Las personas electas a la Convención Constitucional reflejan la diversidad territorial, social y cultural del país al que aman, son la representación democrática de la sociedad y eso da confianza en su trabajo
Hay momentos en las historias de los pueblos en que un grupo o una parte de ellos intenta imponer su visión y su proyecto de sociedad a los demás. Ese grupo puede ser una mayoría o una minoría. Para imponer su visión rompe el espacio del diálogo, la estructura democrática, si la había, y establece o intenta establecer una dictadura.
En Chile lo vivimos. Con el argumento que otros querían establecer una, se impuso una dictadura que estableció el orden en el que el resto de los chilenos y chilenas debía acatar.
Durante treinta años ese orden se fue modificando, pero solamente en lo que aceptaba esa minoría que lo había impuesto, lo que permitió un avance en la convivencia, pero un avance limitado.
La decisión de los partidos políticos de abrir un cauce institucional para generar un orden nuevo, a raíz del estallido social, permitió que en un plebiscito se definiéramos abrumadoramente que queríamos una nueva Constitución elaborada por personas electas específicamente para ello, y se definió que fuera con paridad de género, en algo que es histórico, y con representación de los pueblos originarios.
Hace unos días se produjo la elección de la asamblea que conformará la Convención Constitucional. Ha habido muchos análisis sobre su composición y se han presentado reseñas biográficas de sus integrantes, poniendo énfasis en quienes fueron electos en listas de independientes.
Debo decir, si a alguien le importa mi opinión, que de ver esas reseñas y analizar los planteamientos de los candidatos y candidatas independientes electos a la Convención Constitucional, así como de los que representan a los partidos políticos, me ha sobrevenido una gran tranquilidad.
Entre los y las independientes veo personas comprometidas con el país, con representación amplia de sus realidades y con gran convergencia en sus planteamientos centrales: quieren una mejor democracia y una más justa convivencia. Podría haber votado por muchas de esas personas.
Una segunda razón para tener esa tranquilidad es que ninguna lista, ni posible agrupación natural de listas, obtuvo más de un tercio de la Convención, lo que es muy bueno porque ya no hay posibilidad de que un grupo minoritario vete el trabajo de la mayoría y necesariamente tendremos un resultado de alto consenso. Esto es muy importante dado que hubo quienes se oponían al cambio institucional y ansiaban la obtención de un tercio para poder, finalmente, impedir que hubiera acuerdo si, como ocurría hasta ahora, las propuestas no les satisfacían.
Como es lógico, cada constituyente intentará que su visión prevalezca, pero ninguno lo logrará en plenitud. Habrá que dialogar, proponer alternativas y escucharse, evaluar las propuestas y negociar. Y en este punto entrará a tallar algo que se ha venido perdiendo en nuestra sociedad: la amistad cívica.
Al decir de Aristóteles “la amistad también parece mantener unidas las ciudades”. En mi experiencia, la amistad cívica consiste en tener confianza en la honestidad y veracidad del otro, aunque tengamos diferentes propuestas e intereses, y por eso la considero fundamental en el proceso de redacción del nuevo orden constitucional. Tal vez Humberto Maturana nos diría que es necesario que los constituyentes se sientan prójimos, los unos de los otros, pero que se logre producir, además del reconocimiento que el otro es y debe seguir siendo, y tal vez a partir de ese reconocimiento, un espacio en el que se construya amistad cívica.
He dicho “mi experiencia” porque lo he vivido en mi trayectoria política, en mi militancia, mi trabajo en el parlamento y en el gobierno, en la academia y en múltiples instancias. Pero no es fácil, porque si la amistad cívica consiste en tener confianza en la honestidad y veracidad del otro, aunque tengamos diferentes propuestas e intereses, la confianza se puede perder fácilmente. El comportamiento de algunos dirigentes políticos, incluidos de partidos y de independientes, en los últimos días ha permeado la construcción de amistad cívica.
Espero que sea otro el clima de la asamblea que elaborará la nueva constitución, y que lo que han sido la gran mayoría de las expresiones de los constituyentes: amor a Chile y al prójimo, ansia de justicia, compromiso con los débiles, salvación del planeta, orden emanado de la colaboración y la participación, se pueda concretar.
La paridad en su diseño y la composición que mandató la ciudadanía me hacen ser optimista.