Una reforma que toca el corazón del modelo

por La Nueva Mirada

El gobierno no sabe cómo y cuándo rendirse ante sus fracasos. Antes perdió por amplia mayoría, con votos de parlamentarios de su propia coalición, la idea de legislar la reforma constitucional que aprobaba el retiro del 10 % de los ahorros previsionales. Intentó revertir este resultado adverso en la discusión en particular del proyecto en la Cámara de Diputados, presionando a los jefes de los partidos de Chile Vamos y volvió a perder. Lo volvió a intentar en el Senado y nuevamente perdió frente a un 2/3 de aprobación.

Lo volvió a intentar en el Senado y nuevamente perdió frente a un 2/3 de aprobación.

Aún le queda al gobierno el recurso del veto, resistido al interior de su devastada coalición o la amenaza de recurrir al Tribunal Constitucional, que divide más las aguas en la derecha, teniendo a la vista el amplio respaldo ciudadano con que cuenta la decisión parlamentaria.

El resultado es desastroso para las pretensiones del Ejecutivo, que sólo contaba con el respaldo incondicional del gran empresariado. Ciertamente la reforma constitucional erosiona el actual sistema previsional. Un sistema que ha perdido toda legitimidad ciudadana, si es que alguna vez la tuvo, poniendo gran presión al parlamento. El ya debilitado gobierno evidenció su incapacidad para ordenar las filas oficialistas. El equipo político de La Moneda ha quedado desacreditado y parece imponerse un urgente ajuste ministerial que pase por el vapuleado jefe del gabinete, con resistencias evidentes desde las propias filas de su coalición, marcada por profundas grietas y divisiones,

El equipo político de La Moneda ha quedado desacreditado y parece imponerse un urgente ajuste ministerial que pase por el vapuleado jefe del gabinete, con resistencias evidentes desde las propias filas de su coalición, marcada por profundas grietas y divisiones,

Más le valía al gobierno rendirse a la evidencia de que no contaba con mayoría para rechazar esta reforma que todos asumen como un recurso de última instancia para ir en ayuda de la afligida clase media. Todos, incluso sus más resueltos partidarios reconocen que no es la panacea para resolver el problema, pero es una respuesta bastante más concreta que la tardía, difusa y a cuentagotas respuesta del gobierno de Sebastián Piñera.

Mucho se especula con que esta reforma es un resquicio institucional para una materia que debería ser de iniciativa exclusiva del gobierno. Pero es del todo evidente que la potestad del poder legislativo se ha legitimado con una fuerza inédita en los últimos tiempos. Contrasta con imputaciones, como la esgrimida por el senador Allamand, entre otros de los derrotados, de un encubierto parlamentarismo.

Pero el tema esencial es que tras esta discusión lo que verdaderamente queda en cuestión es el actual sistema previsional, profundamente desacreditado y con la urgencia de avanzar hacia un nuevo, de carácter mixto, con participación del Estado, trabajadores y empresarios.

Hace mucho tiempo que las AFPs perdieron legitimidad tras la incumplida promesa de asegurar ingresos equivalentes al último sueldo, las indefendibles utilidades de las administradoras, independientemente de los resultados de su gestión, el enorme poder económico y político que han hecho sentir en perjuicio de sus afiliados.

La reforma no tan sólo impacta al sistema de AFP sino al conjunto del mercado de capitales y con ella al actual modelo económico, Y ello explica la enorme campaña de descrédito y descalificación previa a la aprobación de una reforma emblemática.

Es más que evidente que el gobierno ha perdido el rumbo, que la crisis lo ha superado, desnudando la ausencia de un programa viable para enfrentar lo que le resta de su mandato. Y menos para asegurar su proyección futura. Sus propios partidarios, como lo revela una encuesta reciente de El Mercurio, se desvanecen ante su muy deficiente y frustrada conducción política y de gestión.

Es más que evidente que el gobierno ha perdido el rumbo, que la crisis lo ha superado, desnudando la ausencia de un programa viable para enfrentar lo que le resta de su mandato.

¿Cambio de gabinete?

Es más que una especulación un inminente cambio de gabinete y la posibilidad, entre otros, de un enroque en las carteras de Defensa e Interior. Sin embargo, es muy dudoso que este nuevo ajuste ministerial, el quinto en los últimos tres meses, marque un nuevo rumbo en la conducción del gobierno.

