”, porque todos duermen.

Las democracias sanas requieren ciudadanos alertas e informados en los asuntos públicos relativos al ejercicio del poder. Pero también de un sistema de medios que no solo se ancle en su rol de empresas que aspiren a la rentabilidad, la autosubsistencia y la instalación de sus propias agendas de interés editorial o defiendan los intereses de sus dueños, sino ser responsables además de los efectos indirectos en la percepción de realidad que refuerzan en los públicos. Ergo, tienen una dimensión ineludible de bienes culturales y sociales.

Ergo, tienen una dimensión ineludible de bienes culturales y sociales.

Tres décadas y algo…

En este plano, muchos años han pasado desde los primeros atisbos de apertura televisiva pre y post plebiscito de 1988, época en donde Televisión Nacional intentaba pontificar las bondades del modelo neoliberal y la defensa del régimen militar a través del espacio dominical “José Piñera y los jóvenes”. Allí el conductor, economista, creador del sistema de AFP y hermano del actual Presidente de la República, respondía las interrogantes que le formulaba un selecto grupo de adolescentes invitados al set. Clásico también fue el capítulo de “De cara al país” en Canal 13, donde previo al 5 de octubre, Ricardo Lagos fue invitado como fundador del Partido Por La Democracia y aprovechó las cámaras del espacio -conducido por Raquel Correa, Lucía Santa Cruz y Roberto Pulido- para interpelar al general Pinochet por pretender perpetuarse 25 años en el poder mediante un gesto señalándolo con el dedo.

Fueron épocas de política preferentemente en prime time en la señal pública –franja vespertina y nocturna de mayor audiencia en TV- como prosiguió en la década 90 con otros espacios como “Sin protocolo”, “De lo público a lo privado”, “Hoy en tabla”, “Mano a mano”, “La manzana de la discordia” y “La entrevista del domingo”. Entre sus conductores estaban Igor Entrala, Patricia Politzer, Santiago del Campo, Patricio Bañados, Jorge Andrés Richards, Cecilia Álamos, Mauricio Bustamante y  Carolina Jiménez.

Fueron épocas de política preferentemente en prime time en la señal pública –franja vespertina y nocturna de mayor audiencia en TV- como prosiguió en la década 90 con otros espacios como “Sin protocolo”, “De lo público a lo privado”, “Hoy en tabla”, “Mano a mano”, “La manzana de la discordia” y “La entrevista del domingo”. Entre sus conductores estaban Igor Entrala, Patricia Politzer, Santiago del Campo, Patricio Bañados, Jorge Andrés Richards, Cecilia Álamos, Mauricio Bustamante y  Carolina Jiménez.

Otros intentos algo fallidos de llevar estas temáticas a la pantalla se vieron en Mega con “A eso de…”, un programa de panel dominical nocturno que pasó a la historia por la primera, evidente y grotesca acción de matonaje político orquestada en el set y en vivo por el propio dueño del canal, el abogado y empresario Ricardo Claro. Provisto de una grabadora Kyoto reveló una sensible conversación telefónica privada de Sebastián Piñera, entonces candidato a presidir Renovación Nacional en competencia con Evelyn Matthei, espiada y filtrada por el aparataje de inteligencia del Ejército y la propia candidata. En ese programa participaban Jaime Celedón, Héctor Riesle, Pilar Molina, Jorge Andrés Richards y José Tomás Jocelyn-Holt. Todos renunciaron en pantalla a la semana siguiente de ocurrido este hecho. Después de este episodio vinieron los programas “Seamos Concretos” con Gregorio Amunátegui y “Polos opuestos” con Camilo Escalona y Hermógenes Pérez de Arce, dos formatos que no lograron trascender ni impactar.

Todos renunciaron en pantalla a la semana siguiente de ocurrido este hecho. Después de este episodio vinieron los programas “Seamos Concretos” con Gregorio Amunátegui y “Polos opuestos” con Camilo Escalona y Hermógenes Pérez de Arce, dos formatos que no lograron trascender ni impactar.

