Traición en el congreso con la propuesta del gobierno para el quinto retiro. Algunos legisladores que debieran lealtad al gobierno ¿y a su presidente? no lo fueron. Traición en la convención: “No son Allendistas, son traidores”. El grito resonó en el norte y el viento traicionero empujó la primera piedra contra el presidente que felizmente no alcanzó ninguno de sus ojos cubiertos con los cristales de la ingenuidad.
“Ustedes también, hijos míos”, creo que musitó con sorpresa y amargura el presidente mirando a Gabriela Mistral. Julio Cesar antes de morir apuñalado le reprocha su traición a Brutus. Cristo recibe con un beso a Judas el traidor, y exclama antes de morir crucificado con una bondad infinita: “Padre, perdónalos, no saben lo que hacen”. Estos dos traidores, acosados por la culpa y el deshonor, se suicidan. El presidente declara “no me (nos) amedrantarán”, e inicia una querella contra el autor de 33 años.
El relato de la traición y la venganza se ciernen en el palacio de gobierno y la convención. En medio de “complejidad” y turbulencias”, las sombras largas de la venganza y la tragedia caminan con Shakespeare, en medio de la lluvia y un frio sol invernal.
Ruptura y quiebre de facto y simbólico de un proceso revolucionario social, cultural, económico y político. Punto de inflexión. Que ojalá no termine en una tragedia catastrófica. Pero en este nuevo “régimen de la información” que invade el mundo ya no hay tragedias. Los relatos creadores de sentidos y de identidades dejan paso a realidades de “dominación” sutiles “post fácticas” vacías, creadas por redes de datos en “el capitalismo de la información”.
Byung-Chul Han ha llamado régimen de la información, “a la forma de dominio en la que la información y su procesamiento mediante algoritmos e inteligencia artificial determinan de modo decisivo los procesos sociales, económicos y políticos”. Donde se “explotan la información y los datos”. El poder se obtendría hoy a través del “acceso (y manejo) a los datos”. De esta manera, se llevaría a las personas a una condición “degradada de datos y ganado consumidor”, dificultando los procesos revolucionarios de cambios. “Consumo y revolución son excluyentes”, afirma el filósofo. Bajo estas condiciones, las personas se sienten y creen ser “libres, auténticas y creativas” y serían permanente estimuladas a auto emprenderse y emprender económicamente. Pero no advierten que realmente serían “prisioneras de la información”. Creadoras a su vez de las redes y las realidades creadas por ellas mismas. Todo “se presenta como información”.
En este “datismo” informativo, donde “todo se presenta como información”, a diferencia de las narraciones, no existiría “la trascendencia, más allá de lo dado”. Los datos (como los números) por sí mismos, no emiten significados. Necesitan de una interpretación y comprensión que los llene de un sentido y ser incorporados en un relato siempre afecto a las emociones, visiones e ideologías sobre la realidad. Las explicaciones no son capaces de hacerlo. De esta forma, se puede intentar colonizar la toma de decisiones de las personas a través de la información sistemática y machacona de datos (como en las encuestas), referidos como la verdadera realidad sobre comportamientos y trayectorias de futuro, que dejan de lado la contingencia y un relato reflexivo crítico con fundamentos emocionales. “Veamos los números”. “Los datos muestran que en el plebiscito ganará el rechazo”. “Preparemos una tercera alternativa para este rechazo”.
¿Será esta la verdad?
El “régimen de la información”, excluye la presencia de los grandes ejes estructuradores históricos socio culturales y anula en una “distorsión patológica” de esta época, el fundamental: La verdad. “La realidad y las verdades fácticas (de hecho), se han esfumado”. La verdad y la mentira, se des diferenciaron y auto deconstruyeron. La información circularía completamente desconectada de la realidad. Desaparece el mundo común al que referir nuestras acciones. Se habría perdido el impulso y la voluntad de verdad. Al desaparecer el fundamento de la verdad como “fuerza centrípeta”, se fraccionaría la sociedad perdiéndose la cohesión social. Al socavarse la distinción entre verdad y mentira, se desintegra la democracia, afirma Byung-Chul Han. “El fundamento es el terreno sobre el cual arraigarse y estar. La época que no tiene fundamentos pende sobre el abismo” (Martin Heidegger). La época que no tiene verdad (es), se despeña al vacío.
Este nuevo nihilismo del régimen de la información, de un datismo sin verdad y mentira, se habría gestado “dentro del proceso destructivo en que el discurso se desintegra en información (y datos), lo que conduce a la crisis de la democracia”. Aleja a las personas y a la población de la realidad y de los procesos de cambio humanos. La democracia y los cambios son parte de los relatos históricos y comprensivos, sobre el ser humano portadores de identidad y sentido. Donde anida el alma y el espíritu. Nos hacemos en el teatro de la vida y la historia, en la tragedia, la traición, la venganza, la comedia, el amor y la esperanza.
De no considerarlo y creer sólo en los números y explicaciones sobre la verdad y la realidad, el espíritu revolucionario de cambios que debería inspirar e impulsar a este gobierno y a la convención, se disiparán como una tormenta política de otoño, sin lluvia, sin alma, convertida sólo en una granizada pasajera de datos.
Bienvenidos los relatos de traición y venganza, donde se gesta y muestra la verdad histórica del ser humano.
Colaboró Byung-Chul Han con su nuevo libro “Infocracia: la digitalización y la crisis de la democracia”.