Es más que una especulación un inminente cambio de gabinete y la posibilidad, entre otros, de un enroque en las carteras de Defensa e Interior. Sin embargo, es muy dudoso que este nuevo ajuste ministerial, el quinto en los últimos tres meses, marque un nuevo rumbo en la conducción del gobierno.

La dupla Blumel, Briones, incluso con la designación de Claudio Alvarado en la SEGPRES, representaba una alternativa de eventual mayor apertura al diálogo y la búsqueda de acuerdos con la oposición. Su mayor debilidad, salvo por Alvarado, militante de la UDI, era que no pertenecían a los partidos mayoritarios de la derecha y debieron soportar el “fuego amigo” (¿) de los sectores duros del oficialismo, que los acusaban de debilidades frente a la oposición y sin el necesario peso político para intentar ordenar a su coalición. Con la evidencia mayor de una más que errática conducción del Presidente Piñera.

Con la evidencia mayor de una más que errática conducción del Presidente Piñera.

Una primera tarea para un eventual nuevo equipo político sería tratar de ordenar a la coalición oficialista. Un desafío en el que ha fracasado el propio mandatario, que personalmente intervino intentando alinear a sus parlamentarios en el rechazo de la reforma constitucional que autoriza el retiro del 10 % de los fondos previsionales.

Antes del pronunciamiento inicial del Senado, el timonel de Evopoli presentó su renuncia, intentando que sus pares de coalición imitaran el ejemplo. Jacqueline Van Rysselberghe aplicó la mano dura, optando por pasar al Tribunal Supremo a sus díscolos, en tanto algunos diputados renunciaban a la UDI y Mario Desbordes (RN) resiste la ofensiva de Andrés Allamand, que hoy lidera el ala más dura de su partido.

Una dura tarea para un eventual nuevo Jefe de Gabinete.

Pero bastante más dura y compleja es la agenda que enfrentará el gobierno en la post pandemia, que deberá recorrer “paso a paso” como ha proclamado el ministro Paris (el único del gabinete que resiste la caída libre en las encuestas). Una agenda marcada por la aguda crisis social que hoy enfrenta el país, agravado por la emergencia sanitaria (con lamentables resultados a nivel mundial), así como el exigente cronograma institucional y electoral, que debiera iniciarse con el plebiscito de entrada al proceso constituyente para culminar con la elección presidencial y parlamentaria. Todo en el contexto de la imperativa reactivación económica.

Es más que evidente que el país enfrentará tiempos borrascosos tras la pandemia. Tiempos de convulsión social, sin descartar nuevos brotes de violencia que, al contrario de lo que pareciera pensar el gobierno, no es alentada esencialmente por los partidos sino surge de manera espontánea, en toda su diversidad social – como ocurrió durante el anterior estallido social – con aprovechamiento de una diversidad de organizaciones de carácter anarquista o grupos vinculados al narcotráfico. Lo sustantivo es que el hambre, cesantía y extrema necesidad, que soportan los sectores más vulnerables constituyen un caldo de cultivo para un nuevo estallido social, superado el Estado de Excepción en curso.

Es más que dudoso que un gobierno tan debilitado y tensionado como el actual esté en condiciones de rectificar rumbos y asumir una agenda tan exigente y desafiante como la que enfrentará el país en la post pandemia.

Es más que dudoso que un gobierno tan debilitado y tensionado como el actual esté en condiciones de rectificar rumbos y asumir una agenda tan exigente y desafiante como la que enfrentará el país en la post pandemia.

Un exparlamentario recordaba el triste legado que dejó el presidente Jorge Alessandri (1958-1964) a la derecha, condenándola a la condición de minoría por más de 50 años. Algo parecido podría suceder con el legado de Sebastián Piñera. Ello podría explicar los desesperados esfuerzos de algunos sectores de la derecha, tomando prudente distancia de su gobierno. No así los patéticos esfuerzos de algunos sectores por reivindicar las ideas propias de su sector, apostando a la restauración de un orden que no volverá.

Tras esta relevante coyuntura que marca el sentir ciudadano, resalta el vacío de un proyecto de transformaciones futuras y la ausencia de liderazgos evidentes para encarnarlas.

Tras esta relevante coyuntura que marca el sentir ciudadano, resalta el vacío de un proyecto de transformaciones futuras y la ausencia de liderazgos evidentes para encarnarlas.

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