La política como liquidación de temporada

Ergo, se licuó todo lo complejo en pos de la hibridación del periodismo con la telerrealidad para transformar la noción de las noticias en un ejercicio de populismo informativo…

La llegada de los 2000 rápidamente fraguó la privatización de la agenda pública en TV abierta y relegó los programas políticos a horarios menos relevantes. Lo mismo su cobertura dentro de los noticieros, donde hasta entonces esos temas copaban cerca del 17% del tiempo y pasaron a ser menos del 7%. Ello no fue más que sincerar el cambio de paradigma del sentido de informar, radicado ahora en la infoentretención de corte costumbrista, microsocial o casuística, y en ejes narrativos de emoción bajo formatos de reportajes. Ergo, se licuó todo lo complejo en pos de la hibridación del periodismo con la telerrealidad para transformar la noción de las noticias en un ejercicio de populismo informativo… No sirve lo que no da rating y ya sea por sentimiento de culpa, imperativo editorial legal u otro motivo, TVN apostó a nuevos programas políticos. Pero esta vez relegados a la mañana del domingo. Fue así como “En pauta” y “El juego de Chile”, ambos debatiéndose entre los 2 y 4 puntos promedio de audiencia se alejaban de los 15 a 20 que llegaron a marcar sus anteriores espacios en prime time. Y ese territorio minoritario se mantiene hasta hoy como el preferente para la conversación periódica de la actualidad política con “Estado Nacional”.

Y ese territorio minoritario se mantiene hasta hoy como el preferente para la conversación periódica de la actualidad política con “Estado Nacional”.

Otros símbolos de conversación y debate político de las últimas décadas fueron “Tolerancia cero” y en menor medida “El termómetro”, en Chilevisión. Esta señal privada también dio vida a nuevos espacios menos trascendentes como “Caníbal”, “Celedón, Villegas y Cía.” y “El examen”. Mientras que Canal 13 creó “Plato fuerte”, “Hora de incidentes” y “Réplica” como programas de conversación y debate que transitaron del fin de semana al trasnoche.

 Esquivo presente

Sea protagonizado por conversos, apóstatas, fieles, infieles, doctrinarios, modernos, posmodernos, progresistas, conservadores, temerosos, permisivos, liberales, autoritarios, democráticos, populistas, demagogos, legos y tecnopols o tecnócratas, la actual clase política se caracteriza por una diversidad que sólo converge entre sí en su permanente autodefensa pública y en intentos de debate cada vez menos profundos.

Sea protagonizado por conversos, apóstatas, fieles, infieles, doctrinarios, modernos, posmodernos, progresistas, conservadores, temerosos, permisivos, liberales, autoritarios, democráticos, populistas, demagogos, legos y tecnopols o tecnócratas, la actual clase política se caracteriza por una diversidad que sólo converge entre sí en su permanente autodefensa pública y en intentos de debate cada vez menos profundos. Baste para ello observar los niveles de desconexión que se genera en los paneles de conversación de Estado Nacional de TVN y Mesa Central de Canal 13 cada domingo por la mañana. Dos programas de audiencias marginales (entre 2,8 y 3,5 puntos aprox.) y que forman parte de lo menos visto de ambas cadenas.

No se trata de despreciar a priori estos intentos televisivos por cumplir con un mínimo valor cívico, sino solo de advertir que en su propia historia y opción de relego editorial se incubaron dos fenómenos muy sensibles a la calidad de la democracia.

No se trata de despreciar a priori estos intentos televisivos por cumplir con un mínimo valor cívico, sino solo de advertir que en su propia historia y opción de relego editorial se incubaron dos fenómenos muy sensibles a la calidad de la democracia. Uno es la desconexión de las élites –insertas en sus propios mundos e intereses- respecto del sentido común del resto de la ciudadanía. El otro, y quizá lo más grave, es que al tratarse de la política y lo político de un lenguaje específico para entender, dotar de sentido a la realidad del poder y hablar sobre los asuntos públicos colectivos, si este “idioma” no se habla, ejercita o practica, el usuario deja de tener las destrezas para entender mejor la democracia y situarse en el espacio público junto a otros como un igual y distinto, como un ciudadano que entiende la política y el ejercicio responsable del poder de elegir y ser elegido.

si este “idioma” no se habla, ejercita o practica, el usuario deja de tener las destrezas para entender mejor la democracia y situarse en el espacio público junto a otros como un igual y distinto, como un ciudadano que entiende la política y el ejercicio responsable del poder de elegir y ser elegido.

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